02.

2659 Words
Ava. El primer día lloré. Lloré tanto que al día siguiente casi no podía abrir los ojos por lo inflamados que estaban, pero lloré todo lo que tenía que llorar. Por mí, por los años que pasé engañada, por el tiempo perdido, por las malas noches de dormir sola creyendo que lo único que quería era una mejor vida para nosotros cuando en realidad se la pasaba echado con su noviecita. Y aparte de llorar, grité. Agradezco a que Janice tenga una propiedad tan grande como la mía, porque de otra manera estoy segura de que las autoridades habrían caído en su casa, preguntando por qué demonios hay una loca que no cierra la boca. Lo bueno de esto, es que me desahogué, junto a una botella de vodka, de lo que me arrepentí en la mañana. De esa forma pasaron tres noches completas, hasta que llegamos a los últimos días de la semana, donde me negué a responder a la puerta aun cuando sabía que se trataba de él, buscándome. Le había dejado una nota sobre que Janice había tenido un problema y me necesitaba, pero nada más allá de eso, lo que comenzó a ser altamente sospechoso cuando pasaron más de tres días sin que regrese a casa. —Tienes que responderle—dice mi mejor amiga, recostada en su cama. —¿Qué puedes perder? Si a fin de cuentas ya hizo todo lo malo que un hombre casado no debería estar haciendo. Bufo. —¿Podrías tener un poco más de tacto? Rueda los ojos. —Lo siento, olvido que estás recién engañada, pero hazlo, a ver qué dice, si demuestra un poco de sentimiento al menos ahora que no estás en casa todo el tiempo. Muerdo mi labio inferior. —¿Y qué se supone que le diré? ¿Por qué no regreso a casa? Jamás pude mentir, nunca fui buena en eso, mucho menos con Adam quien me conoce tan bien que solo hace falta una mirada para notar que algo va mal. Justo por eso observo la pantalla de mi móvil iluminándose otra vez con una llamada entrante de su parte. Si voy a mentirle, tiene que ser ahora, aunque no estoy segura de aguantar todas las mierdas que tengo planeado decirle. —Dile que tuvimos que hacer un viaje rápido a Escocia por negocios. Frunzo el ceño. —¿Escocia? ¿No puede ser Los Hamptons? Tenemos una casa ahí donde jamás vamos. Janice piensa un poco, luego me observa con la boca abierta. —¿Qué? —¿Crees que la haya llevado ahí? —¿A su amante? —¿Por qué no? Acabas de decirme que nunca vas, no es un mal plan. Niego con mi cabeza. Adam no sería capaz, digo, sé que su comportamiento ahora es el de un hijo de puta, pero estoy casi segura de que no me haría eso a sabiendas de cuánto amo esa casa. La compramos con la intención de vacacionar, aunque ninguno haya tenido muchas vacaciones estos últimos años. Si bien hay alguien que cuida la casa por nosotros, me niego a creer que la llevó allí cuando es mi lugar favorito en el mundo. Mi propia mente me recuerda que la escogió sobre nuestro aniversario, lo que equivale a una puñalada hecha por mí misma. Suelto un suspiro. —Adam tiene un viaje mañana—recuerdo entonces—Me dijo que saldría por unos días, así que no será problema el quedarme. —¿Y si no va? Me encojo de hombros. —No puede obligarme a regresar a casa si no lo deseo y no creo que sea capaz, así que responderé, le diré que todavía me necesitas y que seguro regreso a casa antes de que él vuelva del viaje. Eso nos dará tiempo de averiguar qué se trae entre manos desde hace unos años. Ella hace una mueca. —Si tú quieres, solo dile que no toque el timbre de madrugada que eso me cabrea. Cuando la pantalla se ilumina de nuevo, espero al segundo tono para responder mientras inhalo profundo, intentando que la voz no me tiemble como lo hacen mis manos en estos momentos. Coloco el altavoz porque sé que Janice no me dejará pasar el ridículo si algo llega a salir mal, cuando siento su bufido al otro lado de la línea. —¡Hasta que al fin respondes, nena! —dice—¿Qué carajos sucede contigo? ¿Ya te olvidaste que tienes un esposo? Trago grueso. —Ava. —Hola—susurro—Yo... estaba ocupada para responder, lo siento. —¿Tres días ocupada? Sí, llorando por saber que tienes una amante. —Perdí mi móvil. Acabo de encontrarlo, ¿Necesitas algo? —¿Qué si necesito? Eres mi esposa, Ava, tienes que regresar a casa. No vas hace tres noches. —Me sorprende que lo notaras—suelto, arrepintiéndome al instante—Digo, ya casi ni dormíamos juntos, pensé que no lo notarías. —Cariño, quizás no lo sepas, pero cada noche subo a darte un beso de buenas noches antes de seguir trabajando, ¿Qué cosas dices? Trabajo demasiado, pero eso no quiere decir que no me importe lo que pase contigo. Quiero que regreses. Trago grueso, intentando que las lágrimas no abandonen mis ojos. —No puedo—susurro—Janice todavía tiene problemas, pero tú te vas de viaje así que no me echarás de menos. —Yo