Deliberación

1382 Words
Yo no quería que él se sintiera engañado por mí, soy muchas cosas, pero mentirosa no. Felipe reconoció que si bien es amante de la tecnología, por nada del mundo lee si no está en físico. Después de decir eso, mandó todo a su impresora, se puso a imprimir y me llevó de vuelta a la ducha. Nos quedamos bajo el agua en silencio, jabonándonos y besándonos de un momento a otro. Felipe intentó asegurarme de que nada de lo que estuviese en ese documento le parecía demasiado malo como para que me alejara de su vida. Nadie nunca me había dado la promesa del amor incondicional, pero decidí que lo mejor para los dos era iniciar de cero, sin mentiras y sin miedos. Felipe salió de la ducha y se secó con una de las toallas que venía con el lugar. —Carmina. —Sí, Felipe Tercero —Él sonrió. —No tenemos ropa. —¿De quién será la culpa? —pregunté y los dos reímos. Él me rodeó la cintura con su brazo y yo le llené de besos. —¿Te apetece hacer la compra? Un montón de comida, ir a dos supermercados si es posible y pasar a alguna tiendita por lo básico. Ya mañana vemos qué podemos comprar en serio. —Me encanta la idea. —Bien. Nos secamos y nos volvimos a poner nuestra ropa, luego fuimos a dos supermercados porque, ustedes lo creerán o no, a mí me gusta comparar y ver productos y asegurarme de que lo que comemos estará buenísimo. A Felipe, aparentemente, solo le gusta pasar la tarjeta, porque durante toda nuestra compra solo me observó en silencio y dijo: "Sí, eso podría estar rico". Intenté abastecernos respetando las reglas de su dieta, no quiero que se sienta tentado y lo dejé por mi culpa. Y como una de mis comidas favoritas, seguro en nombre de una vena italiana en mi cuerpo, es la pasta, decidí innovar y llevar berenjena para prepararla con soja. —Tengo que decirte la verdad. —¿Okay? —preguntó. —Mina, no me gusta la berenjena. —No has comido mi berenjena, Felipe. —No me gusta, la tuya, la de mi madre o la que ha puesto Dios en el universo, no me gusta. —¿Por qué? —Aceptalo. —No puedo porque a mí me parece un súper alimento, muy rico, me gusta. —Ya, pero hay otros alimentos. Mira, con esto seguro puedes hacer lo mismo. —No tienen la misma textura. Para mí, la berenjena bien hecha es como ponerle un extra de carne a la comida. —Bueno, que la berenjena no nos separe, pero si cocinas una lasaña y no me gusta la berenjena, estaré decepcionado de ti y de la berenjena. —Yo me río y Felipe se queda serio. —La verdad, tengo mucha hambre y planeaba comer un montón hace horas, y luego hemos tenido sexo y mi hambre ha empeorado. —Oh... Felipe, ¿por qué no me has dicho antes? —Me pongo sensible cuando tengo hambre. —Ya veo, mi amor —respondo y le lleno de besos. Luego lo apuro por llegar a casa y cuando finalmente lo hacemos, nos ponemos el pijama y yo, como buena ama de casa, le preparo una merienda sustanciosa a Felipe: lonjas de jamón con queso fresco y enrollado, aguacate y un solo huevito. —Gracias. ¿Ocupas que te ayude en algo? —Si te puedes salir de la cocina, es que me estresa tener a alguien tan encima. —Él rueda los ojos y asiente sorprendido. —Entonces, ¿no te molesta que yo vaya a tomar asiento y juegue con mi celular o vea televisión? —No me molesta, si luego vienes y te muestras enamorado de lo que cociné. Felipe eleva las cejas y me pregunta su plan para cocinar con berenjenas. —Mira, voy a ayudar a poner eso en su lugar cuando acabe de comer, y después, uno de los dos, aparentemente, estará muy decepcionado. Felipe tiene todo un sistema para organizar los productos, su casa siempre está ordenada, y pensaba que se debía a la mujer del aseo, pero hoy he tenido la oportunidad de verificar que es un hombre