POV DE CHARLES.
SEMANAS ATRÁS.
Mientras más mantenía mi mente ocupada, mejor estaría. Por eso, empecé a abrir nuevas sucursales en diferentes países y así estaría abarrotado de trabajo. Tendría miles de excusa para estar fuera de casa, porque no soportaba ese calvario.
Me encontraba en el extranjero, revisando unos papeles en el despacho de la villa que había rentado, cuando escuché ruidos de cosas que caían en la sala. Ante aquellos golpes, salgo de mi oficina, camino a paso firme hacia la sala y al ver a Dante lanzando todo al suelo, lo agarro de la camisa y lo recuesto a la pared.
—¿Qué diablos te pasa? ¿Por qué vienes a destruir mi casa? —mi oscura mirada se clava en mi primo—. Si vas a estar aquí, compórtate, porque no pienso sacarte de cualquier problema en que te metas.
—Tampoco necesito que lo hagas —me aparta con un empujón—. Yo puedo cuidarme solo.
—Si claro, por eso te molieron a golpes —Dante toca su labio—. De ese miserable me encargaré después.
—No quiero problemas. Evita meterte en ellos, porque de lo contrario tendrás que largarte de aquí, porque yo estorbos no quiero —miro alrededor y demando—. Recoge todos los trozos de lo que tiraste, ninguna de las empleadas lo hará. Tú desarreglaste, tú recoges ¿Estamos? —me doy la vuelta para irme.
—Cada día estás más amargado —sin detenerse a escuchar lo que dice regreso a la oficina—. Búscate a una mujer para que se te baje esa amargura —Cierro la puerta y vuelvo a ocupar mi lugar, continúo revisando las fotografías que mi asistente me ha enviado.
Me detengo en la fotografía de Sammy Rossetti, contemplo cada detalle de aquella joven. Estoy varios minutos observándola, hasta que una llamada me saca del trance. Al ver el número, lanzo el teléfono a un lado y continúo observando las demás modelos que quiero para mi agencia.
La mujer que llama es Tatiana, mi esposa. No ha dejado de llamarme desde hace unas semanas que salí del país. Si vine a este sitio, lejos, incluso alejándome de mi hijo es porque necesito estar solo, absolutamente solo, centrarme a trabajar y no dejar de hacerlo hasta que la mente se me agote y así no pensar en todo aquello que fue y no pudo ser.
Paso toda la semana trabajando en ello, hasta que llega el gran día. La ciudad de Tuntaqui está alborotada y llena de expectativas en la víspera de la gran inauguración de mi agencia de modelaje.
Soy conocido en otras partes del mundo por descubrir y lanzar al estrellato a numerosas celebridades en el mundo de la moda, y esta inauguración promete ser un evento de alto nivel en este país. No digo que aquí no haya buenas agencias, incluso hay una que pertenece a los Lanús, pero he venido a darles competencia porque sé que no las tienen.
La noche del evento llega, saludo a todos y cada uno de los invitados. Incluso una joven que me agradó mucho desde que la vi por medio del video en pasarelas. Sammy tiene ese caminar, tiene esa pasión como lo tenía… suspiro y saco de mi cabeza cualquier pensamiento que me traiga de regreso a ese alguien que duele recordar.
Cuando ya todos los invitados llegan, procedo a abrir la ceremonia. Me siento contento de ver los modelos pasar por la pasarela dejando en alto nuestra agencia. Al culminar el desfile de moda, donde los mejores modelos de cada parte del mundo presentaron las creaciones de renombrados diseñadores, cierro con un pequeño agradecimiento a todos los asistentes.
Bajo de la tarima y recibo las felicitaciones de muchos diseñadores y demás personas que he invitado. Mientras hablo con ellos, mi mirada se desvía cada momento hacia Sammy Rossetti. Espero deshacerme pronto de estas personas para poder hablar con ella. Me gustaría que sea parte de mi agencia.
—Charl ¿Por qué miras tanto a esa mujer? —Cuestiona Vanessa.
—Los ojos se han hecho para mirar, mujer —digo sin apartar la mirada. Es imposible no mirar a esa joven. Ella tiene ese algo que atrae, que cautiva, es como una miss universa que por donde pasa, roba las miradas.
—Es una niña...
Dirijo la mirada a Vanessa y la fulmino con la mirada, porque no sé cuáles son las ideas locas que se le han metido a la cabeza—. ¿He dicho que no lo sea?
Me alejo de Vanessa y me acerco a Sammy, al girarse y encontrarse conmigo me sonríe nerviosamente. Vuelvo a saludarla, en especial a Austin Lanús, a quien no había visto ingresar.
—Es un placer que un representante de la agencia Lanús haya asistido —no voy a preguntarle qué le pareció el desfile. Porque sé lo eficiente que soy, y no necesito la ovación de nadie para saber lo bien que he hecho. En todo lo que hago, jamás solicito sugerencias de nadie, a excepción de mi abuelo.
Austin curva las comisuras y agradece la invitación. Aparto la mirada de él y la poso en Sammy—. Señorita Rossetti, ¿me permite un momento?
—Claro que sí —se sostiene de mi brazo y se aleja conmigo sin mirar atrás.
Llevo a Sammy Rossetti a lo que es mi oficina, cuando entramos recibo una llamada de seguridad.
—Señor, el joven Lanús y los guardaespaldas de la señorita Rossetti quieren pasar.
—Deja pasar a los guardaespaldas —ordeno mientras veo a Sammy contemplar cada adorno que se encuentra en mi oficina. Sammy se detiene en una fotografía de un niño—. Es mi hijo —digo antes de que me pregunte.
