03.

2217 Words
Adam. Pocas veces en mi vida me he sentido enamorado de alguien. Sé bien, por mi padre quien se ha casado más de tres veces, que el amor va y viene y que probablemente, sea lo peor que pueda pasarle a un hombre. En sus propias palabras, te conviertes en un blando que es capaz de desmoronarse si no tiene a esa mujer al lado y entonces comienzan los problemas, porque sea como sea, sin importar cuánto digan que se aman, el gran problema del enamoramiento es que siempre, uno ama más que el otro. Es imposible que amen de la misma manera, con la misma intensidad y con la misma pasión, por eso la mayoría de los matrimonios fracasan, y el mío no fue la excepción. Casarme con Ava fue de los pocos errores que he cometido en mi vida. Al menos mi padre se casó por amor las tres veces, yo me casé con apenas un poco de cariño por ella siendo un niño con muchas responsabilidades. Conocerla de toda la vida hizo que la decisión no me pesara tanto porque sabía que era una buena chica, y necesitaba casarme con ella para darnos credibilidad a la hora de tomar las riendas de más de doscientos empleados. Y ella siempre fue buena, quizás ese fue el problema. Ava Dawson es la típica niña rica, que es demasiado buena con todo el mundo y quien cree que el exceso de dinero es para donarlo. Si por ella fuera todos tendrían una parte de lo que le ha costado toda la vida a su padre, pero para su suerte, nos casamos y quien lleva las cuentas de la casa soy yo. No me malinterpreten, no está mal querer donar un poco. La empresa que nos heredaron tiene una fundación a su nombre donde damos becas a niños de bajos recursos que tengan ganas de salir adelante, de progreso, además de que ofrecemos pasantías para quienes asisten a universidades públicas y privadas. Creo que ponemos nuestro granito de arena para que el mundo sea un lugar mejor, aunque no ayude en mucho. Pero esa es la cuestión. Para Ava, todo el mundo es bueno, todos deberían de ser felices y no existe nada más que el amor. De hecho, cuando nos casamos, le aseguré que no podría esperar mucho de mí. Intenté por todos los medios enamorarme profundamente de ella, juro que incluso lo intenté los primeros años, pero no se puede mandar al corazón y mucho menos obligarte a amar a quien siempre viste como una niña demasiado frágil y es que ella es así, dulce, tierna, cariñosa, empalagosa, casi un dulce con ojos bonitos, pero nada más. Los años que tenemos de matrimonio no fueron una tortura, pero tampoco un viaje sobre un camino de rosas. Ella siempre quiere más, incluso tuve que fingir que quería tener hijos hace un año para sacarla de la empresa porque estaba tomando malas decisiones dejando que los empleados hicieran lo que querían y no lo que ella ordenaba. De no haberla sacado, nos hubiera llevado en picada, como con nuestro matrimonio, donde cada vez que se esforzaba, sacaba lo peor de mí porque yo no quería eso. No lo quiero todavía. Por eso no me arrepiento de tener una relación a escondidas con una mujer que me complementa en todo. Una mujer que puede amar con la misma intensidad que un puto volcán y la misma que es un fuego en todo lo que hace. Quizás fue su pasión por los negocios, su hambre de experiencias y viajar o simplemente su forma de coger, pero me tiene en una caída que es sumamente peligrosa. Creo que hasta incluso podría estar enamorándome de ella sin saberlo. Claro, no es que lo piense demasiado porque enamorarme de ella sí que sería jodido dado mi actual estado, pero no me viene mal las horas que paso a su lado. Por eso me tomé unas “vacaciones de negocio”. Días enteros encerrados en un departamento, a solas, donde apenas nos dimos tiempo para comer, pero que desgraciadamente llegaron a su final porque hoy mismo debemos regresar al trabajo y yo, a esa enorme casa, a dormir al lado de una mujer que no despierta el mínimo interés en mí. —¿Por qué no te separas? —pregunta, mientras sube por sus largas piernas la media. —Digo, no es imposible, y tendríamos más tiempo para nosotros. Ruedo