Elijo a dónde ir

1762 Words
Casi dos horas después de iniciada la fiesta, Gabriel regresa a casa como si nada, con ganas de retomar las reuniones que ha dejado y principalmente retomar la que ha tenido conmigo. Me saca de mi conversación con las hermanas de Xóchil para que le acompañe a su despacho. Le veo seria, y él insiste en que regrese a la oficina solo unos minutos. Me disculpo con las mujeres y le sigo por la casa hasta llegar al lugar. —Quiero hacer felices a mis hijos y a mi mujer, pero no voy a vender o abandonar mi negocio. Es como un tercer hijo —me dice, y yo asiento. —Por eso quiero ofrecerte el puesto. —¿Qué puesto? —CEO. —Estoy honrada... pero, no gracias. —¿No? —No, usted no me respeta, me admira y puede que haya aguantado un par de derechazos, pero no voy a trabajar para usted, en su hijo favorito. —Creo que le temes al reto. —No, este es un imperio familiar, conquiste a alguno de sus hijos, si no es que ambos. —Tampoco quieres ir a Mainvillage. —No, por ahora. —Vale, tu papá y yo hablamos y el próximo será en España. —Aceptas. —Iré a ver la propiedad el próximo lunes. —Gracias por tu trabajo, Mina. —Con gusto. Sus hijos y esposa ingresan a la oficina. —Los despido. —Papá —le llaman sus hijos molestos y él le da una maleta a Pablo. —Ve, muérete comido por un jaguar. —Le invita y después le da a Marco una caja con unas llaves. —Ese departamento es para que viva un soltero, no una familia, y ahora que eres pobre y necesitas rentarlo, lo mejor para todos es que tengan una casa con patio por si compran un perro y se vuelven modernos. —¿Qué va a pasar con la empresa? —Tu madre y yo dividiremos las funciones hasta que alguien esté listo o renuncie a ello y decidamos que es tiempo de vender o algo. —Marco eleva la mano. —Quiero el puesto, papá. —Quiero la oportunidad de intentarlo —comenta, y todos le ven orgullosos. Salgo discretamente de la habitación y voy con mi amiga Xóchil, la cual me regala su copa de vino falso, ginger-ale. Las dos reímos y me pregunta: —¿Cuándo te vas? —Después de la boda, voy a verme con mi novio. —Uhmm, cuando regreses de la luna de miel estarás aquí. —Me quedan dos meses más para afinar detalles y ver cómo evoluciona, pero de aquí me voy para España y espero que tú y el sobrino visiten. —Claro que iremos. —Sí —responde—. Eres familia, ahora está atrapada con Marco y conmigo de por vida. —Dice y me abraza. —¿En serio? —Cuando sea que necesites algo y llames, estaremos y esperamos. Cambio la misma cortesía. Además, lo hemos hablado y queremos que seas su madrina. —¿Madrina? —pregunto incrédula, y mi amiga asiente. Le abrazo y le doy las gracias por tomarme en cuenta. —Has escuchado la noticia? —pregunta Pablo. —¿Cuál? —Seremos padrinos. —Ya te digo yo —Los dos reímos y ellos nos ven encantados. Los cuatro brindamos por el bebé, la boda, el bautizo y una familia feliz. Me encuentro llorando como la más patética mientras Marco y Xóchil se prometen amor eterno, fidelidad, respeto y apoyo incondicional. A la mañana siguiente, con una boda íntima, familiar y preciosa, me despido de Pablo y le advierto que en unos días estaré de vuelta. Él rueda los ojos y me dice que el chofer está esperándome. Trato de regresar en una pieza. —Ya. Me despido de los recién esposos, y los dos se aseguran de advertirme que su boda se está dañando por mi culpa, porque esperaban ver a la abuela de la novia bailando sobre la mesa. Me río y les doy besos y abrazos a los dos. Antes de tomar mi maleta y partir hacia el aeropuerto, mientras espero abordar, escribo un mensaje a Álvaro. Mina Solo unos cuantos minutos más. Sr. Mafia Enviaré a alguien por ti. Estoy ansioso por verte. Mina Yo igual. Decido llamar a Brenda, sé que debe ser una hora incómoda para ella, pero simplemente lo hago. —¿Estás bien? —Sí. —Mina... —Brenda, no voy a seguir con este juego. —Yo solo quiero disculparme. Te he estado dando tiempo para que hablemos tranquilas. Solo quiero que entiendas que aprecio todo lo que haces por mí. Agradezco que seas mi mejor amiga, mi hermana, mi socia, mi cómplice. Todo eso es invaluable e incalculable, pero ser todo eso la una para la otra significa que me preocupo mucho por lo que no dices, por lo que ocultas. Cuando te fuiste de Mainvillage, estabas llena de dolor, vergüenza y miedo, y pensé por un solo minuto que quizá ibas a tocar el botón de autodestrucción. —Comprendo, pero era sí y necesitaba que alguien me dijera que podía hacerlo. En su lugar, has terminado de hundirme. —Y no tengo palabras para