Todo lo que recuerdo es que hace un momento estaba enojada por esa revista donde difama a mi persona, acusándome de ser amante de Pax, cuando ni siquiera nos tomamos las manos.
Pero de un momento a otro, todo cambió de gran manera.
Estaba congelada ante su reacción, creí que gritaría y me echaría de la habitación, sin embargo… Tengo a Pax en este momento sosteniendo mis muñecas, sin darme lugar a poder escapar, porque está besándome como si relamente fueramos un tipo de pareja común.
Mi cabeza da mil excusas sobre que esto está mal, debo alejarme, salir de esta habitación, se supone que esto solo es un trabajo, que los besos no aportan nada, entonces, ¿por qué lo hace?
—¡Ah…! —logro al fin ser liberada, solo para ver la expresión seria de Pax.
—No intentes volver a tocar a mi cara, está vez he sido muy amable, la próxima vez no tendré contemplaciones.
—Estás demente —le respondo—. ¿Y por eso me besas?
—Tenía que callarte de algún modo, me vuelves loco con tantas palabras. ¿No puedes pasar al menos cinco minutos en silencio?
Tensé mis labios y lo miré con dureza. Con mi muñeca que ya era libre, limpié el rastro de ese calor en mis labios.
—¡No lo vuelvas a hacer! No tienes derecho a hacerlo.
—Claro, imagino que en todo este tiempo has de haber disfrutado de los besos de tu novio, ¿cierto?
¿Novio? La gran pregunta rebotando en mi cabeza, hasta que recordé que cuando él me propuso esta locura, le dije que tenía un novio.
—¡Tu viaje te derritió el cerebro! ¡No existe tal novio!
—¿Y pretendes que te crea?
—Piense lo que quiera.
Fue mi única respuesta, saliendo de la habitación.
¿Cómo se atreve? ¿Qué derecho tiene? Es un descarado en toda su extensión. Pero es tan orgulloso, que ni siquiera va a disculparse por haberme besado sin mi consentimiento.
—Es un idiota.
———————————
POV Pax
Desde la ventana de la habitación puedo ver como ella sale de mi propiedad. Mi rostro permanece imperturbable, hasta que desaparece de mi vista.
Retrocedo de la ventana, caminando de regreso a la cama, de donde tomo la revista que María tenía hace un momento.
Volví a abrir las páginas para leer su contenido. En realidad, se hablaba muy poco de mí, habían más fotos de ella, mostrando su antigua vivienda y de ser una "cazafortunas"
—Mierd@, ni siquiera debería hacer esto —digo con fastidio, mientras ya tengo el celular pegado a mi oreja.
…
Luego de hacer una llamada que solucionaría la gran estupidez que había sido publicada. Saqué la llave que siempre guardo conmigo.
El ático estaba totalmente prohibido para todos. Nadie tenía idea de lo que había en este lugar, mas ahora no podía darme el lujo que María y su curiosidad de gato pudieran descubrirlo.
Rápidamente me puse en camino, estiré las escaleras plegables y al usar la llave, comprobé que la cerradura había sido manipulada, como si alguien hubiera intentado entrar a propósito.
Mi sangré se heló, mi furia hizo que apretara los puños y mis dientes rechinaron.
Solo el nombre de una persona se venía en mi mente ahora.
—Te lo advertí muy seriamente, pero no has comprendido que esto no es un maldito juego.
Volví a hacer uso de mi celular, pero está vez llamé a María, ella no me contestó, es más, apagó su celular, lo cual hizo que la verdadera frialdad se apoderara de mi cuerpo.
—Su novio… —murmuré—. Ya verás lo que te espera, María. Esto ha sobrepasado mi paciencia, y no te lo voy a dejar pasar.
…
POV María
—¡María!
Aquellas niñas que tanto amo, corren al verme llegar con las manos llenas de cajas y bolsas.
—Mi pequeñas —sonrio con alegría, entregando las cosas que traje a las hermanas del hogar, para poder recibir a mis pequeñitas en los brazos.
Todas ellas me rodearon y abrazaron, hasta el punto donde no mantuve el equilibrio y caí de espaldas.
Ellas eran mi adoración, mi razón de estar bajo el techo donde era evidente que no le agradaba a más de uno.
Donde la comida de Gretta era tan salada para mi plato, mi ropa quemada a proposito con la plancha, cuando específicamente yo decía que podía hacerlo, pero ellas lo hacían antes que yo.
—Basta niñas, están asfixiando a nuestra María.
