Capítulo 10: El aventón

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Permanecí en silencio mientras acompañaba al señor Cesareny hasta la puerta de la sala de reuniones donde nos despedimos con un apretón de manos. — Un placer hacer negocios con usted, Astrid. — Opino lo mismo, ha sido un gusto Sr. Cesareny. Que tenga un buen día. — — Igualmente. — agradeció mientras partía con cierta gracia del lugar. — Creo que le caes bien. — ¿Cómo dices? — A la anterior asistente ejecutiva ni siquiera la dejó hablar cuando realizó la primera propuesta de este año. — ¿Con Jimena? ¿Así se llama? — Si, con ella. Fue un encuentro de lo más incómodo. Cómo explicarte, fue como tener a un león y a un búfalo en el mismo lugar. Fue horrible. — comentó mi asistente totalmente espantada. — Mh… creo que puedo imaginarme una situación así… creo… pero él no parece una persona complicada. — Ja… él no era el problema, créeme. — contestó con ironía Estela mientras terminaba de recopilar todo el papeleo que quedó sobre la mesa. — … — me le quedé mirando sin comprender con exactitud a qué se refería. — ¿Sabes? Creo que él es de ésa clase de personas que si la respetas te tratará con el mismo respeto. Te supiste poner a la altura de la negociación… ahora entiendo por qué conseguiste este puesto. Tengo mucho que aprender de ti. — dijo con admiración. — ¿Pero qué le pasa? — me pregunté molesta mientras la miraba partir rápidamente de la sala de conferencia totalmente exaltada, como si hubiera descubierto tierra firme después de un naufragio terrible. ¿A caso no se dio cuenta de lo que me estaba diciendo? ¿Cómo se atrevía a decirme que ahora entendía por qué conseguí el puesto que tenía? Está bien, lo conseguí por extorsionar del mismo modo que lo hice con el sujeto que se fue hace dos minutos, pero tampoco para que me venga a echar en cara esa verdad. Estaba que tiraba humo y tomando de mi laptop, partí de la sala de reuniones para ir a mi pequeña pero súper acogedora oficina para así continuar con el papeleo que quedaba del día — De legales me informaron que pudieron cerrar el contrato con Cesareny. — comentó Nathan desde la puerta. — Así es, fue una negociación bastante productiva. Sé que ya estaban ofreciendo sus servicios en la empresa pero con algunos ajustes podrán seguir mejorando a la par nuestra. — comenté sin prestarle mucha atención. Los papeles que tenía sobre el escritorio eran más urgentes que su insípida conversación. — Él era un buen amigo mío en la escuela de negocios donde estudié. Me alegra que volvamos a trabajar con ellos. — me confió seguido de un silencio solemne. — No sabía… — dije sin saber exactamente cómo contestar a eso. — Tampoco debes saber que ya son más de las siete de la tarde. — informó irónico. — ¿Qué? — levanté la vista del papeleo para corroborar sus palabras con mi reloj. — Te llevaré a casa. — avisó mientras daba un paso sobre el corredor. — No hace falta. — contesté molesta, estaba enfadada conmigo misma por dejar que se me fuera así el tiempo. Ruthy debía de estar esperándome en casa, me había pedido que por favor cuidara de su mascota durante un par de días mientras ella se iba de viaje al día siguiente, debido a una propuesta de trabajo que tendría en otra ciudad. — Entonces pediré un taxi. — sacó su teléfono para marcar pero automáticamente lo interrumpí en el acto. — No, me iré caminando. — insistí. No tenía dinero para un taxi pero tampoco tenía tiempo para salir corriendo y llegar hecha una desquiciada hasta casa. — Entonces te llevo. — sentenció sin dar margen a réplicas. — De acuerdo. — acepté el aventón, después de todo, estaba demasiado cansada y escasa de tiempo. Subí a un auto de alta gama que al parecer era de la empresa y que era para uso particular de Nathan. Todavía se olía el cuero recién a estrenar. Los lujos con los que contaba el tablero, la caja automática y cada detalle que tenía prácticamente me llevó a omitir la rapidez con la cual habíamos llegado a mi hogar. Ni siquiera sentí la velocidad con que había manejado por haberme entretenido viendo el tablero en un intento de entender para qué funcionaba cada luz que proyectaba con su sofisticado diseño. Cuestión que cuando miré por la ventana, ya estábamos en mi barrio y para ser más exactos, estábamos justo fuera de mi casa. — Gracias por traerme. — me despedí bajándome del auto y cerrando la puerta. La ventana se abría a la par pero sólo me di cuenta cuando escuché su voz diciendo: — Estuviste muy bien hoy, sigue así. — me felicitó mientras me dirigía por primera vez una mirada menos cortante y un poco más relajada. Asentí a su saludo y lo vi partir cuando me alejé del vehículo lo suficiente. Quizás trabajar con mi ex no había sido tan mala idea después de todo… o al menos eso pensé en ése momento.
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