¿Vas a quedarte?

1692 Words
Cuando despierto, estoy en la oficina rodeada de gente. Algunos intentan ventilarme, otros me dan alcohol para que respire y me piden que no me mueva. Unos minutos más tarde, ingresan a la oficina Don Rogelio, el dueño de la compañía, Demetrio y un par de hombres más. —¿Te has vuelto loco? —pregunta Rogelio a gritos a su empleado. —Ella... —No hay justificaciones para esto, te vas —grita—. ¿Seguridad? —Los voy a demandar. —Pon la demanda, haz lo que quieras, pero te juro que no volverás a trabajar en ningún lugar de este país —amenaza Demetrio—. ¿Qué mierda es esto, Rogelio? ¿Qué clase de negocio es este? —Demetrio... —intenta decir Rogelio. —Ni mierda. Mañana hablas con mis abogados. —No es su culpa —intervengo. —No me interesa. Es evidente que este señor está borracho. ¿Qué estabas haciendo cuando se te ocurrió que era una excelente idea pegarle? —grita Demetrio furioso—. Vamos —dice y me carga hacia su auto. El chofer le abre la puerta y él insiste en llevarme al hospital. Me suturan la cabeza y después Demetrio me lleva a comer porque la recomendación es que no me acueste a dormir. No tengo apetito, me siento avergonzada y cansada. Él me toma de la mano y me dice lo importante que es la comunicación y decir las cosas en el momento justo. —No soy una niña, debería poder con mi vida. —Mina, la gente nunca puede con su vida. Cuando tengo un problema, llamo a mi mamá y tengo el doble de tu edad. Tú puedes llamarme siempre y por pequeño o grande que sea el problema, lo resolveré o al menos te escucharé. —Quiero usar mucho. Quiero no sentir nada —le digo y sus ojos se llenan de lágrimas. —¿Has hablado con tu terapeuta, estás yendo? —Dice que necesito una red de apoyo. —¿Y quieres que yo lo sea? —Sé que es horrible lo que voy a decir, pero no puedo decepcionarte más de lo que ya te he decepcionado en esta vida. —Sabes, mi papá era un alcohólico, le pegaba a mi mamá y a mí me tocaba recoger los pedazos, intentar estar al lado de mi madre y alejarle a él lo suficiente como para que no nos hiciera daño. Tengo experiencia en decepciones, recaídas, drogas, mentiras y las perdono todas, hija, porque me importas. No pude salvarle a él, pero lo que sea que tenga que hacer para salvarte a ti, lo haré —promete y me abraza, me rodea con sus brazos y lloro desconsoladamente. Una hora más tarde estoy en el consultorio de mi médico. Él nos ve a ambos y asiente satisfecho porque definitivamente no era lo que esperaba, pero es una persona que no va a dejarme caer y en cierta forma soy yo aceptando que tengo más de un problema. Soy yo solucionando mis problemas. El médico me hace explicarle a Demetrio mis problemas y este escucha con paciencia. —Mina, puedes ponerle una orden de restricción y, la verdad, en este momento, después de ser agredida por tu jefe, puedes exigir que lo despidan tienes un montón de opciones —me asegura Demetrio. —Ya sé, pero... me da mucho miedo tomar acciones y que vaya con un periódico. Felipe no... no está listo para esto. —Felipe, ¿el tipo que se mudó porque presiente que lo estás pasando mal en el trabajo? —responde mi terapeuta. —Yo no estoy lista para la lástima y la vergüenza. —Tú no tienes que sentir vergüenza, Mina. De verdad, que si yo hubiese sabido, te hubiese sacado de ahí. Lo siento tanto, hija —dice entre lágrimas.— No tengo palabras para disculparme, pero si tú no lo sacas de ahí, yo veré cómo. —En este caso en particular, es necesario que Mina haga todo lo posible por solucionarlo ella. Algo que le genere paz, porque la que tiene que cerrar ese ciclo de violencia física eres tú. Lo mismo con tu jefe, de esto necesitas aprender que no puedes dejar que la gente te eche mierda encima porque tienes un pasado o miedo de arruinar tu presente —mi médico se acerca y me toma de las manos—. Si no dejas de llorar, tendré que medicarte —me dice—. Mírate los dedos, los tienes llenos de sangre de arrancarte la piel, Mina, no puedes seguir así. —Ya sé. El médico me da un tratamiento oral para tomar en casa. Demetrio se compromete a ir a visitarme y supervisar que todo esté yendo en buen camino, además de acompañarme a terapia en los próximos tres días. Me lleva a casa y cuando subimos, Enzo viene corriendo a recibirme. —¿Tienes un perro? —Es un perro compartido. —Ya. —Mina —me llama Felipe y lo veo a él, a su abuelo y a sus padres—. Pensé que estabas desaparecida, que