Capítulo IV

953 Words
Al día siguiente los rayos del sol me despertaron, me levanté de la cama, corrí las cortinas y pude ver el hermoso paisaje. A pesar del infierno que sufría en el interior de esta hacienda, el exterior era hermoso. Me duché, vestí y salí a caminar para conocer el inmenso patio, solo lo hice en la zona que Foster me había dicho. Habían muchos árboles y diferentes plantas, me acerqué a una zona de flores con tantos colores que me quedé impactada, me arrodille para tocarlas: eran muy suaves y su perfume era exquisito. Levanté la vista hacia un lugar del patio donde observé a un hombre de alrededor de veinticinco años reparando una cerca sin camisa puesta, dejando expuesto su esculpido cuerpo. Él al verme se acercó. —Buenos días señorita—me saludó amablemente—. Usted deben ser la novia del patrón—comentó secándose el sudor con un pañuelo. Su apelativo me causó escalofríos, "novia" según sabia tenia otro significado. No pude evitar observar sus pectorales, era un hombre muy atractivo: sus ojos eran café caramelo, su cabello castaño y tenia una sonrisa muy cautivadora. —Buenos días—respondí algo apenada. —Es un placer conocerla, me llamo Ricardo—se presentó con una sonrisa—¿Le gustan las flores?—me preguntó acercándose un poco: eso me puso nerviosa. —Mi nombre es Diana—respondí—, y si, me encantan las flores—afirmé algo sonrojada—. Estás son mis favoritas—le indiqué con el dedo las de color blanco. —Siendo así, le doy está rosa que no es tan hermosa como usted—me dijo arrancándola del suelo para dármela. La tomé de inmediato, su gesto fue muy dulce. —Gracias—le agradecí con una sonrisa. —Tengo que continuar con mi trabajo, que tenga una linda tarde señorita—se despidió con una gran sonrisa con su peculiar acento campesino. Lo vi alejarse, olí la flor que me había dado y no pude evitar sonreír. Decidí regresar al interior de la casa ya que no quería meterme en problemas. *** Al día siguiente, bajé a desayunar, Foster se encontraba en el comedor. Tomé asiento mientras me servían el desayuno. —Buenos días—saludé cortésmente. —Buenos días—respondió él en un tono frío—. Hoy vendrá la ginecóloga y mañana vendrá tu institutriz, todas los libros que necesites Celia te las dará en un par de horas para que estés preparada—me informó para luego ponerse de pie y marcharse del comedor sin decir nada más. Él era demasiado misterioso, su humor era cambiante y eso daba miedo. Suspiré y agradecí mentalmente que se hubiera marchado, entre menos lo mirará menos sería mi sufrimiento. Después de desayunar, fui de nuevo al patio, está vez me senté bajo la sombra de un árbol. A lo lejos se encontraba Ricardo trabajando, él al verme se dio vuelta y me saludó con la mano. No pude evitar sonreír como una boba, pero Celia en ese momento se acercó y me avisó que la doctora había llegado interrumpiendo así ese momento mágico. Me levanté e ingresé con ella a recibirla. —Hola, soy la doctora Carvajal, tu debes ser Diana—me dijo antes de darme la mano, era una mujer no tan mayor, cabello rojo, piel blanca y bien conservada. —Si—le afirme—.Es un placer conocerla—agregue lo más educada que pude. Luego de las presentaciones ella comenzó a explicarme los métodos anticonceptivos, al final elegí la inyección mensual. Luego de inyectarme me informó que vendría cada mes a ponérmela ya que eran las indicaciones que Foster le había dado. Me despedí de la doctora con un sabor agridulce ya que esto significaba que él podría poseerme cuantas veces quisiera y eso me daba temor, él era siempre tan brusco que me lastimaba; sin embargo, el dolor físico no se podía comparar con la de mi corazón . —Señorita, aquí están los libros que el señor solicitó—me dijo Celia interrumpiendo mis pensamientos. —Gracias—le agradecí tomando una caja mediada cerrada que me estaba dando, era un poco pesada. Me dirigí a mi habitación, coloqué la caja sobre la cama y la abrí: habían lápices, libros y cuadernos en blanco. Lo único positivo de todo esto era que por fin aprendería a leer y a escribir y eso quizás algún día me serviría. La noche había llegado, observé las estrellas desde la cama. Solo se escuchaban los grillos a partir de ahí todo estaba silencioso; sin embargo, esa paz se desvaneció cuando Foster llegó a mi habitación. —Desnúdate—me ordenó, mientras él se desvestía. Simplemente lo obedeció sin protestar. Él ingresó a la cama y se colocó sobre mi, apestaba alcohol y eso era repugnante. Cerré los ojos y comencé a imaginarme que estaba recostada en un campo lleno de flores, respirando el aire puro con un sol radiante. No sé cuántos minutos pasaron cuando sentí que él se detuvo, se quedó sentado a la orilla de la cama con las manos en su cabeza. Solo la luz de la luna ingresaba a la habitación, así que solo su silueta se marcaba. —Tu no eres ella—pronunció con la voz quebrada. Sus palabras me dejó pensativa, no sabia a que se refería. Él se levantó poco después y se colocó el pantalón a toda prisa, como queriendo escapar de ese lugar y así lo hizo, dejó su camiseta sobre el piso. Me quedé congelada por un momento, no sabia que había pasado realmente y eso sin duda me dejó pensativa y con muchas preguntas.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD