Capítulo 2
MARCO
Me levanto al primer sonido de mi alarma, es un día como cualquier otro me aseo, me visto con mi ropa deportiva, corro como todas las mañanas, apenas hay unas cuantas personas en la calle a esta hora de la mañana en la que el sol todavía no hace acto de presencia, todavía esta oscuro y el tráfico está tranquilo en Madrid.
Al llegar al penthouse me quito los auriculares, apago la música de mi teléfono y salgo del ascensor.
Me voy directo a mi habitación, ni siquiera observó mi casa, es pulcra y minimalista, apenas de coroda con algunas obras, ni siquiera puedo llamarla hogar, es tan fría e impersonal como yo.
Me ducho rápido con el agua lo más caliente posible, al salir coloco una toalla alrededor de mi cintura y camino hacia mi vestidor seleccionó uno de mis trajes de corte italianos hecho a la medida.
Me visto metódicamente como todos los días y voy rumbo a la cocina con los electrodomésticos últimos modelo que pocas veces por no decir nunca llego a usar, solo uso mi cafetera cada mañana, no soy humano completamente sin tomarme mi café n***o, sin azúcar, ni crema.
Pienso en el día que me toca y en el caso que me espera dentro de dos días, espero que mi pasante haya terminado… Por su bien.
Los pasantes no me duran ni dos meses, no por nada soy apodado el tiburón blanco de los juzgados.
Mis casos los ganó todos.
Destruyó a todos los abogados.
Los jueces me adoran y al que no lo aniquilo, no por algo soy uno de los mejores abogados de España.
¡Bahh!
No importa obtengo lo que quiero siempre y eso no va a cambiar.
Terminó mi último sorbo de café, lo pongo en el fregadero que Camila mi asistenta se encargue.
Tomo mis llaves saliendo del lugar, voy revisando mis correos desde mi teléfono y voy respondiendo los más urgentes mientras voy bajando el ascensor, al llegar a planta baja el portero de la guardia de las mañanas ya está en su puesto, un señor mayor muy serio y siempre disponible, aunque no recuerdo su nombre.
—Buenos días, señor Arismendi— repite como cada mañana.
Le doy un corto reconocimiento y asiento educado, salgo por la puerta de cristal que da al estacionamiento para buscar mi coche, como no tengo ganas del todo terreno ni la moto, agarro el Audi A8 n***o, es un buen carro me gusta y es todo mío, si hay algo que amo en la vida son mis coches y motos.
Amo los coches, es lo único que me importa, siempre están para ti, no se quejan, no discuten y no tienen voces parlanchinas.
¿Qué hombre no ama sus pertenencias, sus lujos, sus carros?
Hombre que diga que no, miente o son pobres.
Amo los autos, son una pasión que tengo, no bebo mucho y últimamente salgo poco, las mujeres se vuelven un chicle luego de acabar el intercambio de fluidos, estoy aburrido de siempre las mismas chicas plásticas y sin cerebro, no suponen un reto para mí, una vista a mi coche y mi traje hecho a la medida y caen rendidas a mis pies, sino bueno, mi sonrisa de mil voltios o mi estatura de uno noventa y tres las convence. Con decir que ya ni siquiera compro copas para poder ligar, ellas lo hacen para mí. A veces es un poco..., patético. Me gusta hacer ejercicio todos los días sin falta y tengo mi rutina, soy un obseso del control y no me gusta que nada se salga de mis manos, por eso no tengo relaciones largas con mujeres .
Miro la hora en mi reloj veo que son las ocho de la mañana, subo al carro y me voy al bufet de abogados Carter, Arismendi&Asociados y comienzo mi día como siempre, sin sobresaltos.
Llego al edificio, aparco en el subterráneo en mi puesto asignado y bajo de mi coche, subo al elevador asignado solo para socios, es un edificio de treinta pisos y el bufet es dueño de los últimos tres, yo subo a la última planta para ir directo a mi despacho. En cuanto el elevador abre sus puertas, me recibe mi pasante número ocho este mes, con los documentos que necesito para el caso, los tomo y sigo caminando con paso rápido, el chico me sigue trotando, para tratar de alcanzarme.
