Capítulo 7: El contrato

783 Words
Carraspeó la garganta en un intento de hacerme volver a la realidad. Parecía haberse dado cuenta de que me había perdido en algún recuerdo y, en el fondo, para mala suerte mía, parecía que sabía precisamente en cuál. Aunque admití que quizás solo era idea mía. Dejé de lado el pasado y volví al presente, enfocándome en la hoja que tenía sobre el escritorio. — ¿Y bien? ¿Todo en orden? ¿Precisas otra pluma? — No, esta anda perfectamente. El contrato está correcto, salvo por este único inciso. — ¿Cuál? — Dice específicamente que no puedo involucrarme con nadie. — En realidad, citándolo textualmente, señala que no puedes involucrarte con ningún empleado de esta empresa a no ser que sea estrictamente laboral, es decir, queda prohibido involucrarse emocionalmente con otro m*****o del personal de esta empresa. — ¿Eso quiere decir que en el caso de que no cumpla con ese punto, están habilitados a despedirme? — Exacto. — ¿Y qué pasa si ya tuve una relación con uno de los empleados de la empresa pero fue antes de que firmase este contrato? — Justamente, al ser previo a la firma de esta mera formalidad, queda anulada ésa situación. Solo estarían contempladas desde el momento en que se firma en adelante. — Entiendo. — contesté volviendo la vista hacia el papel que aguardaba mi escritura para ser sellado formalmente el compromiso que tomaría con ellos. Sin embargo, había algo que no cuadraba en todo esto. ¿Era normal esa clase de ítems en un contrato laboral? Era la primera vez que escuchaba algo así y eso que en la facultad había tenido una materia bastante específica referida al tema. Era evidente que habían agregado ese punto específicamente para esa empresa en particular. Recordé entonces que la última asistente había renunciado… ¿Qué pasaría si en realidad se vio obligada a ello? La idea siguió dando vueltas en mi cabeza pero para entonces, la verdad era que no me importaba involucrarme románticamente con nadie, mucho menos en mi estado actual. Tenía un vientre que parecía más un tanque de guerra y la verdad era que dudaba mucho ir generando expectativas románticas en los demás cuando seguro lo único que podía llegar a despertar era algo de ternura por la vida que crecía dentro de mí con cada día que pasaba. Firmé y me levanté para marcharme. — Perfecto, todo listo. — dijo Nathan tomando los papeles que le di. — Si eso es todo, me voy. Nos vemos mañana. — anuncié mi partida pero no pareció importarle en lo absoluto, se dio media vuelta para guardar los papeles en su archivero mientras levantaba su mano haciendo una seña de “Ya vete” que me irritó bastante. ¿A caso ni un “Hasta mañana” me merecía? Maldito egocéntrico. Me fui refunfuñando de la oficina y tras tomar mi abrigo y la cartera, emprendí mi regreso a casa. Ruthy se descostillaba de la risa en el living de casa. Se rio tanto que se dejó caer en el sillón y siguió rodando de la risa hasta caerse de bruces al piso. Ahí me llegó el turno de reírme a mí. Ella pareció tomarlo con mucha gracia a la indiferencia de Nathan conmigo, se sorprendió de que lo llevara tan bien. Pero por mi parte esperaba más de él. Más reconocimiento. Pero pensar en eso era egoísta por mi parte. Después de todo prácticamente lo acorralé a esa situación. Lo obligué a contratarme y para colmo quería que me aplaudiera… ahora que lo pensaba mejor, me sentía un parásito… pero bueno, un parásito con un hijo a cargo. Al menos por un tiempo, precisaría de su ayuda. Tan pronto como estuviera en mejores condiciones, haría todo lo posible para hacerle el favor más grande que podía hacer por el: desaparecer para siempre de su vida. Así, sin dejar rastro alguno, él ni siquiera sabría que existiría. — ¿Crees que la hayan obligado a renunciar? — Es muy probable, Estela me dijo que la asistente anterior se fue porque, y cito textualmente, “…El jefe puede que tenga algún que otro desliz con sus asistentes”. — ridiculicé la última expresión, haciendo uso de las mismas palabras que había dicho Nathan esa tarde y lo que Estela me comentó el día anterior. Ruthy largó otra carcajada al ver cómo mezclaba con humor ácido las palabras que por alguna ridícula razón me habían afectado más de la cuenta. Seguimos sacando teorías conspirativas, pero obviamente, todas y cada una de ellas fueron más que descartadas. Para saber con qué me encontraría a futuro… solo me restaba aguardar y esperar lo mejor.
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