algo malo te había pasado —dice y noto la angustia en su composición corporal, en sus ojos, en su tono de voz. —Escuché lo que pasó y he ido corriendo. No estabas... y... he pensado lo peor. Yo... pensé... —Rogelio ha llamado —explica el abuelo Ferroso y Demetrio asiente. —¿Estás bien, cielo? —pregunta Carmen —¿Qué te han hecho? —Perdón, pero necesito ir a acostarme —respondo—. Siento... haberte asustado, Felipe. Demetrio tenía una reunión cerca y ha venido a ayudarme —intento aguantar el llanto y se me escapa. Felipe me abraza y yo lloro mientras le cuento todo lo que me ha pasado, en medio de ahogos, llanto y todo el dolor intento explicarle cómo he aguantado, gritos, insultos, rumores de oficina, amenazas, que me hicieran creer que era incompetente y estúpida, que mi título no era suficiente y que me estaban haciendo un favor. Le cuento que una de las personas más horribles de mi vida se para todos los días frente a mi escritorio para trapear, está por los baños, todo el día está al rededor mirándome y obligándome a recordar cosas horribles, con tan solo su presencia y una mirada. Reconozco que tengo miedo, que estoy horrorizada y no sé qué hacer. Admito que no quiero que se vaya y él me aprieta contra su pecho mientras promete que no será y me acaricia el pelo y la espalda. Él escucha, me abraza y asiente mientras le digo toda la verdad. Demetrio sirve una de las gotas en una cuchara y hace lo que el médico le ha explicado. Básicamente, me seda y se lo agradezco antes de quedar profundamente dormida. ¿Recuerdan lo de la maleta? A veces, cuando se abre totalmente y la gente no puede creer que su contenido es tan oscuro, pesado, desgastante. La gente sabe que uno trae mierda encima cuando dices que has vivido toda tu vida institucionalizada, cuando di ces que te has criado como huérfana, la gente jura que las cosas han ido mal, pero no dimensionan cuánto, no importa lo que piensen, en el momento en el que la maleta se sabe, todo cambia. Despierto y estoy sola en mi habitación, no está felipe, no está el perro, no parece que nadie durmiese a mi lado, voy en pijama, pero la casa está en total silencio, sola, triste, y camino en su busca. La gente no siempre aguanta la verdad y simplemente se van, sin decir nada. En su lugar, veo a Demetrio. —Buenos días, Mina —me saluda y se acerca a mí. —¿Has probado el matcha? —No. —Es un té verde, sabe fatal, pero es buenísimo para la gente ansiosa que no puede tomar café. También hice descafeinado y esto es el único desayuno que me sale bien; huevos revueltos, con tostadas y queso. Ya te iba a despertar.—reconoce. —Gracias por quedarte. —Siempre que me necesites —Demetrio me abraza y me besa en la frente. Le abrazo de vuelta, porque por primera vez parece que ha elegido quedarse, me ha elegido a mí sin importar las circunstancias, sin importar la verdad que nos rodea o mis problemas, parece haberme elegido, eligió amarme. Las puertas del elevador se abren y Felipe viene con una sonrisa. —Es rápido, no seas pesado, Felipe. De verdad, que no se puede ser así. —Mamá, esto es una invasión. —¿Qué pasa? —pregunto. —Se ha invitado sola —responde Felipe y viene y me besa—. He sacado a Enzo. Iremos a correr juntos porque el ejercicio eleva las endorfinas y mi mamá ha traído el desayuno. Mi abuelo ha venido con rosas y mi papá siente que quieres comerte una variedad de chocolates indecente. —¿Te vas a quedarte después de todo lo que he dicho? —Sí. —¿Vas a quedarte? —Solo he sacado al perro y he permitido que esta gente entre en tu espacio. —¿No estás molesto ni vas a irte? —No, Mina, ¿por qué estaría molesto contigo? —¿No es demasiado? —No sé de qué estás hablando, pero no voy a irme. No vas a sacar trapos sucios y voy a decidir salir corriendo y abandonarte. No soy tan mierdas ni tan superficial. No es tu culpa que yo haya tenido una vida casi perfecta mientras la tuya está cagada al máximo. Estamos juntos Mina, no voy a dejarte. Definitivamente, voy a montar un jaleo impresionante porque lo que te han estado haciendo es una mierda y me tengo que sacar la rabia con alguien. Obviamente, el conserje será despedido y el cabrón hijo de puta que te golpeó se va a arrepentir toda la vida mientras vive en una alcantarilla —asegura—. Ahora, desayuna. Me he tomado el día y la verdad, me apetece un masaje de dos horas.
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