Tú imagen

1475 Words
Yo soy de esa gente que mientras esté paseando; es feliz. Puede ser en bus, tren, camión si tengo la oportunidad de conocer un lugar, lo hago. La primera vez que fui de vacaciones fue con mi padre y me obsesioné con Grecia. Es una ciudad preciosa y quiero conocerlo completamente. Regresar con la persona adecuada y disfrutar de todo lo que es hermoso de ahí, fue amor a primera vista. Mi viaje a Nueva York no tenía nada que ver con el viaje que hice con Demetrio, ese era un viaje en el que iba muy emocionada, pero confiada de que todo saldría bien. Aquí… no tenía claro que me esperaba. Raúl tiene un jet privado, en el que van sus empleados, lo cual a mí me parece incómodo por el hecho de que está casado y todos saben que no soy su asistente y tampoco su novia, pero decido concentrarme en la vista. Los vuelos tiene esa ventaja, nunca más vas a volver a ver una vista como esa ni siquiera siento piloto. Entre la especificaciones de Raúl para traerme en este viaje estaba llevar falda, yo me he puesto una lo suficientemente tuvo a pesar de ser de mezclilla, él se ríe y continúa conversando con sus empleados las primeras dos horas del vuelo, algo que no sé lo que es, pero de lo que no entiendo. Yo leo un poco sobre la historia de Nueva York y la verdad es que le parece fascinante todo lo que dicen, por ejemplo la razón por la cual se inventaron los respiraderos en las calles, es como si cada ciudad fuese una persona y adquiriera una personalidad desde muy temprano en la vida. A mí me resulta fascinante hasta que siento la mano de Raúl sobre mi muslo, la dejo ande está y les da las gracias a sus empleados. —Está muy claro, ahora vendámoslo al cliente. —Sí, don Raúl, es una oferta inmejorable—responde uno de sus empleados yo evito su mirada. —Disfruten del vuelo a Nueva York. Él me mira y yo me quedo en silencio mirándoles hasta que bajo el libro. —Quieres venir a la sala VIP consigo. —¿Que si quiero follar en tu juguete frente a tus empleados?—pregunto. —Es tu imagen Raúl—Me desabrocho el cinturón y me pongo en pie, le animo a moverse y él se toma su tiempo para hacerlo y sé que está cabreado, pero yo más, porque en el futuro, mundo él se canse de mí y tenga otro cliente, alguno de sus empleados podrá señalarme con el dedos y complicarme las cosas. Raúl se pone en pie y me toma de la muñeca, me lleva a la otra sala, donde están las azafatas reunidas. En espera de indicaciones, él les pide una whisky para él y una limonada para mí. —Si te importa el qué dirán, no estás hecha para el trabajo. —No es solo el qué dirán, es tú tienes una imagen. —Mina, lo hagamos aquí o no, la gente siempre va a sumir que lo hicimos, esa es la historia y nada que hagas cambiar. —La azafata interrumpe con las bebidas y él les pide que se retiren. —No voy a obligarte a nada, suficientes problemas y preocupaciones tengo para hacerlo por ti. Veo cómo una de las azafatas cierra la comunicación con el espacio den el que están todos sentados, luego se retira a la cabina que les corresponde y yo me siento sobre el regazo de Raúl. —¿Qué te preocupa? —Es un negocio importante, mucho dinero está en juego. —Reparto besos su mandíbula e insisto en que hay algo más. —Mi hermano está desaparecido y mis padres furiosos. —¿Por qué? —Se ha robado los candelabros y abierto con una bomba casera la caja fuerte de mi padre, se ha llevado todo el dinero y las joyas de mmi mamá. Probablemente, le deba el alma a su camello o planee matarse. —Lo siento —respondo y le beso el cuello mientras le desbotono la camisa. —Dijiste que no quería hacerlo. —Dije que tienes una imagen que cuidar y que no quiero hacerlo frente. Cinco tíos que me han intentado ver las tetas desde que subí. Tú por lo menos me estás pagando. Creo