Los sueños

1567 Words
A veces, cuando estoy en la cama y siento que mi vida es una mierda, pienso en Demetrio, en cómo es ser criado por una persona poderosa como él, una persona que ve la vida de forma tan blanco y n***o. Hace un par de días le dije que iba a estar seguro con Felipe, a distancia, darnos un poco de espacio con sexo, no estoy loca, no usé esa explicación con mi papá, pero definitivamente es lo que pensé. Volviendo a Demetrio, él respondió: lo que no funciona, hay que cortarlo de raíz, y puede que yo me enojara y le dijera que si la vida es como él lo piensa él simplemente tenía dos opciones, amarme de una vez o dejar a su esposa y no estar fingiendo que había algo que salvar para ella o por sus hijos adultos a quienes les da igual. Él se ofendió, yo me enojé más y puede que tenga un 70% de razón al pensar y decir que me estaba sacando la ira de no poder tenerlo todo, no hacer mi relación funcionar, así que compré un pastel y cuanta repostería encontré, lo metí todo en una canasta y pensé en escribirle una nota y enviársela, pero fui personalmente. Y pensaba solamente dejarlo en recepción con el guarda de seguridad y llamarle por teléfono, Demetrio iba ingresando al conjunto de oficinas con su hijo mayor. Maximiliano le señaló en mi dirección y yo les saludé a lo lejos. —Mina —me saludó Demetrio y se acercó a darme un abrazo. —Siento lo de ayer —murmuró en mi oído. Demetrio hizo a soltarme y yo le abracé un par de segundos más, Maximiliano sonrió y después tomó un turno para saludarme. —¿Qué haces por aquí? —No quiero terminar con mi novio y le pedí un consejo a tu papá, luego lo insulté y ahora he venido a disculparme. —Já... eso suena a Damián. —Sin la disculpa podría ser cualquiera de ustedes. —comenta Demetrio. —Vamos a tomar un café los tres, Max necesita negociar un par de bodegas para su hermana, le puedes ayudar. —Claro —respondo y los dos sonríen. Cuando llegamos al piso de Demetrio nos encontramos con Damián, se coloca los lentes oscuros y saluda a su padre, ignora a Demetrio y me mira a mí un par de segundos. —Tengo migraña, no quiero ni hablar. —Hijo, ¿quieres que llame a un médico o te lleve a algún lugar? —Damián niega con el dedo y se despide antes de subir al elevador. Demetrio llama a su chofer y le pide que espere a su hijo en la entrada. Los tres fuimos a una sala de reuniones por un café y comer, Maximiliano reconoció que su postre favorito era el arroz con leche y sabía que la canasta no era para él pero necesitaba probarlo. —Este es espectacular, tiene crema de café o crema de dulce de leche y compré el sencillo porque siempre se queda bien con eso. —Espectacular. —Abramos los tres. —¿Dónde compraste esto?—pregunta Max. —Felipe hace mucha dieta, entonces trato de comprar en diferentes lugares y diferentes comidas y postres saludables, este tiene un poco más de proteína que una receta normal y el azúcar es alternativa y bajo calorías y con unna cantidad pequeña, espectacular de verdad. —¿Tu compras en diferentes lugares por Felipe?—repite Max sorprendido. —Sí. —Eso es... dulce. —¿Qué tal si lo estoy echando todo a perder? —¿Por qué están terminando? —Su familia me odia, él es muy posesivo y celoso y siento que estoy forzando las cosas. —Ahh, “donde tengas que forzarlo ahí no es”.—imitó la voz de su padre y los tres asintieron. —Tengo una historia que les va a servir a ambos. —Max sabe que me flipan los zapatos —sonreí. —Como loco vi unos perfectos para casarme con su madre, no me quedaban por una talla y los compré, encontré mil maneras de estirarlos, que el papel periódico mojado, el congelador, la danza del viento y Siria, mi esposa, estaba muerta de la risa, ella y su hermano querían entender por qué esos, bueno tenían unos detalles muy bonitos, los usaría una sola noche y pensé, se los pasaré a todos mis hijos si son de la talla correcta —Los dos rieron. —El día antes de la boda tuve una despedida de soltero, bebí, bailé y mis pies se hincharon demasiado. Alguien le comentó a mi esposa que todo iba mal con mis pies y ella me envió un regalo, con una