¿Qué somos?

1066 Words
Felipe había estado fuera, así dos semanas por trabajo, cuando regresó a Mainvillage condujo directo a mi casa, con un ramo enorme de rosas y un montón de regalos que pensó me encantarían. Yo llevaba mis pantalones de correr, una camisa que le había robado a Rod cuando jugaba en el equipo de béisbol nacional. Mi pelo tenía una mascarilla de aguacate con todos los aguacates viejos que tenía en el refrigerador y un aceite que compré en un mercadillo, y mis pestañas estaban empapadas de vitamina E porque, además de estimular el crecimiento, son muy buen antioxidante, eso ayuda contra los ojos negros. Como todas podrán imaginar, guapa, guapa no iba. —¡Hola! —le saludo. Él, en cambio, iba muy guapo, llevaba unos pantalones caqui con una camisa azul, un clásico. Había perdido demasiado peso, mucho más de lo que imaginé que perdería. El ejercicio se le notaba por la forma en que le quedaba la camisa y el pelo, lo llevaba suelto pero parecía tratado. Se veía muy guapo, guapísimo. —Traje cosas y pensé en ir a cenar, sorprenderte, pero estás en medio de algo. —Estás muy guapo —respondo y me hago a un lado para dejarle pasar. Él besa mi mejilla e ingresa a casa, la examina con la mirada y yo se la muestro un poco más. —Puedo arreglarme y salimos. —Podemos pedir algo y comer acá. —Vale, pero igual voy a quitarme los excesos. Él se ríe y piensa en algo para cenar que nos pueda gustar a los dos, yo voy corriendo a tomar una ducha, peinarme el pelo y sobre todo quitarme el aguacate. Cuando salgo del baño, me maquillo un poco y me ato el cabello en una cola, aunque he aprendido que no es lo más saludable. Me pinto los labios y busco algo práctico para ponerme. Cuando salgo, Felipe se ha quitado los zapatos y está observando la cafetera mientras chorrea el café. Me acerco y le doy un abrazo. Felipe me acaricia la mano y me pregunta las novedades de mi curso. Es que durante estas dos semanas he estado aprendiendo un poco más de autocuidado, en todo el sentido de la palabra. He estado yendo a clases de auto maquillaje y peinado porque a veces uno tiene compromisos, pero no quiere que se lo hagan, y la verdad se me da muy bien. —He aprendido a cortar pelo, cuando quieras. —Me gustaría saber, ahora que he perdido peso siento que me viene bien el corte. —Creo que podríamos ir a una barbería juntos y que te hagan las cejas. —¿Las cejas mías? —Sí, para que te veas muy guapo —responde y él me llena de besos. —¿Cómo estuvo tu viaje? —Aburrido, agotador y un poco estresante. Compramos una compañía que nos estaba siguiendo los pasos y el ambiente es de decadencia. Demostrarles que al final de cuentas estamos formando una sola familia es una buena idea, pero en la práctica es una pesadilla y siento que la cagamos. Fuimos muy necios al ir por ellos —responde y lo suelto para darle el café. —Viajar me genera una especie de jet lag que se cura con café. —Creo que así no funciona —los dos reímos. —Ven, traje regalos porque pensé mucho en ti y en tus clases que disfrutas, y me parece genial todo lo que te traje. Según las mejores reseñas de la tienda. Felipe reconoce que se sintió estafado en algunos lugares, mientras que en otros sentía que estaba haciendo lo correcto. Me trajo un montón de esmaltes y una lámpara para que pueda hacerme las uñas, una máquina para depilación con cera y cera que se arranca fácil, también un montón de mascarillas para el rostro. Unos productos de cuidado del rostro y premaquillaje, un kit de calor que consiste en plancha, secadora y enrulador, unas cosas que tengo que investigar personalmente y protectores térmicos de la mejor calidad, así como algunos productos de cuidado del pelo. —¿Cuánto te pasaste en las tiendas? —Mucho. Lo compré en internet y otras cosas fui y las vendedoras me dijeron muchas cosas y casi me vuelvo loco. —Gracias. El timbre de casa suena y Felipe se pone en pie para recibir la comida. Su chofer nos trae la cena, yo acomodo unas mesitas auxiliares y busco un programa que le guste a Felipe. Él sonríe cuando lo he puesto y se acomoda a mi lado en el sofá. Le doy las gracias nuevamente por los regalos y le miro a los ojos. Él sonríe y sus ojos se llenan de luz, sus mejillas de rubor y finalmente saca los alimentos de la bolsa y me va mostrando todo lo que ha pedido. —Camarones porque sé que te gustan, y he pedido langosta. Un caldo de mariscos, el tuyo en leche y el mío sin agua y harinas. Y por último, un postre keto que me encanta. —Sí, ¿de qué es? —Es un pastel de red velvet, mi hermana me mandó uno antes de irme. Estoy obsesionado y nunca he sido fan del red velvet, pero tiene sentido. Ahora, ¿con qué quieres empezar? —Siempre camarones —respondo. Él se concentra en su serie, no puedo creer que le encante todo lo que tenga que ver con narcos y hombres malos, pero lo dejo en su locura y me explica un poco de los personajes. Yo disfruto de la cena, todo está buenísimo. Al finalizar preparo más café y lo bebemos con el postre que ha encargado Felipe. Está delicioso el pastel y él se acerca para besar mi mejilla, luego me mira un poco apenado y dice: —Mi mamá tiene una fundación para niños sin hogar. Quiere que vaya, es mañana, y no quiero ir solo. Entonces les dije que vendría acompañado y ella está emocionada ¿Vendrías... conmigo? —Sé que eres mi cliente, pero ¿estamos saliendo o solo es trabajo? Porque si voy a conocer a tu madre, necesito saberlo. Felipe sonríe y me mira divertido. —¿Qué es lo que quieres que sea? —Yo pregunté antes—comento. — ¿Puedes responder? Felipe me da un beso casto en los labios. —¿Tú qué crees?
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