Las preguntas de Kagome

1461 Words
—¿Cómo sabes que quiero respuestas?—pregunto con cautela, ella sonríe como si sabe exactamente todo lo que pasa por mi cabeza en este momento y eso me incomoda. —Lo sé querida Kagome—responde con una voz dulce muy falsa, su mirada es fría y calculadora, trago en seco mirándola. —¿Por qué debería creerte?—me siento en el borde del pozo. —Porque estoy siendo sincera contigo—responde con tranquilidad añadiendo un encogimiento de hombros antes de sonreír. —¿Cómo sé que me dirás la verdad?—me cruzo de brazos. —¿Por qué debería mentirte?—esa fue una pregunta muy buena. —¿Por qué debería creer que no mientes?—esto parece un interrogatorio, pero hay algo en esa mujer que no me hace confiar, es como si mi cuerpo sabe que me hará daño. —No lo hago, estoy tratando de ayudarte, Kagome. Tú quieres verme como la mala del cuento y no lo soy, soy una gran amiga tuya Kagome. Me duele que desconfíes así de mí, tú y yo somos inseparables, nosotras compartíamos todo juntas, yo traté de impedirlo, pero no sé cómo sucedió—y así se echó a llorar, pero sus palabras me confundían más, ¿que trató de impedir?, me acerqué a paso lento hasta ella y la abrase, inmediatamente su cuerpo se tensó por mi acción. —¿De verdad somos grandes amigas?—pregunto separándome de ella. —Tú y yo somos excelentes amigas—me sonríe hipócritamente, o solo es mi mente jugando conmigo, creo que estoy paranoica. Supongo que despertar en un mundo desconocido para mi tiene sus secuelas. —Aunque me digas eso, hay algo en ti que me hace desconfiar—le digo sincera—siento si eso te incomoda, pero hay algo en mí que me grita que no eres de fiar—soy sincera y ella me mira antes de tomar mis manos entre las suyas y sonreír con dulzura. —Kagome, nunca te haría daño, no pienses eso de mi porque me duele que desconfíes, nunca, escucha, jamás te haría daño—miro sus ojos, pero estos son fríos, no veo en sus ojos la calidez de sus palabras, no le creo nada, no voy a confiar, pero puedo jugar a su juego, también voy a actuar—hemos sido inseparables desde que llegaste aquí, pero todo lo que pasó fue por culpas de terceros. Eres mi adorada amiga—ella sonríe y yo le devuelvo la sonrisa. —¿Qué sabes de mí?—mi pregunta la agarra de sorpresa, no se la esperaba, bien buen comienzo. —Lo sé todo, o por lo menos lo que me has contado—me responde un poco nerviosa. —Y dime, ¿qué te he contado de mí?—me mira tratando de averiguar a través de mis ojos lo que tramo. —Bueno Kagome... tú me has contado que tienes un novio con el que te piensas casar, eres la reencarnación de una sacerdotisa muerta—me quedo en trance, ¿yo sacerdotisa?, ¿reencarnación? —¿Quién era la sacerdotisa? —siento un nudo en mi garganta. —Se llamaba... no—se corrige—se llama Kikyo—responde midiendo sus palabras. —¿Cómo que se llama, no está muerta?—pregunto confusa por sus palabras. —Kikyo murió, pero una bruja revivió su alma, ella está hecha de barro y huesos, es una muerta en vida, se alimenta de almas y para ello tiene serpientes cazadoras de almas—la miro incrédula. —¿Y la conozco?, perdón más bien, ¿la he visto en persona?—aunque me cuente todo esto no confió en ella, hay algo en ella, no sé qué es, pero lo pienso averiguar. —Ella te odia—la miro confusa. —¿Por qué me odia?—siento mucha curiosidad. —Eso no te lo responderé yo, ahora me doy cuenta has preguntado demasiado y yo te he dado demasiada información, la persona que te dará respuesta no se encuentra aquí, tendremos que ir a su palacio, y así que tú le preguntes—toma un largo respiro y me vuelve a ver con esa mirada fría. —¿Palacio?