Sosteniéndose de un bastón, la madre superiora se acerca en medio de nuestras risas, pero cuando la observo, no puedo evitar que mis labios se ensanchen y que mis ojos se critalicen de alegría.
Estaba de pie, la madre estaba de pie. Lo cual significaba que las medicinas estaban haciendo efecto.
—¡Ma-madre!
Apenas logro levantarme, voy directo a abrazarla, sin contener estas lágrimas rebeldes que brotan de felicidad.
—Mi niña… Eres toda una mujer adulta, pero sigues teniendo ese corazón de niñita —dice la madre, pasando su mano por mi espalda.
—E-estoy feliz. Usted es mi familia, es mi mamá, es quien me crió, es quien cuidó de mí cuando enfermaba. Me siento muy feliz de verla nuevamente caminar.
—María…
Ella toma mi rostro con la misma mano que tocaba mi espalda, y limpia mis lagrimas.
—Pese a todo, eres una muchachita muy amable. Nuestro señor te va a recompensar con algo bello en la vida.
—Ya lo está haciendo. Las tengo a usted y a mis niñas.
—No mi pequeña. Yo hablo de otro tipo de recompensa, uno para tu corazón.
—Oh, yo no pienso en eso como prioridad. Soy feliz con ustedes, eso es lo que más me importa.
Me acerco a las hermanas donde ya están entregando los presentes a las pequeñitas.
Cada una de ellas salta de emoción cuando reciben los obsequios.
Ver esas caritas iluminadas, es como verme a mí a esa edad, donde buscaba restos de tela, hilo y aguja para hacer una muñeca improvisada. El hogar no podía costear juguetes y muchas veces tuve que usar la imaginación, pero al final ni yo me quedaba con esas creaciones pues Annet se mostraba tan emocionada cuando miraba el resultado, que no podía evitar regalárselo.
Éramos tan unidas, parecíamos realmente hermanas. Yo me alegraba cuando ella lograba alguna hazaña, incluso rechacé ser adoptada para poder quedarme con ella, pensé que estaríamos juntas para siempre, porque así lo habíamos jurado, hasta que, eventualmente pasaron los años y cuando ella tuvo la oportunidad de irse, no lo desaprovechó. Me enorgullecí de ella, jamás le cuestioné el hecho de que ella hubiera aceptado, pues la quería tanto que solo buscaba lo mejor para ella.
A veces me pregunto, ¿qué de malo hice para que me pagara de esa forma?
Me quedé con mis niñas pasando una tarde de juegos cuentos y más cosas que disfrutábamos. Hasta que el sol fue ocultándose.
—María, ¿no quieres quedarte? Pronto anochecerá —dijo la más pequeñita que tiraba de mi vestido.
—Bueno…
—A ver pequeñas, María es una mujer casada, tiene una casa y hay personas que se preocupan por ella. No podemos pedirle que se quede, así que, todas ustedes dan media vuelta y se van a lavar las manos para poder orar y comer.
Mirando el rostro de decepción de cada una de las pequeñas, me convenzo de que no había nada de malo en que me quedara, después de todo, mañana no tendría que ir a trabajar, no estaba haciendo nada de malo, y por lo visto Pax estaría más que feliz de no verme la cara en todo el día.
…
Y así transcurrió toda la noche, hasta que llegó la mañana, donde ya iba a prepararme para regresar, sin embargo, no me resistí cuando ellas me pidieron que me quedara a desayunar.
Tomar leche fresca y el pan recién horneado era una de las cosas a las que no se le podía dar un valor monetario, pero sí un valor nostálgico.
—María, ¿y cómo es tu casa? ¿Es enorme o es muy pequeñita?
—Bueno, en realidad no es mi casa, es la de mi esposo, y la de su familia, pero sí es grande.
—Yo una vez vi en los cuentos de hadas unas casas tan grandes, donde las princesas vivían. Tú eres como una de esas princesas.
La única vez que me habían llamado así, fue cuando conocí a Pax y me llamó Princesa de lodo.
—Supongo que sí —les contesto mientras bebo la leche.
—Vamos niñas, dejan de molestar a María y tomen su leche.
—María, ¿podríamos ir a conocer tu casa? —preguntó aquella misma pequeñita que ayer había pedido que me quedara.
—Cielo…
—Sí María, por favor queremos conocer cómo es tu castillo.
—Suficiente niñas, ya dejen en paz a María.
