Strip

1148 Words
Madison me explicó que ella no dejaba a cualquiera acercarse a sus clientes, primero era necesario pasar un par de pruebas o filtros y después se aseguraba de que supiéramos qué hacer y como complacer a los clientes. Yo no me sentía complacida ante la idea, necesitaba dinero urgente para ayudar con la mensualidad de Brenda, colocarme en un piso, estar finalmente tranquila, eso era todo lo que deseaba porque la incertidumbre de no saber dónde comer, qué pasaría, cómo viviría el próximo mes, ese tipo de angustia para mí era un detonante. Mi jefa me envió con una gente de bienes raíces a conocer casas de lujo en las cuales recibiría a mis clientes, ella muy inteligente, daba dos opciones; comprábamos una casa que al final me descontaba mes con mes o me alquilaba ella, pagando renta mínima por un lugar de lujo. Desde mi punto de vista, yo pago los intereses de la hipoteca que ella está pagando por la propiedad. En fin, de cualquier forma perdía, pero, sentía que rentar por un tiempo era una buena opción. En caso de que hubiese que salir corriendo, todavía podía hacerlo. Durante los siguientes diez días me aprendí mi nueva historia. Según la cabeza de Madison, la mejor estrategia para mentir, es contar la verdad de una forma más poética, por ejemplo; soy hija de un empresario y minero ruso y su amante (eso es real), para “protegerme” de las habladurías, me educaron en el exterior, entre internados y con la ayuda de mi abuela, Valentina (quién sabe quién es esa señora) con quien pasé mis vacaciones y comparte maravillosos recuerdos. Como resultado de mi educación elitista; hablo varios idiomas; español, inglés, ruso y portugués y toco un par de instrumentos, lo básico de la guitarra y el violín. La mujer llena el informe de detalles, como los recuerdos con mi abuela, historias del colegio con amigas que nunca he conocido, datos históricos alrededor de esas fechas, es todo muy complejo, se asegura de que esas identidades que nos da, son lo más creíbles posible para quien lo escucha, para el cliente y por el bien de su empresa. Mi jefa me llamó y me dijo que tenía un cliente tal y como me gustaban, con exclusividad, dinero fácil y rápido y sobre todo pagaba extra porque siempre quería sexo además de compañía. Yo tendría que ir a su lugar, regularmente está muy estresado y de mal humor. Me pasó las anotaciones de su anterior acompañante. —¿Qué le pasó a ella? —Mina, no asesino a mujeres, pero si leíste bien tu contrato que da claro y de nuevo te advierto; no te enamores de los clientes. No crees fantasías o complicaciones, nadie va a enamorarse de ti y si lo hacen nadie dejará a su esposa y por el amor a Dios, si te odias lo suficiente como para llenarte la cabeza de mierda, de ideas del culo. Por nada del universo te embaraces de ninguno de estos hombres, digan lo que digan, prometan lo que prometan. Cásate y enamórate con tu método anticonceptivo, eso es todo. —¿Este hombre y esta chica esperan un bebé? —No, pero su esposa sabe de la existencia de Bella y eso es suficiente para que no vuelvan a verse. —Responde y se aclara la voz. —Haznos el favor a las dos de no estar preguntando tanto. Vístete bien y haz tu trabajo. Ya él tiene tu número, te pasará los datos para su encuentro. —Perfecto, voy a arreglarme. Finalizo la llamada con mi jefa y veo un nuevo mensaje por parte de Raúl, mi primer cliente. Raul Hola, tengo una hora y media disponibles. A partir de las ocho. Te espero. Mina Perfecto, estaré ahí. ¿Necesitas algo? Raúl Puntualidad. Faltaban casi tres horas para las ocho sí que tenía todo el tiempo para arreglarme y dar una excelente impresión. A mí toda la vida me ha gustado consentirme y mi momento favorito, es la hora del baño es mi momento favorita, así que inicio por una ducha completo, con exfoliación depilación y humectante, todo eso molestaría a Brenda en un día regular, pero a mí me anima la vida. Me hice el blower al pelo, me maquillé, me reforcé el depilado (si eso existe), y después me puse lencería para sentirme muy sexy Me arreglé un poquito las uñas y finalmente tomé mis cosas y salí de casa. El chofer de la compañía me esperaba, leí las anotaciones que envió la compañera anterior. Raúl de Narváez un empresario de transportes marítimos, conocido por su ganado argentino y una cadena enorme de restaurantes, está enamorado y obsesionado con el trabajo. Su mujer con los pilates, el dinero y sus hijos, su marido le gustaba demasiado por aparentar, para lucir joyas y hacerla ver como una princesa. Leo todo sobre los gustos y disgustos de Raúl, parece una persona bastante complicada, igualmente busco la manera de ganármelo, al final, el cliente siempre tiene la razón y si no le gusto lo suficiente o no le caigo bien estoy segura de que me botará. —¿Cree que voy bien vestida? —le pregunta chofer. —Va un poco formal. —¿Eso no es bueno? —Sí y no… —¿Por qué no me dijo antes? —Pensé que el cliente lo quería así. —¿Mal si le llevo la comida? —pregunto. Él me da su teléfono con el número del restaurante asiático cerca de la oficina de Raúl, ordeno un número 10, el 13, 15 y me dice que es importante que no hay trazas de maní ni frutos secos. Media hora antes de lo acordado estamos en el edificio más impresionante en el que he puesto pie. Es gigante, pretencioso y hasta sexy, el guarda de seguridad me revisa y me dirige al último piso en el cual está Raúl conversando por teléfono, mira la hora, me ve de nuevo de pies a cabeza. —Sueña conmigo, mañana cuando despiertes papá estará ahí—promete en un susurro. Yo le observé mientras sus hijos se despedía de él, un hombre alto, guapo, cabello oscuro, ojos impresionantemente expresivos, la barba bien cuidad, el traje y el cabello que gritaban lijo, se acercó a mí y tomó la bolsa con la cena para dejarla en su escritorio. —En unas horas nos vemos, cariño. Espero aterrizar pronto. Un beso. Descansa, cariño. El hombre se quedó en silencio viéndome después de colgar, le dio apagar el teléfono y meterlo en un cajón. No sé qué hacer ni que decir, simpelmente observo cada paso que da, él sonríe y se quita el saco, los gemelos, finalmente, me aclaro la voz y le digo: —He traído tu cena. —Claro, la cena eres tú Mina. —Ohh... —Desnúdate—ordena.
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