—¿Cuántos años tiene?
—Seis —agarro el retrato y una sonrisa se me dibuja en el rostro.
—Se parece mucho a usted.
Levanto la mirada—¿En serio lo crees? —ella asiente. Siempre he pensado que tiene sus ojos, pero eso es imposible, ya que no es su madre. Aparta la mirada y la posa en las demás fotografías—Imagino que ella es su hermana —dice señalando el otro retrato.
Mi mirada se ilumina, sin dar una respuesta y soltando un suspiro digo—. Le he traído aquí para que hablemos sobre sus servicios para mi agencia —Al escuchar eso, Sammy sonríe—. Estuve seleccionando los mejores modelos de este país, y entre ellos está... ¿Puedo tratarte de tú? Si no te gusta no hay problema. Aunque debo decirte que no me gusta dirigirme a los menores que yo, "de usted".
—No tengo problema que lo haga.
—Bien, como te iba diciendo —me acerco y sirvo vino en unas copas, una le extiendo a Sammy, pero ella la rechaza.
—Se lo agradezco, pero no bebo.
—Ok —dejo las copas a un lado y continúo con la conversación—. Como te decía, estuve seleccionando a los modelos que quiero que trabajen para mi empresa, y entre ellos te elegí a ti —mirándola fijamente digo— Quiero que trabajes para mí. Sé que no tienes contrato, y que tu mayoría de edad está a la vuelta de la esquina —Sammy frunce el ceño al saber que la he investigado—. Disculpa si te investigué, pero es necesario hacerlo, así no pierdo mi tiempo con personas que tienen contratos con otra agencia.
—¿Por qué me eligió a mí? Digo, hay tantos profesionales en este país que, a sus lados soy un pollito aun en el cascarón.
—¿Por qué? -Bueno, porque cumples todas las expectativas que busco. Pienso que te estás desperdiciando como modelo de pasarela. Porque hasta ahora es eso lo que has hecho, ¿cierto? —Sammy asiente—. Alguien como tú, debería ser el rostro en diferentes portadas de revistas. Es a eso a lo que me enfoco, a buscar los mejores rostros para mostrarlos al mundo —Sammy se queda en silencio, pensando en lo que le digo—. ¿Quieres trabajar para nosotros? —pregunto cuando Vanesa ingresa.
—¿Qué tan famosa puedo lograr ser si trabajo para su agencia?
Me emociona esa pregunta—. Eso depende de ti. De que tan lejos estás dispuesta a llegar. Yo puedo llevarte a ganar una corona de miss universo si así lo quieres.
—¿En serio? —inquiere incrédula, pues no se cree todo eso.
Le hago seña a Vanesa, y esta procede a entregarle un pequeño folleto donde se habla de la agencia y de los logros alcanzados por mí.
—Podrás encontrar toda la información sobre mí, ahí, y si te animas a firmar, te estaré esperando el lunes por la mañana.
—lunes por la mañana no puedo. Aún estoy en el colegio, y como ya es de su conocimiento, aun soy menor de edad, entonces tendría que hablarlo con mi padre. En caso de que me anime, nos reuniremos una vez cumplido mis dieciocho, así nos ahorramos otro contrato.
—Excelente —digo levantándome y estrechando la mano de Sammy—. Entonces me haces una llamada después de tus dieciocho.
Luego de eso salimos. Le acompaño hasta el salón.
—Estamos en contacto, Sammy —le beso la mano y dando media vuelta vuelvo a mi oficina. Llego a la oficina y ocupo mi asiento.
—Yo creo que no tiene la talla para una miss —ese comentario me saca una sonrisa.
—Lo que yo creo es que, estás envidiosa —los dientes de Vanesa se aprietan—. Ella es ideal para llevarla al éxito. ¿Me he equivocado alguna vez en hacer las elecciones? —la mujer se mantiene en silencio porque sabe que yo mismo le daré la respuesta—. No. Claro que no. En todas, he tenido éxito. Y están arriba, en lo más alto de la fama.
—Si te equivocaste con alguien, pero ya sabemos que no te gusta recordar esa parte —Vanesa no me mira, porque sabe que con esa mirada puedo quemarla, por ello se levanta y sale diciendo—. Nos vemos mañana —se va, dejándome con los pensamientos en las nubes. Antes de cerrar la puerta se detiene y dice— Deberías quitar esa fotografía, solo te haces daño teniéndola ahí… ya está muerta —dice y cierra la puerta.
Eso era lo que creía, que estaba muerta, hasta que la veo entrar. Y ahí está, tomada de la mano. Después de seis años, entra a mi casa, tomada de la mano de otro hombre, y no cualquier hombre, sino de: mi rival.
Hace dos días regresé de Tuntaqui porque me llamaron a informarme que un intruso había aparecido reclamando la mitad de la fortuna. Tuve que salir de emergencia de ese país para venir a solucionar este problema. Nos encontramos aquí, en la sala, esperando que ese cretino llegara, para que mostrara evidencias que aseguraran que era nieto del hermano de mi abuelo. Pero mi sorpresa es grande. Me quedo en trance al verlo tomado de la mano con ella. Ella que decían había muerto. Yo vi las fotografías de su cadáver, incluso visito su tumba cada fin de semana. Pero resulta que esta aquí.
El vino que bebía se me hace un nudo en la garganta, me quedo absorto, contemplándola fijamente, ignorando todo a mi alrededor.
Es ella, es mí Ela. No está muerta. Está viva. Esta aquí. Frente a mí.