los ojos, acomodando mi corbata en el espejo. —No es tan sencillo. —¿Por qué no? Muchos millonarios se separan. —Lo sé, pero no será nuestra situación, al menos por ahora. —Entiendo que los negocios son importantes y todo eso, pero pueden dividir los bienes por la mitad y asunto arreglado. Hago una mueca. —¿Piensas que firmará los papeles así sin más? No la conoces en absoluto. Se encoge de hombros. —Las personas en la oficina dicen que es muy amable, no creo que se atreva a comportarse como una perra cuando claramente, sabe que entre ustedes no hay nada. Guardo silencio. Si bien dije que no amo a mi esposa, tampoco es como si hubiera faltado a mi trabajo de esposo. Nuestra actividad s****l es buena, es casi buena en la cama y logra al menos despertar en mí esa necesidad y deseo, pero nada más. Cosa que mi novia no sabe. Ni pienso decirle. Kim se acerca por detrás, dejando un beso sobre mi hombro derecho. Sus uñas, perfectamente pintadas, reluciendo un anillo de diamantes pequeños en su dedo, es lo que capta mi atención al recordar lo que tenía en esa mano hace solo unas horas atrás. —¿Cuánto tiempo más estaremos así? —pregunta, haciendo un puchero. —Dijiste que no tenías problema en ser mi amante y tienes ese título desde hace tres años así que no sé qué es lo que te molesta. Vengo cuando quiero, te doy lo que quieres y somos felices así. —Pero quiero más. Suelto un suspiro, alejándome de ella. —Ese es el puto problema de todas las mujeres, siempre quieren más. Rueda los ojos. —No me conformaré con anillos y obsequios por el resto de la vida. —No por el resto de tu vida, pero si quieres estar conmigo, sí te conformarás al menos por dos años más hasta tener lo que quiero y luego veremos. Ella frunce el ceño. —¿Y qué quieres? Le sonrío sin responder, reservando para mí mis intenciones de quedarme con la empresa en su totalidad. Por supuesto, no dejaré a Ava en la calle, sino que estoy haciendo algunas transacciones por separado que me asegurarán poder comprar su parte, sin rebajas, para así poder divorciarme de ella. Creo que me lo merezco. Si bien ella también ha contribuido, he sido yo quien ha estado al frente, sacando a flote esta empresa durante cinco años enteros. Ava fue como una socia para mí, pero la empresa debe ser en su totalidad mía. No quiero rebajas, no quiero quitársela, no quiero ser el hijo de puta que le quitó su herencia, solo quiero comprar su parte, dejarla bien asegurada y ni siquiera me niego a darle pensión por la separación cuando llegue el momento, lo cual de seguro tendré que hacer porque ella no trabaja desde hace un año entero. Ni siquiera me molestaré en pelear por los bienes, porque para cuando el divorcio llegue, podré darme el lujo de obsequiarle todo por lo que he trabajado sin siquiera pensarlo. Pero ahora no es el momento. Nuestra empresa está en medio de grandes proyectos, ninguno puede fallar e incluso estamos nominados a unos premios internacionales por el trabajo que hicimos a lo largo del año anterior, por eso es imposible un divorcio ahora mismo, con toda la mala publicidad que tendríamos, no sería nada bueno. —Tenemos que irnos, apresúrate. Mientras Kim termina de prepararse para ir a la empresa, envío un mensaje a Ava diciendo que estaré trabajando y la veré cuando regrese. A fin de cuentas, llevamos vidas separadas desde hace tiempo, y de no haber tenido que regresar temprano a casa hace días, no habría notado su ausencia. Algo de lo que debemos hablar. Cuando mi chica al fin está lista bajamos por el ascensor hasta el estacionamiento, entramos en mi coche y nos dirigimos hacia una cafetería en busca de nuestros desayunos para finalmente dirigirnos a la empresa. Mi vida es así. Todas las noches le hago una visita a Kim, algunas veces tenemos sexo y otras simplemente pasamos el rato porque descubrí que es sencillo estar con ella. No hace preguntas, no me exige demasiado, no se entromete donde no debe y a aceptado sin dudar el lugar que le he dado. Entonces, luego de disfrutar, regreso a esa