Capítulo 11: El chofer

973 Words
Con cada día que pasaba, me sentía más y más como una señora de negocios. Entendía a la perfección el oficio y el papel que me tocaba interpretar. En cada nueva jornada laboral me sumaban más responsabilidades ligadas a mi puesto hasta que al fin estuve en pleno conocimiento de todos y cada uno de mis roles. Siempre estaba aprendiendo alguna temática nueva y no dejaba de ser un constante aprendizaje. Pero llegó el punto de tomar decisiones e incluir en el proceso de cada etapa a mis supervisores. Lo cual implicaba tener que lidiar con mayor frecuencia con Nathan. En sí, no me molestaba en lo absoluto, aunque ciertamente me sentía muy incómoda cuando terminábamos quedándonos solos. Porque en esos momentos, se armaba una barrera de silencio entre los dos que resultaba asfixiante. Razón más que suficiente para evadir esa clase de situaciones. Procuré solo consultarle específicamente de cuestiones relacionadas al trabajo cuando estuviéramos en reuniones de equipo y así evitar tener que lidiar con él a solas. — Hola Astrid, ¿cómo estás? — me saludó mi asistente. — Hola Estela, bien, gracias por preguntar. ¿Tus asuntos bien? — quise saber. — Todo marchando a la perfección. ¿Sabes? Estuve sacando cuentas y adivina qué, hace ya un mes que te uniste al equipo. ¡Cómo pasa el tiempo! — comentó con euforia. — Ni me lo digas. Siento que estoy por explotar y todavía me faltan tres meses. — exclamé a viva voz. — La verdad me estaba preguntando de cuántos meses estabas, te noto cada vez más grande. — se rio divertida de quedar aún más diminuta de lo que ya era frente a mi predominante vientre. Estela me recibió en la puerta del edificio y entramos juntas a las oficinas. Seguimos hablando del tiempo y lo cambiante que estaba últimamente y luego seguimos con algún tema trivial del trabajo que nos traía entretenidas. Tan entretenidas que no nos dimos cuenta de que atrás nuestro nos pisaba los talones nuestro jefe. — Astrid, preciso los informes de ventas del mes pasado para definir unos márgenes con el personal de finanzas. ¿Podrás tenerlo para antes del mediodía? — Ayer cuando los solicitaste comencé a armarlo, en una hora a más tardar te los dejo en tu oficina así podes revisarlos antes de la reunión. — Perfecto, gracias. — siguió su camino hasta su propia oficina dejando un aire de indiferencia que me perforaba de par en par. — Si. — contesté inútilmente, sabía que ni le interesaba mi respuesta ni para actuar como un ser humano frente a los demás. Así era Nathan. — Vaya… sí que se llevan bien ustedes dos. — señaló absorta mientras ambas veíamos partir al jefe. — ¿Mh? — me volví a mirarla desconcertada por sus palabras. — Nada, solo son ideas mías. — rio nerviosa mientras movía sus manos en un intento de restarle importancia a su propio comentario. Tal como prometí, una hora después estaba anunciándome en su puerta para hacerle entrega de la documentación solicitada. — Perfecto, ya puedes retirarte. — contestó a secas mientras apenas levantaba la vista de sus papeles para prestarme atención. — … — no dije nada pero salí bufando de allí. Estaba muy molesta con él. — Desde la oficina de Recursos Humanos me avisaron que te ausentarías hoy por algunas horas, debido a una cita con el dentista. — comentó sin perder su aire de apatía. — Así es, justo ahora estoy por ir. Tendré mi teléfono activo por si precisan comunicarse conmigo. — informé mientras abría la puerta para partir de su oficina. — Pondré a disposición uno de los vehículos de la empresa. Te llevará y luego pasará a retirarte. — No hace falta. — Insisto. — (Suspiro) Bueno, si así lo prefieren, no me opongo. — Así lo prefiero. — recalcó el singular mientras clavaba sus ojos en los míos. — ¡Este patán! — grité en mi foro interno. ¿A caso me estaba controlando si en verdad faltaba a horas del trabajo para ir efectivamente al dentista? ¡¿Pero por quién me toma?! Sin decir más nada, me retiré para encontrarme en la puerta de salida al guardia que aguardaba mi llegada para indicarme que ya había un vehículo aguardando mi llegada. En un par de minutos estuve en la sala del dentista. Cuando mi cita con el doctor terminó, agradecí a los cielos que hubiera alguien aguardándome cuando saliera. Como tuvieron que aplicarme anestesia local para el tratamiento que debían hacerme, al salir de la visita dental me encontraba realmente aturdida. Sólo amagué a salir de la sala de consultorios e ingresé al mismo vehículo que me había llevado hasta allí. Ya habían pasado al menos quince minutos, pero el efecto embriagador todavía no se desvanecía. Mi cabeza seguía dando vueltas y la risa se me escapaba sin hacer el mínimo esfuerzo. Aún escuchaba el eco de las risas que generé en la sala de espera del consultorio mientras me marchaba. Subí al auto y me desplomé en el asiento como si no hubiera conocido tanta comodidad en toda mi existencia. Mi cuerpo me resultaba pesado al intentar acomodarlo en el asiento trasero, tan diferente a cuando me deslizaba por los corredores de los consultorios. Allí parecía no conocer el efecto gravitacional, a tal punto que sobrevolaba cada espacio con una gracia que resultaba desconcertante para el resto de la humanidad. — ¿Sabes algo? Te pareces a mi “jefe”. — comenté enfadada por la pésima ocurrencia. — … — el chofer no contestó ni siquiera para simular cortesía por dirigirle la palabra. — ¿Sabes qué? Si fueras el, sí que me gustaría decirte algunas cosas. — ¿Cómo qué cosas? — quiso saber sin quitar la vista del camino mientras manejaba.
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