siempre te echo de menos. ¡Mentiroso! —Podremos vernos cuando regreses. —Tardaré unos días, quizás podríamos vernos antes para... —No—le corto—Ahora no estoy en la ciudad, salimos a hacer unas compras, pero prometo que me verás cuando regreses y podrás contarme todo acerca del viaje ¿Qué dices? Su respuesta se hace esperar y por unos segundos pienso que me dirá que no, que quiere que regrese. Mi mente tonta y enamorada piensa que todavía quiere verme, que me rogará por un último beso, pero aquello no sucede y su falta de interés me regresa a la realidad donde su prioridad ya no soy yo ni nuestro matrimonio, sino su zorra de turno. —De acuerdo, como quieras. Nos vemos en unos días, Ava. Ava. Solía ser amor, bebé, cosita, cariño, nena, y ahora solo soy Ava. Tres letras, me convertí en solo tres letras ligadas a su nombre. Adam cuelga la llamada y aquella sensación de ardor en el pecho se intensifica. Sé que dije que no enloquecería de nuevo, que el gritar y esas cosas me devolvieron un poco la tranquilidad, pero entonces vienen las preguntas a mi mente, aquellas que no me dejan en paz ni siquiera cuando pienso que lo mejor que puedo hacer es tranquilizarme porque nada sale bien cuando se hace a las apuradas, pero mi mente trabaja y los celos me pueden más, mucho más. —No me gusta esa mirada—menciona Janice. —Ava, ¿Vamos a hacer algo ilegal? La miro. —¿Tendrías algún problema con eso? —No, pero necesito saber qué herramientas debo llevar entonces. —Estaba pensando en que... ¿Y si va con ella? ¿Y si en verdad no es un viaje de trabajo? Hace una mueca. —Pero se averigua rápido, solo llama a la empresa y pregunta por su agenta. Niego con mi cabeza. —Sabrán que algo va mal si no sé sobre su agenda. Rueda los ojos. —Cariño, seguramente han cogido en esa oficina miles de veces y de seguro que tus empleados saben, así que no creo que tengan problema alguno en decirte lo que sucede. —No, eso queda descartado. —¿Entonces los seguimos? Muerdo mi labio. —¿Es muy tóxico de mi parte saber dónde vive y cómo se llama? Janice toma mi mano. —Ava, se está comiendo a tu esposo a escondidas, tienes todo el puto derecho de saber quién mierda es. Janice no es muy buena siendo la voz de la razón, si por ella fuera, haríamos un trabajo de inteligencia como dignas agentes del FBI, pero yo decidí que lo haríamos a mi manera, tal y como hice la primera vez. Nos subimos a un coche que no podrá Adam identificar, condujimos hasta el edificio de mi empresa, nos estacionamos al frente a esperar el horario de salida, y entre un par de charlas sin sentido y un poco de imaginación sobre lo que haré cuando sepa toda la verdad, veo que su coche sale con ambos dentro. Janice conduce, cuidando de no acercarse demasiado. Por un momento pienso que van a ir directo a un motel porque es justo lo que hacen los amantes, digo, no es como si yo fuera una profesional en ello, pero vi demasiadas películas como para saber que los amantes prefieren coger en cada oportunidad, de hecho es el sexo la primera razón para buscar una amante, lo que no comprendo viniendo de Adam porque nuestra vida s****l era bastante intensa. No sé qué lo llevó a tener esta mujer en su vida, pero casi se me detiene el corazón cuando entramos en la zona de apartamentos, que es demasiado reconocida por mí. Y por Janice, y por cualquiera que nos conozca siquiera un poco. —Hijo de puta. —No se atrevería—digo en voz alta, quizás para convencerme a mí misma. Janice estaciona frente al edificio donde Adam acaba de entrar. Uno de los más caros de toda la ciudad, siendo un lugar para personas privilegiadas, quienes pueden costearse algo como esto en realidad, lo que me tiene sorprendida porque de hecho es extraño que una simple asistente pueda costearse vivir en el mismo edificio donde él me obsequió el apartamento para nuestro aniversario. —No se atrevería—me repito. —¿Tú crees? Acaba de entrar. Trago grueso. —Él no... mierda, mierda... —Esto se acaba ahora, vas a tener un puto ataque. Janice sale del coche antes de que pueda pedirle que se detenga, lo cual también es bastante qué pedir pues sé que no lo hará. Veo que cruza la calle adentrándose en el edificio donde yo poseo un apartamento, y tengo un pequeño ataque de pánico. Se supone que nosotros tendríamos nuestro felices para siempre, que él era el príncipe encantado que me amaría por toda la eternidad, que nuestro amor era más fuerte que cualquier otro lazo sobre la Tierra porque nos conocemos. Él sabe mis miedos, mis peores temores, lo que yo más anhelo en esta vida. Él... lo sabe todo y de a poco voy notando que le importa una mierda. Yo le importo una mierda. Mantengo las manos unidas, los dedos entrelazados, rogando en silencio que de hecho todo lo