Avanzo cada escalón con parsimonia, con lentitud y pereza. Nada más para colmarles la paciencia a los dos gorilas que vienen detrás de mí.
Les doy a entender en cada paso que doy, que seguiré mi camino muy tranquila hasta su habitación en el tercer piso.
«Son tres pisos, espero están bien entrenados para esto»
Justo cuando llego al segundo, que estamos por cruzar el corredor para retomar nuevamente las escaleras, me detengo para “ajustar” mis tacones. Los oigo suspirar, mucho más a uno que a otro.
El moreno tiene pinta de que no me soporta y que desea cargarme como costal de papas y lanzarme dentro de la habitación de su jefe, pero el otro, el que está todo el tiempo al lado de la sombra, se nota relativamente más paciente.
—¡Una rata! —grito histérica y ellos voltean.
Salgo corriend
