Perder para ganar

1780 Words
Álvaro y yo casi no dormimos. Él me cuenta cosas de su vida y yo le cuento las mías. Por ejemplo, cuando me volví loca y vendí todos los muebles del apartamento que mi padre me dio para comprar drogas. Viví en la calle sin comida hasta que casi muero. Él me cuenta cómo la muerte de su hijo lo reconstruyó a él y a su madre. Los dos no tocan las drogas ni en broma. Para honrarle a él y su memoria, me cuenta cómo deseó que le cayera todo el peso de la ley cuando en realidad le dieron prisión preventiva y orden de internamiento. Álvaro tiene un pacto de lealtad con su exmujer. Es como si de alguna forma la muerte de su hijo los hubiera unido de una forma única y especial. No me atreví a preguntar por ella, pero cada vez que la menciona en nuestra conversación puedo notar el orgullo, la admiración y una nota de amor. El amanecer llega y es para mí la señal perfecta para tomar una decisión. Álvaro parece leerme la mente y me toma de la mano. —Sé que no soy la persona más fácil y que no merezco ser el centro de tu universo, Mina. Sé que es muy temprano para hacer promesas para toda la vida, pero, Mina, yo te quiero de verdad, para toda la vida. Eres uno de mis caprichos o alguna de mis obsesiones. Eres mi complemento. Así que, por favor, acéptame. Y creo que el trauma es lo que genera cambios impresionantes en las personas. El miedo y el dolor nos hacen querer mantenernos lejos de algunas experiencias, pero el amor y el tiempo todo lo sanan. Le respondo a Álvaro que la verdad no quiero renunciar a la idea de tener un bebé, pero puedo aceptar utilizar un método mucho más seguro que las pastillas, para que no haya dudas de que estamos cubiertos. Además, estoy segura de que no es el momento de tenerlos. Álvaro está lleno de miedo y yo, la verdad, apenas estoy disfrutando de los frutos de construir mi carrera. Él ordena el desayuno, me pregunta si me apetece algo en específico y me niego antes de ir a cambiarme la toalla. Aprovecho el baño para asearme un poco y después regreso a la habitación. Estoy cansada de los últimos días, así que después de desayunar, le propongo a Álvaro quedarnos en la cama, disfrutar del silencio y la compañía del otro. Me tomo mis pastillas para el dolor y me quedo acostada junto a él. Álvaro acaricia mi espalda distraído mientras mira por la ventana. Poco a poco nos quedamos dormidos. Esta vez, yo despierto primero, tomo una ducha, me arreglo y tomo asiento en la sala para revisar mis correos y pendientes, pero no tengo nada. Luego hago una llamada a Pablo para saber cómo va todo. Él se ríe antes de responder que no sabe cuál luna de miel es peor, la mía o la de su hermano. —A mí me ha venido la regla. —Pobre de ti. —comenta divertido. —¿A qué llamas? —¿Quieres ser papá? —Ahora mismo, no en los próximos dos años estoy muy ocupado. —Te vas dos años a África. —Sí. —Bueno, si conocieras a la mujer perfecta y ella no quisiera hijos. —La dejaría antes de enamorarme porque la caída va a ser doble: o quedas embarazada, Mina, y se comporta como un monstruo, o te deja, no sé. No funciona. —Suena como si lo hubieras experimentado. —Mi mejor amiga siempre ha dicho que no quiere ser mamá. Conoció a alguien que los quería, tuvieron un incidente, lo abortó y ahora están divorciándose. La gente cuando no quiere hijos no es un quizás o un tal vez, es un no hoy ni nunca. —¿Tú crees? —Sé. —Mmm. —Y sé que vas a quedarte a ver si se le ocurre cambiar de opinión. Me llamas en diez años y me cuentas qué aprendiste. Los dos reímos y le pregunto por los compadres. Me cuenta que la boda les ha salido de locos y que el viaje de novios lo han estado disfrutando al máximo porque ni un mensaje de texto. Sí, el señor Marco, el recién casado y futuro padre se hará cargo de la empresa, al principio con ayuda de su padre porque nadie le cree que va a mandarse solo, pero está dispuesto a participar en la aventura. Yo finalizo la llamada poco después y Álvaro se acerca a mí, me da un beso y me pregunta por el desayuno. Río y él también, le señalo el carrito con nuestra comida y toma asiento frente a mí. —¿Quieres visitar algo en específico? —No… la verdad, está bien descansar. —Pensé en que podríamos descansar un par de días en los Hamptons. —Sabes que tengo que regresar.