que pienso sea una perra mentira, que él de verdad la haya traído solo para pasar la noche en otra habitación, pero cuando veo la expresión de Janice al acercarse al coche, pierdo toda esperanza. Se mete en el asiento del conductor, mira hacia adelante y solo me tiende el móvil con el que ha grabado algo. Pulso el reproducir. —Busco a los dueños del apartamento 25. —¿La señorita Byrne la está esperando? —¿Byrne? La dueña es Ava Dawson. —Oh, sí, la esposa del señor Adam Byrne. Aquí tiene su apellido de casada, no el de soltera. —¿Y vio alguna vez a la señora Ava? —Ella baja todas las mañanas para ir a trabajar y regresa con su esposo todas las noches. Justo acaban de subir, ¿Desea que la anuncie? —No, dígale que vino a verla una amiga, pero que no quería interrumpir. Muchas gracias. El video se corta y toda esperanza de que Adam no sea un completo idiota también. Mi corazón acaba hecho mierda, casi destrozado por completo, pero supongo que para que eso suceda todavía quedan muchas cosas por descubrir. Quiero llorar, de verdad que quiero tirarme a la cama y tener otros tres días de llanto puro, pero aquello no soluciona nada, ya me di cuenta de eso, por lo que me limpio las lágrimas entregando el móvil, repitiendo la realidad una y otra vez. —¿Qué hacemos ahora? —Vamos a tu casa. —¿Estás segura? Ava, están ahí arriba, puedes entrar y los tendrás justo donde quieres, ¿Para qué esperar? Niego con mi cabeza. —Vamos a tu casa, que necesito pensar. No quiero actuar por impulso. —¿Impulso? Impulso sería si no supieras a ciencia cierta que está ahí arriba, pero lo está, ambas lo vimos subir y no bajar así que ve a confrontarlo, termina con esto de una vez. Vuelvo a negar. —No, necesito más. —¿Más evidencia que esta? La tipa vive en el apartamento que él te “obsequió”, no sé qué más necesitas. —Pues necesito más, Janice, necesito más. —¿Para qué? —Para no sentir remordimiento cuando acabe con él. Para cuando llegamos a su casa, mi mente está tan atontada que lo único que hago es sacar mi laptop y comenzar a revisar su correo electrónico pues tenemos su cuenta abierta, aunque desde hace tanto tiempo que de seguro ni siquiera lo recordará. También pido los recibos de las cuentas del banco, extracciones, movimientos de dinero, compras en el exterior o interior del país, absolutamente todo, y sumado a eso, ingreso a la página de la empresa donde están los nombres de cada persona que trabaja ahí, incluida la asistente de mi esposo, una joven de veinte años, apenas una estudiante, con una pasantía la cual viene practicando en nuestra empresa desde que él me obsequió el apartamento, hace tres años. Lleva tres años teniendo una amante. Tres putos años donde cada mentira pasa por mi mente como en una especie de película, como si no fuera suficiente, clavándome un puñal imaginario en el centro del pecho cuando pienso que fingió que quería formar una familia conmigo hace un año y solo fue para quitarme del medio. Yo le estorbaba. Continúo estorbándole. Y como si eso no fuera suficiente, las cuentas del banco demuestran que ha estado moviendo dinero a otra cuenta a su nombre. Pequeñas cantidades, casi invisibles para cualquiera, incluso para mí, porque jamás noté las pequeñas compras que hacía como los collares de Tiffany o los viajes al exterior en hoteles cinco estrellas. Este hijo de puta, poco a poco, le fue entregando mi vida a esa mujer. —Esto es demasiado jodido, Ava, podrías incluso llevarlo a prisión—comenta Janice, preocupada por todo lo que encontramos. Pero yo no quiero eso, no quiero verlo tras las rejas. ¿Cómo podría compararse la prisión a la justicia por mano propia? Con el dinero que tiene, seguro y ni siquiera pisa una prisión, ella tampoco, porque los movimientos fueron legales, yo fui la idiota que no se dio cuenta entonces, no tengo más alternativa, y si la tuviera, escogería mi alternativa. —No quiero que vaya a prisión, quiero venganza—admito, con la voz quebrada. —Janice, este hijo de puta viene engañándome desde hace tres años ¿Te das cuenta? Ni siquiera tres años en prisión me harán sentir mejor, solo... solo quiero que sufra. Ella toma mi mano. —Cariño, tú no eres así. No eres el tipo de mujer que se rige por la venganza. —Pues, quizás debería ¿No crees? Porque ahora mismo, lo único que quiero es verlo pidiendo perdón de rodillas por haberme herido tanto. Quiero causarle tanto daño, quitarle tantas cosas, que me suplique al final porque me detenga. Quiero... quiero verlo sin nada y saber que fui yo quien lo provocó. —Ava, eso es demasiado. Incluso para mí. —Pues para mí, verlo sufrir será solo el comienzo. Y lo mejor, es que no tiene idea de lo que se le viene encima.
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