enorme casa con Ava, a quien ni siquiera hablo porque casi todas las noches está dormida. Apenas y la veo por las tardes en el receso. Para cuando estaciono en la empresa, Kim baja con mi agenda en mano, entrando en el papel que le corresponde, que es el de mi asistente. —Lo primero que debes hacer es revisar unos planos enviados de la construcción en la costa. El equipo de construcción tiene una duda acerca de dónde debe comenzar el jardín que dispusieron para las terrazas—informa. —De acuerdo, hazme llegar los planos en cuanto lleguemos. Nos metemos al ascensor, notando que dos empleados se nos quedan viendo como si hubieran visto a unos putos fantasmas. Kim se mueve incómoda a mi lado. —Creí que las miradas habían terminado—reniega. Cuando apenas comenzamos a salir, intentamos ocultarnos en la empresa y ciertamente, los rumores corren deprisa y quien se llevaba las miradas acusatorias era ella, pero ahora mismo no es la misma mirada de “eres un imbécil por serle infiel a tu esposa” sino otra que no puedo descifrar. —No les des importancia—presiono el botón que nos lleva hasta el piso donde se encuentra mi oficina. Me arreglo mi corbata en el reflejo del espejo que tenemos en frente. Kim no despega sus ojos de mí y ciertamente, esa admiración y deseo que veo en sus ojos, es lo que en verdad me prende de una mujer porque mierda, se siente bien saber que eres deseado con tanta intensidad. —¿Podríamos vernos hoy? —pregunta, en ese usual tono de nena buena. —Lo siento, pero tengo que ir a mi casa. No he visto a mi esposa y tenemos mucho de qué hablar. Frunce el ceño. —¿Todavía quieres saber qué pasó con las cosas rotas? Asiento. —Pensé que habían entrado a robar, pero cuando miré las cámaras vi que había sido ella quien rompió todo así que necesito respuestas para tanta locura. Suelta un suspiro. —Bueno, no quisiera ser ella esta noche. Me río. —Nadie quiere ser ella. Cuando las puertas del ascensor se abren, un aura distinta me golpea el rostro en cuestión de segundos. Mis empleados se me quedan viendo, todos se detienen y estoy seguro que de caer un alfiler ahora mismo, se podría oír toda la habitación debido a que ninguno de los presentes se mueve. —Esto es extraño—susurra Kim a mi lado. Es la primera que sale enfocando la mirada en su móvil, quizás buscando en sus redes alguna razón por la que todos me estarían viendo de esta forma ahora, pero no hay nada porque sé que no hice nada malo en este último tiempo. —¿Qué pasa? —pregunto en voz alta, a todos. Como siempre, ninguno responde. Me adentro en el piso, caminando hacia mi oficina, cuando noto que hay movimiento en esta. Como si no tuviera suficiente con los payasos de empleados que tengo, sintiendo sus ojos sobre mí ahora mismo, alguien se atrevió a entrar a mi oficina sabiendo que está prohibido. —¿Qué mierda? Estoy decidido a echar a quien sea que esté dando vueltas todo, pero cuando abro la puerta, todos los puntos se conectan entre sí, cuando veo los ojos azules que me miran desde el otro lado de la habitación y solo puedo reconocer esos ojos, porque nada de ella, se parece a mi esposa. Parpadeo sorprendido. Tengo demasiadas preguntas en mi cabeza ahora mismo, pero no puedo enfocarme en nada más que no sea el atuendo que lleva puesto y cuánto ha cambiado. ¿Es esta mi esposa? ¿La misma que vestía ropa de los ochenta? —¿Ava? El corset blanco que lleva puesto le aprieta las tetas haciéndolas lucir más grandes de lo que en realidad son ¿O las tuvo siempre de ese tamaño? La transparencia hace notar la piel de sus costillas, entallando su cintura pequeña y el pantalón del mismo color le estiliza las piernas. Su peinado también cambió, ahora de hecho está peinada, con un corte nuevo, en nuevos tonos, o nuevos para mí que jamás le había prestado tanta atención como ahora, y el labial rojo que lleva puesto le acentúa la boca, tanto que tengo que tragar grueso por la imagen que da. Como toda una mujer de negocios. —Hola, cariño. Sorpresa.
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