Pasado

1995 Words
Yo veo a Felipe I, el hombre que ha conocido dos mundos y sabe qué es tenerlo todo y qué es no tener nada. Y él me mira a los ojos mientras me da una taza de café, toma mi mano y me dice: —Conozco toda tu historia, Mina, y no me importa —reconoce el hombre. Intento preguntarle por qué y se encoge de hombros antes de reconocer que los hombres con mucho dinero y poder casi nunca saben manejar sus vidas. —Tu padre es un empresario inigualable, él literalmente ve el oro donde nadie más lo verá. Es un hombre que vende petróleo donde nadie más venderá, pero no sabe controlar su impulso s****l —los dos sonreímos. —Y las consecuencias de todas sus inmadureces y descuidos se reflejan en tus hijos. Ahora, si tu abuela supiese de tu existencia, encontraría una forma de sacar tu foto en el periódico y asegurarse de que la segunda esposa de tu padre se muera de rabia. —¿Son mis amigos? —Masha y yo... somos muy amigos, ocultarle esto la enojará, pero creo que es lo mejor para ti y para ella. A menos que quieras conocerla. —No, conocer a mi padre es suficiente —él se ríe y me da un abrazo. Yo se lo devuelvo porque aparte de Brenda y Rod no hay nadie más en la vida que parezca entenderlo y respetarlo. Felipe y sus sobrinos, quienes están jugando en la mesa al lado de nosotros, sonríen y yo me acerco a mi novio, le doy un beso en la mejilla y les pregunto qué juegan. —Canicas. —¿En la mesa? —pregunta su abuelo. —Ni modo que en el suelo —Felipe I se ríe y les muestra cómo jugar de verdad, yo los observo en silencio desde un sofá, mientras intento descubrir si este hombre de verdad siente la suficiente lástima por mi historia de vida como para dejarme entrar en su familia o tiene su propia agenda. Una hora más tarde, cuando salimos de ahí, vamos finalmente a la casa. Nos encontramos con mi suegra, quien está conversando con sus cuñadas mientras observan el cielo y comentan que pronto lloverá. La mujer abre sus brazos para saludar a su hijo, quien automáticamente suelta mi mano y va a abrazarla y llenarla de besos. Debe ser fascinante recibir tanto amor por parte de alguien, amor puro y ciego, el de una madre. —Mina, qué dicha, estás aquí —saluda la mujer y me abraza también, sonrío mientras le devuelvo el abrazo. —Cariño, te presento a Francisca y Josefina, mis cuñadas. —Yo estrecho la mano de ambas y ellas sonríen sin decir nada más. —Gusto en conocerlas. —Nosotros vamos a cambiarnos y bajamos a cenar. —Mi amor, ve a saludar a tus primos y tus hermanos. —Solo está Rodrigo, y como sabes, mis hijos viven fuera, llegarán a la celebración como tal, pero se complica cuando hay niños de por medio —explica Josefa y Felipe asiente. Él me explica que su tía Jose tiene un hijo, Rodrigo, para ella una decepción sin importar lo duro que trabaje y se esfuerce en la vida. Luego Francisca tiene tres hijos, todos de hecho viven en el extranjero y según su sobrino ella y su personalidad vibrante y negativa son la razón por la cual desean con toda la vida y el corazón mantenerse lejos de Mainvillage. Yo no he sentido el desánimo de nadie que no sea mi cuñada, la más víbora de todos, pero no comento nada. Entramos a una habitación en la cual está Carlota, sentada junto a su marido, Enrique, su esposa y su bebé pequeño, quien se acerca a Felipe una vez que lo ve. —Tío Felipe —mi novio parece derretido de amor, lo carga y lo llena de besos. Enrique me presenta ante su primo y le saludo amablemente. Felipe me pasa al niño de unos dos años para ir a saludar a su hermana y a su cuñada, yo lo miro divertida mientras él me analiza. —¿Mina, te gustan los bebés? —pregunta Enrique. —Sí, más que todo ajenos y con los papás a cierta distancia, pero eventualmente quiero unos dos. —Ese pelo rizado —comenta mientras el niño parece acariciar mi melena rubia, yo hago una señal para que lo dejen y continúo observando sus mejillas regordetas y con toda seguridad apostaría que Felipe de bebé fue muy parecido. —¿Cómo estuvo su viaje? —pregunta Carlota. —Tranquilo —comenta Felipe mientras toma una botella de agua—, pero cansado. —¿Manejaste tú todo el camino? —Sí, Mina no maneja. —Algo que no puedes hacer —comenta irónica su hermana y Felipe le da una mirada de advertencia. —He escuchado que hay una microguerra familiar a tu alrededor, Mina —comenta el esposo de Carlota. —Yo he escuchado que te portas fatal, que eres un mujeriego y un infiel, cosas que una esposa de Mainvillage no se merece hoy ni nunca. —Ahh, sí, eres bien perra —se burla. —Sí, eso es lo que le molesta a tu esposa. —El pequeño entre mis brazos se ríe y yo le sonrío de vuelta. —Felipe, hijo —saluda su padre—, estaba esperándote. —Comenta y se acerca a mí, me saluda y me da un beso en la mejilla y le muerde las mejillas a su nieto más pequeño. —Me permites, necesitamos hablar a solas. —Eso suena serio —comenta Carlota. —Carlota, no me empujes, por favor. —Le advierte su padre. —Mina, ¿quieres subir primero? —¿No has conocido la casa? —pregunto. —No. —Yo tengo que cambiar al señor mango, porque no te llevo yo y ustedes van a lo suyo —propone la esposa de Enrique. Yo sigo a Nicole, quien me asegura que eventualmente Carlota logrará relajarse