—Le recuerdo. —Sé que deberías tener cinco días libres. —Sí, pero quiero volver. —¿Quieres poner distancia? Álvaro me reta con sus palabras y sobre todo con su mirada. Los dos estamos tensos. La verdad es que no quiero renunciar a la idea de una familia, pero vamos, que Pablo lleva toda la razón. Me quedé con Álvaro y no es solo eso; mucha gente tiene hijos de parejas que les hacen infelices toda la vida, y otros tienen hijos a quienes hacen infelices incluso después de la muerte. Entonces, ¿en la vida no se puede tener todo? Pero, ¿Álvaro es lo que quiero o podrá quererme como yo quiero a largo plazo? —No sé qué más hacer, Álvaro. Tú tienes miedo y yo tengo sueños. —respondo y él se devora un pancake. —A mí nunca nadie me ha elegido. Mi mamá eligió a mi padre antes que a mí, mi papá eligió constantemente su trabajo, mi hermana eligió a un hombre antes que a mí. Yo... nunca nadie me ha elegido. Tú te identificas con eso. —Con la falta de afecto. —No, nadie nunca te ha elegido y yo te elegí para compartir una vida. Pero... tú estás huyendo. —No, Álvaro, me elegí. Me ofrecieron un trabajo y dije que lo mejor era volver a Mainvillage o a un lugar en el que fuera factible mantener una relación, y luego viniste a dejar las cosas más claras que el agua. No quieres hijos y no vas a tenerlos, y no vas a cambiar de opinión con el tiempo. —Mina, a ti te gustan las cosas claras. Dame diez años. —Ah, no, Álvaro, en diez años tendré 33 y estaré iniciando de cero, después de amarrarme a ti, ¿es justo? —Sí, en diez años estaremos juntos, felices. Yo veré cómo resuelvo lo demás. Nos casamos, compramos un perro y tenemos seis hijos. —Yo solo quiero uno. —Álvaro rueda los ojos. —Vale, un hijo. —Pónmelo por escrito, y si estamos menos tiempo juntos, quiero una compensación económica, diez millones por cada año perdido contigo, para que estés motivado a quedarte, y acciones de todas tus empresas. Tendrás que verme la cara cada semestre hasta que te mueras. —Mi amor, la única que no va a querer verme si decidieras romper conmigo sería todo muy unilateral, de tu parte, porque yo voy a estar bien, cómodo esperando. —Álvaro. —¿Qué, mi amor? —Desayuna, calladito y desayuna. Los dos reímos. —Voy a darte tiempo y esperar el documento. —Álvaro hace una llamada, yo escucho con atención cómo da órdenes a su abogado para que me transfiera una cifra de dinero ridícula. Después me pide que todo lo que tiene al día de hoy se me titule como dueña del 50%. Le miro incrédula, los dos nos quedamos en silencio y él me pide que veamos los shows que podríamos encontrar más tarde en la ciudad. —¿Ya es muy tarde para el ballet? —Sí, seguro solo quedan campos de mierda. —Veo a Álvaro y él me mira de vuelta. —Vamos a los campos de mierda. —Sí, sí. —Álvaro se ríe y me besa en la frente. Álvaro se concentra en su celular y después de terminar de desayunar va a tomar una ducha. Cuando sale de la ducha insiste en que deberíamos irnos a los Hamptons. He escuchado que es bonito, perfecto para vacacionar y tal vez una escapada romántica, pero tener los pies en la tierra no me vendría mal. —Tengo una reunión de trabajo. ¿Te molesta si voy a una cafetería, tomo la reunión allá y regreso aquí unas horas antes del show? —Claro, aquí estaré cuando regreses —respondo y me mira a los ojos. Sé que se está conteniendo por decir algo, pero decido dejarlo con sus pensamientos. Yo trabajo un poco en una nueva idea que hemos tenido de abrir el lugar a clientes exclusivos, con demasiados amigos o demasiado dinero, darles la experiencia de su vida. Marco propuso incluso invitar a algunos de sus empleados más leales a lo largo de las distintas compañías, con sus familias. Me quedo viendo a la gente pasar mientras pienso si debería reservar unos días para estar con Álvaro o invitar a mi familia, incluso a todos, pero de nuevo me siento sola. Estoy guardando mis cosas en la bolsa cuando llega al café Álvaro, ordena algo, un poco de todo para el postre, y me pregunta si tengo tiempo antes de tomar asiento. Me da un beso suave sobre los labios y me entrega una carpeta con papeles. —Envíaselos a tu abogado. —¿Qué es esto? —El acuerdo escrito de lo que has solicitado. —me informa. —Sí, hay algunas cláusulas que debes analizar, pero me da igual el dinero, poner propiedades a tu nombre o “perder” para ganar, Mina. Tú eres un inversión directa a mi vida y mi felicidad. Yo te amo, te quiero en mi vida, y si puedo tenerte diez horas o diez años, en los que seamos 100 % felices. En estos meses, lo que he disfruto que mi celular vibre, en los que no me importa sentarme diez horas treinta minutos en un avión o un bus para verte. —Se encoge de hombros. —Mi felicidad no tiene precio, y estos dos meses de idas y venidas, de conocernos este último año, sabiendo que existes, que nos hacemos mutuamente felices, para mí, han sido la gloria. —Pon las cláusulas que quieras.

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