Capítulo 4: Un lugar

820 Words
— ¿Eres Astrid? — Así es. — Nathan quedó impresionado con tu curriculum y presentación, así que me pidió que por favor te buscara para confirmarte que conseguiste el puesto como Asistente. Felicidades. — dijo con entusiasmo. — … — permanecí atónita. No podía creer lo que estaba escuchando. Miré en todas direcciones en busca de una cámara oculta o de algún policía que viniera a buscarme con la denuncia telefónica realizada a mi nombre, por ser parte de un episodio de vandalismo en medio de una institución privada. — Perdón por mis modales, soy Estela, seré tu asistente en todas las áreas que vayas tomando a medida que te incorporen. — se presentó formalmente. — Entonces… lo conseguí. — era una afirmación pero tenía más tintes de pregunta que otra cosa. — Ah sí, sí. Mañana mismo comienzas. Él dijo que tenías disponibilidad inmediata, así que llegaste como caída del cielo. Todo ahí es un caos desde que se fue la asistente ejecutiva anterior. — ¿Se fue? — entonces la frase de que “Llegaste como caída del cielo” me empezó a hacer ruido—. ¿A caso le sucedió algo malo? — No sé si corresponda… pero entre nos… el jefe puede que tenga algún que otro desliz con sus asistentes… pero no te preocupes, en tu condición dudo mucho que quiera propasarse contigo. — rio divertida por la ocurrencia, y aunque me irritó un poco su impertinencia, en el fondo sabía que tenía toda la razón. Aquel saco de huesos era un bastardo, jamás volvería a caer en sus redes. Y yo, como un tambor andante, tampoco sería de mucha atracción para sus extravagantes gustos esporádicos. — Bueno, Estela. Gracias por avisarme. — Nos vemos mañana, ingresamos a las ocho de la mañana y está incluido el almuerzo, así que no te preocupes por traerlo. — Excelente noticia. Hasta mañana. Hasta que no llamé a Ruthy para contarle las novedades no podía creérmelo todavía. Parecía que la vida al fin iba tomando su rumbo. No obstante, no perdí la esperanza de conseguir alguna oportunidad laboral y seguí aplicando para otros puestos. No caía en la cuenta de que tenía empleo hasta que me presenté en la recepción al día siguiente portando mi mejor traje, al menos el que mejor me calzaba hasta el momento, y me presenté con mi nombre frente a la recepcionista de entrada. Tan pronto como supo quién era sus ojos se redondearon de sorpresa. Principalmente retomó la vista hacia mi vientre, lo que al parecer le había llamado muchísimo la atención. Pese a su indiscreción me mantuve firme y avancé por el camino que me había indicado. Al ver a Estela al final del corredor, cruzamos miradas y al reconocerme se quedó fuera de su cubículo para esperarme. Tenía instrucciones detalladas de las tareas que me tocarían realizar durante el día. Me comentó que pasaría por un periodo adaptativo donde se me irían sumando más actividades con el transcurso de los días. Abrió la puerta de una pecera, era una oficina muy modesta pero hermosa. Con muchísima iluminación tal y como a mí me gustaba. Me alegré cuando me dijo que sería mi lugar de trabajo, pero en el fondo, me sentí muy expuesta. Era un lugar que no pasaba desapercibido y más allá de eso, era totalmente abierto a la vista de cualquiera… aunque luego de pensarlo unos minutos, tampoco tendría demasiado tiempo para hacerme la vaga, después de todo, el listado de actividades era extensísimo. Comencé con lo básico que sería registrarme en mi laptop, ingresando a mi correo y conociendo un poco las plataformas administrativas que se usaban en la compañía. Arranqué entonces leyendo la primera tarea del extenso listado de quehaceres que se me habían asignado. Estela intentaba ponerme al corriente de todos los temas y empaparme en aquellos donde tenían ciertos inconvenientes para que los fuera teniendo en cuenta en el radar. Fue un día lleno de reuniones y presentaciones de equipos, sentía que con cada interacción que tenía ese día sumaba a mi vida profesional un plus que me hacía sentir viva. La emoción, la dinámica laboral, todo era un espectáculo. Casi al terminar el día, Nathan me llamó a su oficina. Si bien fue quien me presentó al resto del equipo, se vistió de un manto de indiferencia con el que logró darme la impresión de ser prácticamente un desconocido para mí. Realmente no conocía su perfil profesional y no podía negar que me agradó. Pensar en esa faceta suya me hizo pensar en cómo fue que nos conocimos y cómo terminamos en aquel aprieto. Pasar del amor al odio era tan fácil que asustaba. Pero era tanta la indignación que me generaba, que el miedo prácticamente perdía protagonismo así como sucedía en cualquier historia entre dos personas que deciden terminar una relación. — Por favor, revisa las condiciones de tu contrato.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD