Capítulo 3: Un trabajo

1079 Words
— ¿Qué quieres? — inquirió sin rodeos. — Se supone que un buen CEO debería liderar con el ejemplo. ¿Cómo crees que tomen tus empleados el hecho de que no solo rechazas a tu propio hijo sino que además te niegas a brindarle apoyo financiero para su cuidado? — me desconocía a mí misma, prácticamente estaba chantajeando a un cuervo. Pero la vida me llevó a este extremo. No podía tirar más de la cuerda, debía saltar a todo o nada y allá iba con todo el arsenal con el que disponía. —. Quiero dejar en claro que no te estoy extorsionando por tu dinero, solo te pido algo muy sencillo. No quiero tu lástima, no quiero tu limosna. Sólo te pido que como consecuencia de nuestro desliz, me des un trabajo hasta que yo vuelva a mi figura normal y pueda encontrar un trabajo por mí misma en otro lado. — … — por primera vez, descubrí su expresión vacía, no tenía palabras. Lo tenía con la espada contra la pared. — Así que será algo temporal, cuando pasen estos meses y consiga un trabajo fuera de aquí, entonces te puedo asegurar con toda la certeza del mundo que no me volverás a ver la cara en tu vida. — negocié mientras me dirigía nuevamente a la puerta para partir. — … — Piénsalo tranquilo pero si no tengo una respuesta para mañana al mediodía, entonces, no te preocupes. Conozco muy bien el camino para encontrarte. Aunque, probablemente recurra a otros medios de comunicación que serán un poco más masivos en la próxima ocasión que nos veamos. — No te atreverías. —articuló como pudo sin dar crédito de lo que oía. — Se nota que no tienes ni la menor idea de quién soy. — me despedí con una mirada filosa y partí cerrando la puerta con un temple que dejó aterrado a mi único oyente. Mientras partía, la voz de Ruthy seguía dando vueltas en mi cabeza. El diálogo de aquel día rebotaba en cada uno de mis pensamientos haciendo que reviviera aquel instante que resultó culminante. Recordando… — Esa es la cuestión… no le pedirás dinero. — rio mi amiga con suficiencia aquella tarde, sabía que su plan era más que perfecto y realmente lo era. Solo que el resultado podía llegar a ser muy bueno o muy malo. Nuevamente, mi vida pendía de un hilo y los extremos ya resultaban moneda corriente en mi día a día. De no haber sido porque al día siguiente me llegó el exasperante pedido de desalojo no hubiera entrado en crisis. Tenía dos entrevistas más la semana siguiente, pero una fue peor que la otra. Y para cuando arrancó la siguiente semana, la idea de Ruthy prácticamente se había convertido en una obsesión. — Piénsalo, yo estoy sin empleo porque no formo parte de la dedocracia de la sociedad. — ¿Dedocracia? — Si, la dedocracia. No tengo contactos, Astry. No cuento con nadie que con su dedo diga: “Quiero que esta persona trabaje para mí, porque es conocida mía.” Pero ese es mi caso. No el tuyo. — ¿A qué te refieres? Mis padres no van a ayudarme. — omití el hecho de que ellos ya ayudaron a mis hermanos… entonces, en un universo ideal como el que yo pensaba que vivía, se suponía que serían mis hermanos quienes deberían darme una mano a mí durante mi futuro laboral. Aunque claro, esa era una verdad que nunca fue dicha en palabras. Y al no hacerla oficial, mis hermanos se olvidaron de los favores de mis padres, acumulando un odio incalculable hacia ellos que terminó dejándome a mí a la deriva en un mundo que era cada vez más competitivo y difícil de poder embarcarse, incluso con un título bajo el brazo. La verdad, no era que fuera su obligación el ayudarme, pero hubiera sido un lindo detalle. Algo muy parecido le había sucedido a mi amiga, por eso aunque ciertamente nunca dijimos una palabra al respecto, podíamos comprender perfectamente lo que se sentía esa situación en particular… las familias… las familias son siempre un tema. Casi afirmaría que cada familia es un mundo aparte. — Lo que trato de decirte, es que tienes al padre de este chiquitín como boleto asegurado. — No voy a pedirle prestado dinero, con todo lo que me hizo. Ese bastardo no se merece ni que le dirija la palabra. — Lo lamento, pero deberás hacerlo. — No te entiendo, ¿qué es lo que estás diciendo? — sentía que me hablaba un enemigo. No comprendía a qué quería llegar con todo eso. — Deberás ir a exigirle que te dé trabajo. Después de todo, es su culpa también que estés en esta situación. Si bien esos reclutadores se interesan cuando leen tu curriculum, tan pronto como te ven con esa pancita, automáticamente te descartan. No es justo, entonces, compartan la culpa. Que te de trabajo hasta que puedas recuperar tu imagen profesional por una menos maternal. Es horrible decirlo, pero en un mundo como el nuestro, todavía hay cosas como estas que debemos hacer… al menos por ahora, estoy segura de que en algún momento ya no serán necesarias…— dijo perdiéndose en ese mundo ideal que siempre tenía en mente. — No lo sé… es muy… — Arriesgado, pero necesario. Lamentablemente, hoy es el único que te puede sacar de esta situación. Y la verdad es que te lo debe. Ambos hicieron este pequeño desastre. Ahora asuman las consecuencias. — Deberé comerme el orgullo… no sé si pueda. — Es eso o criar a un pequeñín bajo un puente. Además piénsalo de esta forma, él deberá evaluar si pone en riesgo su credibilidad dentro de la empresa que lidera… En lo que a mí respecta, ambos perderían mucho. Lo mejor que pueden hacer es una simbiosis aunque sea temporal. — Odio cuando tienes razón. — Lástima que siempre la tengo. — Lástima que siempre la tengas. — y allí finalizó nuestra conversación, al menos lo que recordaba debido a que gritaban mi nombre a una cuadra de distancia. Me di media vuelta y descubrí que una jovencita se acercaba a mí prácticamente llamándome a los gritos. — ¿Eres Astrid? — Así es. — Nathan quedó impresionado con tu curriculum y presentación, así que me pidió que por favor te buscara para confirmarte que conseguiste el puesto como Asistente. Felicidades. — dijo con entusiasmo.
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