y dejarme vivir, sobre todo si su esposo se comporta mínimamente como un imbécil. Nadie parece entender qué es lo que hace una mujer tan exigente como ella con un hombre tan mediocre y desagradable como él. El hombre que acabo de conocer es apuesto, es divertido, pero por lo que he escuchado decir a Felipe durante el camino, no está muy interesado en cultivar una relación con su esposa ni en darles a sus hijos amor y estabilidad. La mejor descripción para él es: un niño con autonomía y dinero de adultos. —¿Quieres un full tour o un mini tour? —Es una casa. Las dos reímos. —Gracias a Dios por enviar a Mina a mi vida —dice mirando hacia el techo y sonrío—. ¿Te apetece una copa de vino en el jardín? —No bebo alcohol, pero si no tengo que fingir que me interesa la arquitectura de este delicado lugar o que me importa la rivalidad que Carlota ha creado contra mí, puedo estar en cualquier lugar. —Bien, voy a cambiarle y limpiarlo con las toallitas húmedas, un baño en seco se lo dejo a tu padre y nos escabullimos por ahí. —Adoro el plan. La mujer me muestra la habitación que será mía y de Felipe, ya están nuestras cosas dentro, le echo una ojeada rápida y la sigo a la habitación contigua que es la suya y de su marido. Veo una cuna en un lado y las cosas del niño, es entonces cuando ella y el bebé se quejan. —Dejé los pañales en el auto. —¿Quieres limpiarle y voy corriendo por ellos? —¿Me harías ese favor? —Claro. Ella me da las llaves del auto y me voy a traerle solo unos cuantos porque después su marido irá por el resto de las cajas. Voy rápidamente hacia el piso de abajo y corro hacia el exterior sin toparme con nadie, abro la parte trasera del auto y saco una de las cajas porque no me parece tan pesada. —Estoy pidiéndote que me escuches abiertamente. —Tengo un informe completo y no me importa. —Felipe, no estoy sacrificando a Mina, veo el efecto que tiene en ti y veo lo mucho que te importa. En verdad, puedo decir que se quieren mucho, pero ninguno de los dos está enamorado. Tú estás encaprichado y ella cree que está enamorada. —Papá, planeo tomar mierda de mis tías porque son señoras locas sin nada que hacer, de Carlota porque se está convirtiendo en mis tías, pero no de ti y no hacia Mina. —Si tú no eres el heredero de tu abuelo, serás igualmente heredero. Eres mi hijo y esta mujer ha vivido en la calle, literalmente, en orfanatos. Podría ser parte de una célula delictiva. —No me interesan tus opiniones y ella no lo es —asegura mi novio—. ¿Qué sabes tú de lo que sentimos el uno por el otro? Eres la misma persona que me obligó a comprarle un anillo a una novia que me consideraba patético, una tapadera. Cierro la cajuela porque me da más miedo dejarla abierta que enfrentarme a esos dos, en cuanto resuena su cierre, los dos hombres se giran para mirarme. Yo me quedo en silencio, mirándolos y buscando las palabras correctas para defenderme, pero simplemente no tengo ganas. Mi suegro es el primero en acercarse y me explica su posición, él considera que es su obligación proteger a su hijo incluso cuando se trata de sus propias decisiones. Me asegura que todas las familias ricas de Mainvillage y del mundo investigan a los nuevos miembros de sus familias. Él había elegido darme el beneficio de la duda, sin embargo, se intriga cuando descubre que fui huérfana y que ahora vivo de “una herencia adelantada”. Como el hombre no ha mencionado mi trabajo actual en absoluto, así como no lo ha hecho su padre, sé que Maddison ha limpiado tanto como ha podido mi historia y, lo más importante, ha protegido a su compañía y mi nombre con todo tipo de acusaciones con respecto a mi profesión. Lo difícil de todo esto es que no se han encargado de limpiar mi pasado por completo. Puede que ellos crean que estuve solo unos años en el orfanato, pero la realidad es que estuve ahí desde que nací hasta que me escapé. Y si bien no les queda claro que he trabajado arduamente para superar mis problemas de adicciones, es obvio y evidente el tema de mis problemas de adicciones. Don Felipe me entrega lo que parece ser un expediente con cada uno de los pecados de mi vida, con cada una de las veces que me sobre dosifiqué o fui a algún banco de comida o campaña de salud para ayudar a las personas sin hogar. No tengo que leer demasiado para entender que todo lo que hay ahí es verdad. —No voy detrás de su dinero, si tengo que firmar algo para dejarlo claro, lo haré. Me gusta Felipe, le quiero, me hace sentir bonita, inteligente, respetada, cuidada, me escucha y entiende. Yo tengo un pasado horrible, pero la mitad de las cosas las he elegido, como estar o no en un orfanato en el que abusaban física y sexualmente de mí, o crecer ahí. Pero mi otra mitad, caer en drogas, vivir en la calle, vender mi cuerpo para comprar más droga, todo eso, todo lo que he hecho malo, lo he pasado los últimos cuatro años rehabilitándome. Si no me sintiera bien, si no me sintiera lista, no pondría en riesgo la estabilidad y la felicidad de Felipe. No voy a disculparme por mi pasado con gente de mi presente porque no les toca juzgarme ni vivir lo horrible que fue pata mí o conmigo.
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