—no puedo creer que tenga un palacio. —Sí, Kana puedes salir—detrás de un árbol sale una niña, con cabello blanco, piel del mismo color blanco, y en sus manos trae un espejo—Kagome ella es Kana, mi hermana—Kana me mira y su mirada es muchísimo más fría que la de su hermana Kagura. —Hola Kana—digo un poco tímida ya que su mirada me intimida, siento un escalofrío en toda la espalda. —Hola, Kagome—su voz es todavía más fría. —Creo que deberíamos marcharnos—habla Kagura de manera apresurada sonriéndome mucho. Me le quedo mirando porque hay algo que no me hace sentir bien en todo esto. Como si estuviese olvidando algo terriblemente importante, pero muy posiblemente puedo tener respuestas si las sigo, así que suspiro antes de asentir hacia Kagura quien incrementa su sonrisa ante mi aceptación. Narra Inuyasha No puedo dejar de pensar en cómo estará Kagome, ¿estará bien?, ¿ya me recordará?, demasiadas preguntas y no tengo respuestas. Estoy de regreso a la aldea de la anciana Kaede después de exterminar un monstruo con Miroku, él me deja pensar y sabe que estoy pensando y mi Kagome, digo en Kagome. Llegamos a la aldea y camino junto a Miroku, pero algo me hace parar en seco. —¿Qué pasa Inuyasha?—me pregunta preocupado por mi actitud Miroku. —Es el aroma de Kagome, es débil, pero siento su aroma y su presencia—le respondo a Miroku. —Eso no es posible Inuyasha, la señorita Kagome se marchó a su casa y no creo que regrese por ahora—dice Miroku y me inquieto, ¿qué pasará si Kagome vino y no sabe cómo llegar?, ¿y si vino?, ¿y si le pasó algo?, mi mente no deja de maquinar muchas cosas que le podrían a verle ocurrido a Kagome y eso me preocupa más de lo que me encontraba, en eso llega Sango junto a nosotros. —¿Chicos lo sienten?—pregunta agarrando su boomerang. —¿Qué sanguito?—pregunta Miroku. —La presencia maligna su excelencia—responde Sango y hasta ahora me he dado cuenta que es cierto, estaba tan pendiente en Kagome que no me dio tiempo de pensar en esa presencia ni en ese repugnante olor. —Rápido es el olor de Naraku —digo y salgo corriendo, el aroma de Kagome está junto con el olor de Naraku. —¡Maldición!—grito enojado, de repente aparece Sango y Miroku, montados en Kirara. —¿Qué pasa Inuyasha?—pregunta Sango. —Kagome, está justo donde se encuentra Naraku—me mira sorpresiva. —Rápido Kirara—dice Sango a Kirara, y la gatita hace caso. —Ya casi Kagome—me digo para mí mismo, no dejaré que nadie se atreva a hacerle daño. No a ella, no a mi Kagome. Narra Kagome — Si, vámonos—le respondo, Kagura lanza una pluma y esta se transforma en una pluma gigante, la miro con desconfianza. —Puedes subirte—me alienta ella y trago saliva. —¿Esto es seguro?—digo mirando la pluma. —Jamás te haría daño—le hago caso y me subo, cuando termino de acomodarme la pluma se empieza a elevar del suelo, estando en una altura ya muy alta, escucho que gritan el nombre de Kagura. —Kagura maldita, devuelve a Kagome—no logro ver quien es ya que tengo miedo a caerme, pero esa voz, siento que la conozco de algún lugar. —Veo que no pierdes el tiempo para molestar a los demás—le dice Kagura a la persona que no logro ver—hasta pronto híbrido—y así la pluma se pone en marcha. —Kagura, ¿quién era esa persona?—le pregunto luego de un rato en silencio. —Pronto sabrás quien es, ahora no hagas más preguntas—luego de un rato volando llegamos al palacio, y cuando digo palacio lo es literalmente. Es hermoso y grande, entramos al palacio y yo sigo a Kagura. —Ya llegamos—dice y un hombre aparece. —Qué bueno verte de nuevo Kagome—me dice mirándome fijamente y yo solo vuelvo a sentir ese escalofrío, pero en esta ocasión en todo el cuerpo. —¿Quién eres?—pregunto tímida. —Soy Naraku, Kagome—y me sonríe perversamente.
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