nota: “Donde tengas que forzarlo ahí no es, pero si es tuyo es tuyo”. Y dije, es una cabrona hija de puta que me ha enviado flip flops. —¿Te envió flip flops? —Tu mamá me superaba en inteligencia, mandó a conseguir unos de mi talla al productor, su plan era dejarme partir durante la ceremonia y luego premiarme por casarme con ella, pero no quería casarse con alguien en flip flops —Todos rieron. —¿Estabas muy enamorado? —No, fue un matrimonio arreglado —responde Maximiliano. —Nos admirábamos muchísimo y nos sentíamos muy apasionados el uno por el otro, el sexo era espectacular. —Papá, nos ha quedado clarísimo. —Tres hijos toma un montón de sexo. —Sí, en esa época estaba cansadísimo, entre el sexo con mi mamá y el que tenía con la secretaria, el trabajo y tres hijos. —Pobre, espero que no te doliera la polla —comenta Mina. —Ninguno de ustedes es mejor que yo, pero no les voy a decir las cosas que sé. Señor fiestas sexuales con sus amigos, y señorita, hombre casado que ahora es mi amigo. —¡Qué perra! —Eres solo un niño rico y mimado —Los tres rieron. Yo me puse a conversar de negocios con Maximiliano, este quería una bodega para su hermana y una tienda en algún lugar exclusivo, privado, los dos estuvimos de acuerdo en ver unos cuantos lugares temprano en la mañana. Las bodegas eran pan comido, simplemente deben contar con las dimensiones, pero lo de la tienda estaba un poco complicado, igual sabía de un par de lugares que les podía interesar. Cuando llegué a casa me encontré con un regalo en portería, creí que se trataba de una medida extraordinaria de Felipe para hacerme cambiar de opinión, en el apartamento encontré flores y el portero me dijo que eran de Felipe. Fui por la tarjeta. La leí. "Te amo y no quiero perderte. Llámame, Felipe." Lo llamé de inmediato. —¿Qué es esto tan sorprendente? —Es un: quédate conmigo. —Eres muy convincente Felipe, pero hemos tomado una decisión juntos, que es lo mejor para los dos. —Necesito un favor. —Claro, dime. —Lo entiendo, y voy a hacer lo que acordamos, pero no estoy listo para explicar por qué no estamos juntos, aparentemente es el aniversario de mis papás y van todos sus amigos, es un evento importante, y soy el único no casado, podemos fingir un par de horas mañana que estamos bien, felices y pensando en casarnos. —Claro, iré. —Gracias. —¿En dónde estás? —En Seinvillage, estoy viendo unas becas, ¿quieres estudiar alguna ingeniería? —Agradecida por la oferta pero no. —Llego temprano en la mañana, ¿quieres desayunar conmigo? —Tengo un compromiso de una venta, tal vez almorzar. —Perfecto, nos vemos. —Bye, gracias. —Te amo. —También te amo. Finalizo la llamada antes de que pueda decir algo más y terminé yendo como una loca a Seinvillage. Entonces veo mi caja gigante y voy a la cocina por un cuchillo, y la apuñalo emocionada porque si las flores son así de espectaculares, el contenido de la caja debe ser mejor. Leo la tarjeta que sale borrosa: “Mina, no soy el príncipe azul, pero merezco una oportunidad de serlo, en años no me he sentido tan vivo, entendido y amado. Déjalo, tómate un tiempo y si en unos días o meses te das cuenta de que quieres intentarlo solo llámame. Iré a donde haga falta. Álvaro.” Le quito la manta al regalo y me encuentro con la casa y los accesorios, casi todo es correcto, excepto por un gato angora y un tipo lleno de tatuajes, sonrío y tomo dos notas más. “Me he dado un aumento de pectorales para verme más sexy y he elegido toda mi ropa porque no quiero que te vuelvas loca usando cosas que no son, ahora, mira el closet mini que te corresponde” —lo abro y todo es rosado. “Tienes un color y unos sueños muy locos. Yo me he comprado una de estas casas locas y definitivamente te quiero en mi vida, y planeo esperar.” La segunda carta parece ser de Marcela. “Mina, espero que este tipo no sea un acosador, pero creo que si le contaste de mí y de nuestro paseo es importante, me alegra muchísimo que estés bien, te dejo mi número y mis datos, espero muy pronto me llames para ir a tomar café.”
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