¿Por qué vino? ¿Por qué me dice esas palabras? ¿Por qué no me deja tranquila? ¿De quién me está cuidando? ¿De Enzo? ¿¡De mis padres!? Suelto la manija de la puerta y dejo salir el aire sintiendo como mis lágrimas corren por mis mejillas. Soy una tremenda tonta al creer que vendría por mí. En serio supuse que me besaría, que vendría en busca de mi perdón por haberme engañado, por haber estado con Renata ¡Una disculpa al menos! por haberme dicho todas esas mentiras con promesas vacías fingiendo quererme. «Pero no…» Ares llegó como ese huracán tempestuoso a imponer, a demandarme con arrebatos cosas que no comprendo, y algo me dice que si las llego a comprender, me dolerá mucho más de lo que ha dolido su rechazo hacia mí como el que me hizo al declararle que lo amo. Miro a Drogo muy acosta