que es una buena experiencia tener sexo en el avión. Raúl ríe y me quita el pelo que cae en cascada sobre el rostro, me da un besos sobre los labios y me acaricia uno de los senos sobre el brasier, pega su frente contra la mía y sonríe. —Este es un muy buen brasier, por eso todos te miran. —Son un buen par de tetas—me felicito. —Exquisitas. —Considero que me las debo operar. —Si te pones más te verás vulgar. —Quiero reducirme. —Vas a perder clientes —me río. —Definitivamente, ese es mi punto de inflexión, puedes insultarme y fastidiarme, te permito negarme el sexo, pero... quitarte las tetas es un signo de maldad. —Me duele un poco la espalda, son incómodas, tengo que cuidar debajo de ellas por miedo a un hongo y no quedan así paraditas. —Entonces, levántatelas. —El peso las va a bajar. —Raúl las amasa un poco y se ríe antes de señalar mi asiento y darme un par de palmadas en las nalgas. Insisto en preguntarle si quiere algo más y él se niega.—Deja de tocar mis tetas y amasarlas. —El sexo en el avión es muy muy divertido, pero será a la vuelta. —Gracias—le digo y él sonríe. —De vez en cuando te pagaré por decir no. —Los dos sonreímos y le propongo un juego de cartas. —¿Se me da bien? —No. Los dos reímos y él pide un paquete de cartas a las azafatas antes de advertirme que voy a perder como nunca en la vida, yo simpelmente finjo ser estúpida y le doy la satisfacción de ganar, una y otra vez. Raúl no está de vacaciones, sino de negocios, así que en cuanto aterrizamos, me envía al hotel con una lista de instrucciones para que pueda disfrutar. Para ello me consiguió un guía turístico personal, el cual me llevó a conocer los sitios más icónicos de la ciudad a lo largo del día. Esto no solo es una ciudad, es una de las más reconocidas en el mundo y su vibración es fenomenal, la gente un lado a otro con toda la energía y la seguridad que da la pertenencia, es frenético y excitante, pero verlo en vivo es una locura. Mi guía se llama John, y es de lo más atento, muy inteligente y divertido. Anticipa lo que me va a gustar y lo que no, y al ser un tour privado de vez en cuando nos saltamos las filas, otras veces mientras esperamos me cuenta cosas de su vida y como a mí me gusta conversar lo escucha, así aprendí que es estudiante. Es hijo de migrantes cubano y mexicano, y que hacía mandados por toda la ciudad en una motocicleta, llevando documentos de una oficina a otra, comida, ropa, lo que la gente necesitara. Hasta que uno de sus jefes le pidió entretener por la ciudad a su hija, y esta le recomendó a una amiga y otra y otra hasta llegar a mí, y de esa forma, entreteniendo a niñas ricas y aburridas se gana la vida. —Yo no soy rica ni aburrida. —No, por eso me caes bien, Mina. —¿Cómo lo sabes? —Comes de todo, eso quiere decir que eres una amante. —Já... —Respondo y los dos reímos. Él me asegura que todos tenemos algún trabajo que no nos gusta hacer, pero nos ayuda a llegar a fin de mes. A Raúl a penas le vi en la noche, nos ocupamos de su estrés, porque siento que estoy para desestresarlo más que acompañarlo, pero por mí está bien. Al final, el sexo no es mi parte favorita del trabajo haya o no orgasmos prometidos. Le preparé una tina con agua caliente y sales, le realicé un masaje mientras intentaba escuchar todos sus males, pero, Raúl no le interesa ser grosero o conversar cuando no quiere, besa a los nudillos de mis dedos y promete que lo único que quiere es silencio, así que no digo nada más. Cuando termina el masaje me da las gracias y pide servicio a la habitación, nos traen la cena de ambos y yo le comento que prefiero dormir en mi habitación si él no me necesita, Raúl sonríe y me da permiso de marcharme en cuanto acabe de comer.
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