Una semana ha transcurrido desde que he cruzado palabra alguna con Ares. No de manera directa. Hemos desayunado juntos, uno al lado del otro como me lo exigió aquella vez. Lo único que se de él, es que sale de casa por horas y regresa de manera repentina exigiendo mi presencia en el comedor para cenar. La señora Eliza me ha comentado que está yendo a sus terapias, y que le está yendo bastante bien. Según ella, puede que pronto deje de usar la silla de ruedas y comience a utilizar un bastón. «Me alegro por él, pero sinceramente, me da igual» Me he mantenido alejada de él, distante. Me limito a responderle con monosílabas, porque a decir verdad, no deseo hablarle más de lo que debería. Aun sus palabras retumban en mi cabeza, pero no para hacerme sentir menos, sino más bien para ayudarme a