Realmente había mucha ilusión en cada una de sus expresiones, y creí que no sería tan mala idea, después de todo, Pax me había dado la autoridad de poder decidir en la casa, así que, no había nada de malo en que yo llevara unas cuantas visitas.
—No hay ningún problema, madre. Llevaré a todas las niñas a conocer el lugar donde vivo.
—María, no es necesario. No queremos ser una molestia.
—No es ninguna molestia para mi, madre. Lo hago con mucho gusto. Llamaré a casa para pedirle al chofer que las llevé conmigo.
—¡Oyeron eso! María va a llevarnos a su castillo —todas gritaban emocionadas. Nada me costaba cumplirles ese sueño.
…
Y así sucedió, luego de que el chofer de la casa atendiera a mi pedido, fuimos conducidas a la residencia Palmieri, ellas veían todo con gran asombro, era la primera vez que veían adornos tan extraños y finos.
—Realmente es como en los cuentos de hadas.
—Desea alguna cosa más señora —me preguntó el chofer.
—No, por ahora no, pero a más tarde necesitaré tus servicios para que podamos regresarlas a todas.
—Estoy a su servicio mi señora, no dude en llamarme. Ajustando su sombrero dio media vuelta y nos dejó.
—Pueden mirar todo lo que deseen, solamente tengan cuidado de no empujar, ¿de acuerdo?
—Sí María —contestaron al unísono.
—¿Pero que es todo este escándalo? ¿¡Quién dejó entrar a todas estas mocosas!?
Gretta apareció con el plumero en la mano bajando por las escaleras mientras miraba a todas con rabia.
—Son mis invitadas —contesté parándome delante de ellas.
—Cómo se atreve a traerlas a una casa tan fina como esta, se ve claramente que ellos no son de nuestra posición.
—Te recuerdo que yo tengo el poder y autoridad en esta casa. Eres quien se encarga de la limpieza, así que, respeta a mis niñas y sigue con lo tuyo que yo soy la señora aquí
Gretta no soportó que yo le contestara de esa manera, y de tanto apretar el plumero, quebró el mango.
—Espere que llegue el señor. No sabe todo lo que se le viene encima —sonrío con satisfacción, dirigiéndose a la cocina.
—No le hagan caso, niñas. Pueden estar tranquilas, ustedes son mis invitadas.
No presté atención a cada una de las miradas que Gretta nos daba cuando volvía a pasar delante de nosotras. Yo disfrutaba jugar con ellas, salimos al patio y corrimos, me sentía de nuevo en mi infancia.
Hasta que empecé a cansarme y agitarme.
Sabía la razón y el cartucho estaba en la habitación de Pax.
—¿María? ¿Estás bien? —me pregunta, Gia; la pequeñita de cabellos rubios como los míos.
—Sí, cariño. Volveré enseguida, sigue jugando con las demás.
Me fui a la habitación, donde busqué en el cajón, pero no encontré ningún cartucho, ¿dónde estarían?
Estuve buscando por toda la habitación, era difícil hacerlo con la sensación de que el pecho se cerrara, pero eso no sería lo peor, pues empujando la puerta con rudeza.
Pax me miró con el infierno en los ojos.
—Si hay algo que detesto además del
matrimonio, son los niños... ¡Y tú
los traes a mi casa!
¡¿Qué tenías en la cabeza, María?!
—Ah... Son unas flores que las niñas
pusieron en mi peinado, bonitas
¿verdad? Además, soy la señora
de esta casa, no he hecho nada malo… —respiré hondo, tratando de llevar todo el oxígeno que podía a mis pulmones.
—¡Eres un dolor de cabeza! ¡Fuiste tú quien trató de meterse al ático!
—S-solo tenía curiosidad. Además está con seguro, ¿cómo podría entrar?
—¡Te advertí que no lo hicieras!
—No es para tanto.
—¿No es para tanto? ¡No soporto a la gente entrometida!
Apuntándome con su dedo, señaló mi pecho.
—Nunca, pero… ¡Jamás vuelvas a meterte en mis cosas personales! ¡Recuerda tu lugar, solo estás brindando un servicio!
Sé que eso es verdad, y ciertamente no tengo las fuerzas para discutir.
—¿Qué demonios tienes? —me pregunta al ver que mi respiración se acelera.
—Necesito mis cartuchos, pero creo que se acabaron.
Aunque está muy enojado, se da vuelta y saca una caja de su armario.
—Son las que usas, toma las que necesites y cuando termines, quiero mi casa libre de todas esas niñas.