Capítulo 8: La urgencia

612 Words
Esa noche recordé el pedido de urgencia que hizo la velada que estuvimos juntos. La forma en que enterré mis labios en los suyos y los presioné con tanta fuerza que él siguió mi beso y comenzó a trazarlo con más convicción. Cuando sentí que sus labios se escapaban de los míos para trazar un camino más profundo en mi cuerpo, recorriendo partes más empinadas y sensibles, me dejé arrastrar por el frenesí que me causaba, fue tanta la magnitud del deseo que desperté al recordar el rose de esos labios cubriendo cada centímetro de mi cuerpo. El rastro de Nathan quedó prácticamente grabado en cada ápice de mí ser y mi ropa interior tenía pruebas para demostrarlo. Chisté molesta por las circunstancias por las que atravesaba y arranqué mi día dándome una buena ducha que me despabilara. Fui la primera en llegar a la oficina, me abrió la puerta el oficial de seguridad, quien parecía ser un hombre amable y atento. Encendí mi computador y empecé con mis tareas laborales. Tenía mucho por delante. — Son siete y media. — anunció a modo de buenos días o al menos eso quise creer que fue. — ¿Mh? Hola, buen día. — saludé asintiendo. La verdad era que antes de llegar a mi oficina, vi que ya había luz en la suya. No quise pasar por allí a saludar, temía parecer una chismosa. — ¿Sabes que tu horario es de ocho a cinco? — recalcó el horario de entrada. — Si, lo sé. Pero precisaba ponerme al corriente con un par de temas. — me excusé. — Entiendo. — dijo serio y dando por finalizada la conversación. Sin embargo, a pesar de que no dijo nada más, aún permanecía en la puerta como si estuviera esperando algo. — …— permanecí en silencio y sin querer recordé el sueño húmedo que tuve antes de despertar. Prácticamente me perdí en su mirada. Una mirada fría y sin sentimientos. Al darme cuenta de que lo estaba mirando fijamente, saqué los ojos sobre él y me dediqué a inspeccionar la pantalla de mi laptop en un intento de lucir más decente. — Hay un par de proveedores bastante complicados, deberás reunirte con ellos y negociar una nueva tarifa. No me gustan los precios que nos presupuestaron y quiero que cierres hoy mismo ese tema. — informó el objetivo por el que había llegado a mi oficina cuyo estilo era una especie pecera. — Yo nunca… — quería comentarle mi situación actual y señalé mi lista de pendientes para explicarle la obviedad del asunto. Todavía me estaba formando y principalmente, estaba adaptándome a mi nuevo puesto de trabajo. Sin embargo, él lo interpretó para el lado que quiso y dijo: — Está entre tus tareas del día de hoy, resuélvelo. — dictaminó sin preámbulos. — Pero…— intenté explicarme pero fui inmediatamente interrumpida. — ¿Pero? — inquirió con rostro transformado en desaprobación. — Nunca negocié con un proveedor. Si hago algo así sin conocer todavía bien del tema, temo estropearlo. — advertí nerviosa. — ¿Nunca negociaste con un proveedor? — preguntó con tono burlesco. — No…— confesé. — Mira, de no haberlo visto con mis propios ojos, yo tampoco te daría crédito. Pero lo harás, de la misma forma que hiciste para conseguir este puesto, aplicarás los mismos puntos de fuerza con esos parásitos cuando te reunas a definir los costos de mi empresa. ¿Entendido? — enfatizó sin dejar cabos sueltos. — … — Es lo mínimo que puedes hacer. Mejor que lo hagas bien. — dijo a modo de despedida, dejando una brisa helada con su partida de mi oficina.
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