Kagome bebía del té en su taza con una elegancia admirable. Kikyo la mirada desde el otro extremo del enorme salón sintiendo como la sangre le hervía. Kagome parecía la señora y dueña de todo en esa postura recta, mirada altiva y el hermoso vestido que realzaba sus atributos delanteros, el cabello azabache recogido mientras su vista estaba en unos libros frente a ella. Algo tendría que hacer, algo para sacarla del medio de una vez y para siempre. Ella no le temía, o bueno, solo un poco. La mirada de loca que les había dedicado aun la hacía estremecer, pero sabía que Kagome solo ladraba y no mordía. Con una sonrisa giró sobre sus talones en pasos silenciosos hasta el despacho del señor Taisho. Cuando ingresó lo vio mirando el jardín con ese porte que encendía toda su piel. Abrió un poco má
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