Observó el bullicio que siempre hay a esta hora de la mañana, todos estan corriendo de un lado para otro, sacan copias, toman café, algunos están chismorreando, muchos se me quedan observando y pasan un segundo o dos donde todo queda en silencio, levanto mis cejas y todo se reanuda como magia y siguen a lo suyo, llego a donde esta mi secretaria.
—Buenos días, señor Arismendi, ha llamado la señorita Fiorella Lombardo, que le regrese la llamada que es urgente, ha llamado su padre y pide que se comunique en cuanto pueda y su hermana Alessandra…— estaba hablando a la carrera y de repente se apaga y sus mejillas toman un tinte de color rosa.
Me entrega mi agenda del día y me ve como pidiendo disculpas con la mirada, enseguida pillo que sucede.
Entro en mi despacho sin decir más y ahí esta el huracán que tengo por hermana, sentada en mi escritorio mascando desde muy temprano una goma de mascar.
«según ella, quiere dejar de fumar»
Me ve y su mirada se ilumina, soy su único hermano y hago bien mi trabajo.
—Sabías que mascar esa porquería destruye los dientes, además contiene demasiada azúcar. Te harás diabetica antes de los treinta— se queda callada con una sonrisa en su rostro —¿Qué quieres, pesada? — expreso, mientras ella entrecierra un poco los ojos, pero sonríe como si supiera algo que yo no.
Eso no debe ser bueno.
—Pues, buenos días para ti también, hermanito— casi volteo los ojos, aunque lo hago en mi mente.
—No me hagas reír Ale, algo quieres. De hecho se que es así, porque sino no estarías aquí tan temprano, un martes por la mañana ¿no eres de las que dicen que un sueño reparador de doce horas es sagrado para ti?— se ríe alegremente y su risa hace eco en mi despacho.
Se baja de un salto de mi escritorio mientras me ubico detrás de la mesa y me siento en mi silla ejecutiva.
Mi hermana tiene cuerpo de modelo, es alta de un metro setenta, es rubia igual que yo y también compartimos el mismo color azul de ojos, mientras que ella se parece más a mi madre catalina y yo más a mi padre Marcus.
—Vengo para quedar a una deliciosa cena, con el pesadito de mi hermano mayor— argumenta con chulería y en tono de burla.
—Pudiste llamar ¿sabes? Existen estas cajitas pequeñas y delgadas llamadas celulares, podrías... ¿no se? ¿Usarlas?— digo con las manos en el mentón, fingiendo pensar.
Ella se me queda mirando unos segundos y rompemos a reír, amo a mi hermana pero, es un puto grano en el culo.
—Siempre me dices que estas ocupado o directamente no contestas mis mensajes, mucho menos mis llamadas así que vine, vamos Marc, tenemos meses que no nos reunimos.
—Touche. Eso es porque algunos nos ganamos la vida trabajando Ale, pero ¡¡esta bien cena!! ¿Donde siempre?
No es que ella no tenga trabajo, pero siempre está más desahogada que yo que vivo en los juzgados, empieza a dar saltitos con esos tacones kilometricos, que todo se ha dicho es una prueba para la gravedad y me abraza me dice que sí, que nos veremos en nuestro restaurante de siempre que le dirá a mi secretaria para que haga las reservas, platicamos un rato más de mamá y papá y luego se va.
Cuando estoy solo en mi despacho comienzo con mi día como tenía previsto, aunque un poco más tarde luego de la visita de mi adorada hermana, empiezo a corregir lo que me dio el pasante que es un asco de documento, tiene más errores que mis ensayos en la universidad, firmó los documentos que me dio mi secretaria y analizó mi agenda para lo que queda de semana.
Será un día largo.
Será una semana extra larga.
Últimamente me ahogo más en trabajo y mis papeles.
Para no pensar, a veces llego a casa y está muy sola, tal vez deba llamar a dos mujeres en vez de una.
No se que me pasa últimamente. Tal vez estoy en crisis de edad o que se yo.
Tal vez necesite un nuevo auto y una buena follada.
Se que Fiorella, no es más una opción.
No debí dormir con la hija del juez Lombardo.