Las llamadas

1277 Words
Yo nunca he tenido un amante o un buen compañero s****l, he tenido hombres buscando su propio placer con mi cuerpo, sin importar si duele, estoy cómoda, si me divierte o si simplemente digo que no es el momento o no quiero hacerlo. Raúl siempre pregunta como tres veces si quiero y si puedo, y a pesar de que es bastante bruto, se ocupa de que sea placentero para mí también. Cuando entro a su oficina le escucho peleando por el teléfono, le doy un beso en la mejilla y me acaricia el pelo e intenta sonreír. —Federico, no necesito más justificaciones. Cállate y haz lo que te dije. En una hora, más o menos, estoy ahí—Raúl escucha a la persona al otro lado del teléfono. Yo me acerco y le quito el saco y le beso el cuello, él me rodea con la mano libre la cintura, me acerca a su cuerpo y sin timidez estruja mis nalgas, me pega a su pelvis para que sienta su erección. Le miro a los ojos y brillan de deseo. Doy pequeños mordiscos mientras desabotono su camisa. Él sonríe y yo le pegunto en un murmullo si la llamada es vital, él niega con la cabeza. Finalizo la llamada, le doy un beso en los labios y aflojo la corbata mientras mi otra mano viaja dentro de sus bóxer, le beso la mandíbula y le masturbo. —No necesito jugar, Mina. —Dice mientras me carga en dirección al sofá, me besa de una forma salvaje, se deshace con urgencia de mi ropa, acaricio mi clítoris, y yo gimo ansiosa por tenerle dentro de mí, mientras continuamos desprendiéndonos de la ropa nuestras lenguas y nuestras manos juguetean, Raúl deja caer la última penda que ando y me folla duro. La mayor parte del tiempo mira hacia la pared y la otra mira mis pecho, el ritmo al que rebotan, yo termino primero, mi orgasmo es inminente, potente y todo mi cuerpo lo siente, se amplifica con la mano tarda en correrse y se queja del condón nuevamente mientras se lo quita. —Eso… fue… rápido—comento y él se ríe. —Te me has tirado encima, qué querías que hiciera. —No sé, pero por la hora o la noche cobro lo mismo. —Estafadora —responde mientras acaricia mis piernas. —Definitivamente, no he terminado. Raúl me besa, sonrió mientras sus manos inquietas continúan acariciándome y su lengua traviesa juega con la mía. El teléfono de su oficina suena y los dos los ignoramos, pero a eso se unen, su celular y los golpes de su secretaria en la puerta. Raúl me mira y coloca su frente sobre mi pecho. —Mierda—Murmura al mismo tiempo que se pone en pie. —Raúl sé que estás ahí, no me importa si estás al teléfono.—grita la mujer.—Ábreme. —Es mi mujer. —responde en un murmullo y me hace la señal para que haga silencio y recojo tan rápido como es posible todas mis cosas, él me ayuda a ponerme en pie y me da un beso en la mejilla. —Tienes que irte—comenta mientras oprime un botón en su escritorio. Se abre la puerta hacia un cuarto gigante. —Tocas el libro rojo y te abre la puerta que da a un elevador, abajo te ayudarán a salir. —Gracias. Raúl va por sus cosas y las esparce por el cuarto, se mete a la ducha y yo niego con la cabeza antes de seguir sus instrucciones y vestirme rápidamente en esta especie de escondite o salida de emergencia. ¡Las cosas que uno tiene que vivir! Cuando llego al primer piso uno de los guardas de seguridad me dirige por el parqueo e indica que es mejor que él me lleve. Le doy las gracias mientras le explico que mi chofer espera en el frente, de igual manera, insiste en sacarme del edificio en el auto para evadir las cámaras de seguridad. Obedezco porque lo último que quiero es una esposa celosa que me quite a mi primer cliente. Mi chofer me lleva a la universidad de Brenda y mientras ingresamos pienso lo injusto que es pagar por educarte cuando tienes ganas y sobre todo has puesto tu mejor esfuerzo. La carrera que estudia Brenda es de difícil acceso, si no tienes tutores y sesiones de práctica, es más duro el examen y se abren y pocos cupos, Brenda obtuvo una nota alta, pero no lo suficiente para lo que quería. Yo coincido con Rodrigo, uno en la vida tiene que luchar, por lo que, quiere y Brenda podrá pagar cualquier préstamo al final, ya es suficientemente malo que no esté dedicándose a disfrutar y estudiar, sería horrible que abandonara su sueño por la falta de dinero. Entro en la universidad y me preguntan si me gustaría matricularme en algo o un test vocacional. Mira a la mujer impresionada y me río. —Vengo a pagar —le informo después de reírme en su cara. —Claro, cuál es su número de carnet. —Mi número de carnet… no tengo, vengo a pagar lo de una amiga. —Necesitas el número de carnet y que tu amiga o algún apoderado vengan. —¿Apoderado?—repito. —Sí, a algunos tienen abiertas las cuentas para que sus padres cancelen, tú al no ser familia ni estás en la cuenta no puedes hacer abonos o cancelación de la deuda. —Tengo el dinero y el número de cédula de Brenda. —Eso se prestaría para lavado de dinero, el gobierno no lo permite. Lo siento, llame su amiga. Estoy segura de que estará agradecida. Brenda estaría cabreadísima, le pregunto a qué hora cierra y todo lo referente a los métodos de pago. Me indica que por transferencia bancaria puedo depositar a cualquier hora y traer el comprobante, pero Brenda venir a validar y con tarjeta ella tendría que estar presente. De cualquiera de las dos formas, me hacen un descuento si cancelo el total de la deuda. Sonrío emocionada porque tal vez me alcance para arrimarle a la matrícula. Llamo a Rod, al menos tres veces y no contesta. Le escribo un mensaje pidiéndole que me llame y nada que el hombre contesta. Parece no querer saber de mí el día de hoy, así que le llamo hasta cansarme. Hay demasiada gente pasado por el área de admisiones así que pregunto si puedo tomar un café en algún lugar. Me dan indicaciones y me dirijo en busca de la cafetería. Todos parecen estresados, cansados, muy poca gente se ve tranquila, veo a la gente con sus apuntes corriendo entre una y otra clase. Finalmente, me pido unas papás fritas y una gaseosa mientras llamo a Rodrigo una y otra vez. Estoy sentada pensando en cómo pagar esto, pero irme al banco puede ocasionar que estén por cerrar y cuando regrese aquí desesperada pasará lo mismo. Recibo una llamada de parte de Raúl y contesto de inmediato. —Me alegra que esté vivo. —No se ha enterado de nada. ¿En dónde estás? —Estoy haciendo una diligencia, No regreso a tu oficina, ese elevador es una trampa mortal —él ríe. —Qué misteriosa—comenta después de reír. — ¿Cuál diligencia?—responde y me toma del cuello. Le miro asustado y él sonríe antes de colgar. —No sé si esta conversación entra en lo que debemos hablar y lo que no. Raúl agita el teléfono hacia mí, me mira divertido y sonrío contagiada, le hago una seña para que se acerque.
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