Austin estaba ebrio, necesitaba estarlo, después de una semana en vigilancia, sobreviviendo con pan y agua, con quemaduras en la nuca por el sol y un apestoso olor a podrido que emanaba de su cuerpo, mataría por una cerveza, de hecho, quería bañarse con ella. – Luces terrible – dijo un hombre alto con una máscara cubriendo su boca y nariz. Austin levantó su tarro para brindar – Cal – lo saludó con una gran sonrisa y señaló la silla a su lado. El hombre llamado Cal, se sentó con desgana – dijiste que te mantendrías sobrio. – Estoy perfectamente – anunció Austin – ocho más de estas y seguiré tan sobrio como una tortuga – presumió – confía en mí – buscó en su bolsillo – estos son los rostros que reconocí. Cal tomó la lista y leyó rápidamente ubicando las marcas de comerciantes, los nombr