disculparme. Pensé que si te llamaba la atención con lo que no estaba bien, te haría regresar. Hablé desde mi propio miedo y mi incertidumbre voraz. —Te amo. —Y yo a ti, Mina. Espero que pronto vuelvas a casa. Te extraño mucho. —Yo también te extraño. —¿Cuándo vuelves? —Por ahora no tengo fecha. Brenda se queda en silencio, y yo también. Ella comienza a contarme cómo ha empezado a trabajar como camarera en el catering de la familia de Clara, y yo la escucho. Me dice que todo va bien con la universidad, con su préstamo. Y que los próximos tres años esperan que sean menos de una locura para poder conseguir trabajo pronto. Pienso en Demetrio y sus negocios con el petróleo, creo que conseguirle un puesto adecuado a Brenda Cuando se gradúe no será difícil, y me emociona de verdad escuchar que todo va caminando para ella. —¿Tú, qué cuentas? —He aprendido a montar a caballo. —¿Qué? ¿Tú en un caballo? Las dos reímos, y le cuento un poco de mi vida en el campo. Brenda ríe y no cree algunas partes de ello, como que me he familiarizado con la vida silvestre o que sigo cazando sapos. Pero extraño el sonido de los grillos en la noche. Le cuento que el proyecto está cerca de finalizar y que tengo otra propuesta de trabajo. —Creo que podré volar más seguido. —Espero que pronto podamos vernos. —Brenda, los celulares tienen cámaras. —Ya... pero no es lo mismo. No podré ver si estás muy delgada, bronceada, pálida por la luz y esas cosas. —Serás una mamá histérica y sobreprotector algún día —se lo prometo, y ella ríe. —Un día muy lejano. Por ahora debo ocuparme de Rod y de ti. —¿Qué tal Rod? —Está entrenando la liga infantil de béisbol, es una locura... —las dos reímos, y ella llama para abordar mi vuelo. Me despido de Brenda y tomo mis cosas para abordar. Debí dormirme apenas me subí porque casi cinco horas más tarde estoy buscando a alguien que haya venido por mí. Han visto los carteles en las películas, la decepción que me llevo cuando Álvaro me escribe "¿Puedes tomar un taxi? Yo invito". ¡Qué cabrón es! Mina Álvaro, no soy tu puta ni tu folla-amiga, se supone que soy tu novia y si dices que vas a enviar a alguien por mí, lo envías. Llego a la salida del aeropuerto y no tengo respuesta. Mina ¿A dónde se supone que voy, Álvaro? Me dan ganas de tomar otro avión a unas vacaciones donde no sea sobrevalorada. Pasan cinco minutos y todos toman taxis y cosas y se van, y sigo en la acera buscando el placer de ser asaltada. Le escribo nuevamente a Álvaro. Mina No sé dónde estás hospedado, Álvaro, esto es una grosería por definición. Él me llama. —¿Dónde estás?—pregunta Álvaro. —Estoy esperando un taxi para ir a un lugar que no sé. ¿Ya ves? Hospedarme en un hotel y mañana te cuento si quiero verte. —Dame dos minutos. —¡No! Ya te di diez, cabrón. Si ahora te sientes mal por hacerme venir a un país para verte y dejarme plantada en la puerta. ¡Uff! Es que qué coraje de verdad Álvaro… es una falta de respeto hacia mi tiempo y hacia todo mi ser, estaba en una boda y he venido corriendo por ti y me dejas plantada, sola en el aeropuerto, de verdad que no me merezco esto. —Mina, ¡gírate!—ordena. —Me voy Álvaro y cree que el enojo no se me pasará. —Gírate. —¡No soy un perro! Deja de darme órdenes locas —elevo mi mano y llamo un taxi, el cual se acerca donde estoy. —Mina —me llama, y me giro. Veo a cinco hombres sosteniendo ramos gigantes de rosas rosadas, todos con carteles que dicen mi nombre, detrás de ellos, con el teléfono en la mano veo a Álvaro, muy guapo y bien vestido como siempre, me mira y sonríe, se acerca sosteniendo una sola rosa. Acá de gritarle al hombre que ha llenado el aeropuerto de rosas para recibirme, se acerca con una sonrisa y me mira a los ojos, juguetea con un mechón de mi cabello y dice: —Quería sorprenderte, pero has salido por la puerta equivocada. —La más cercana —respondo, y él sonríe antes de venir a besarme, un beso largo y digno de aeropuerto. —Te extrañé. El taxista se queja porque le he llamado y parece que ya no voy a abordar. Álvaro le da veinte por las molestias y me toma de la cintura para dirigirme a su camioneta, la cual aparcan frente a nosotros. Sus empleados se hacen cargo de mi maleta y yo no puedo resistirme a abrazarle, tocarle y mostrarme como la persona más feliz de verle. Álvaro me coloca el cinturón y continúa besuqueándome. —Hay un evento… —comenta mientras le beso el cuello. —No sé si podamos ir —le interrumpo, y él ríe.—Tenemos sexo pendiente. —Gracias a Dios.
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