La cabeza de la pequeña azabache seguía siendo un tornado. Totalmente desnuda se sintió humillada y de manera rápida buscó la mirada de su amado. Lo que encontró la desgarró. El asco y las náuseas en su expresión fue un puñal directo al corazón de la joven. Ella aceptaría que cualquier persona viera en el monstruo carnal que se había convertido, todos menos él. Hoyo era la luz, la esperanza que hacía a Kagome luchar. Hoyo le enseñó el sabor de la libertad en pequeños e íntimos momentos juntos donde sus miradas plagadas de inocencia habían reinado. Kagome quería que si él hubiera escapado no la viera en ese modo. Como una mujer morbosa que el sexo con un degenerado la satisfacía al punto de convertirla en eso; una zorra. Sintió náuseas. Se mareó y ahora fue consiente del cansancio en su c