aseado, ordenado y muy meticuloso. Cuando le pregunto al respecto, reconoce que su madre los ponía a todos a hacer el oficio por igual, sobre todo a sus varones, para que algún día no fueran una carga para una pobre esposa apurada. Sonrío y disfruto de mi café mientras voy cocinando. Casi una hora más tarde, la cocina vuelve a estar limpia, ordenada, y todo está en el horno, por lo que me doy un par de minutos con el celular. Maddison: Tu familia política no parece estar de acuerdo con nada. Han intentado descubrir si Felipe es cliente nuestro o qué, pero les he dicho con vehemencia que no trabajas para mí. Igualmente, buscarán la manera de ligarte con el negocio o a él. Ponte viva, cuando regreses tomamos un café y disolvemos el contrato. Mina: ¿Quién eres? ¿Por qué molestas? Maddison: Disculpa, era a una empleada. Mina: Gracias. Maddison: Pro tip: no permitas que te hagan sentir como que no mereces algo. Yo, que conozco tu vida, la verdadera, sé lo mucho que te mereces el cuento de hadas con príncipe azul, niños y un castillo. Mina: Muchas gracias, Maddison. Me has dado una experiencia inolvidable, has cuidado de mí y me has puesto en el camino de las personas más grandiosas que he conocido. Maddison: Me alegra. Ahora borra este chat. Obedezco porque lo último que hace falta es que me revisen o clonen el celular. Aparentemente, ser parte de los Ferroso implica renunciar a la felicidad y, sobre todo, a la privacidad. Voy en busca de Felipe mientras reviso mi celular. Lo encuentro leyendo en silencio, lo dejo y regreso ansiosa. La cocina intenta hacer otro café, otro platillo, cuando en realidad mi primer instinto es salir corriendo. Creo que si Felipe se ha devorado tantas páginas hasta el momento y no ha quemado la casa o le ha dado la razón absoluta a su familia, bueno... puede que tengamos una oportunidad. No lo aseguro. Mi celular suena y veo la pantalla. Álvaro: Considero que has respondido negativamente a mi propuesta. Esperaré paciente, Mina. Yo también puedo pedir un informe y Felipe puede ser el príncipe encantado, pero no es el hombre que necesitas en tu vida. Tal vez no hoy, ni mañana, pero eventualmente se irá, y seguiré esperando pacientemente mi turno. Elimino el mensaje y bloqueo el número porque no quiero saber nada más. Una hora más tarde, toda la comida está preparada. Según internet, he preparado un postre keto-friendly y, según el tarot en línea, espero cambios en mi vida. Me atrevo a llamar a Felipe y él regresa a la cocina, va hacia la chimenea y la enciende con profesionalismo, y tira los papeles. —¿Qué estás haciendo? ¿Cómo terminarás de leer? —Sé que eres hija de Demetrio, que él es un cabrón imperdonable, que te uniste a una banda, te drogaste hasta casi autoeliminarte, estuviste casi cuatro años en prisión. Brenda es tu hermana biológica y creo que no lo sabe. Sé que estás rota y, la verdad, creo que te han quebrado, lo cual es diferente y horrible. Mina, la vida es más abstracta que decir que eres buena o mala, una delincuente o una víctima. Eres para mí una persona que ha vivido cosas que mi culo privilegiado y el de mi familia no sabría soportar ni en media hora. Evidentemente, no quiero eso para mis hijos, ni para ti. Quiero esta versión fresca y mejorada y espero que no sea una fase o una forma de salir a flote, porque aspiro a más. Mina, te quiero en mi vida, con todo lo bueno y lo malo, y si tengo que elegir entre tú y ellos, te elijo siempre. Me ves como soy, me aceptas y me das amor. ¿Qué más necesito? —¿Y tu familia? —Las familias están sobrevaloradas. —Dice el que tiene una familia. —Tú tienes una familia, me tienes a mí y a Brenda.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD