Capítulo 3: Un nuevo comienzo

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—¿Por qué? —preguntó mientras yo trataba de taparme los pechos con una de mis manos y con la otra en un lugar más abajo. —¿Cómo que por qué? Estoy desnuda, voltéate, no me veas así. ¡Gírate, Ethan! —le grité, y él solo sonrió, poniéndose en pie. —No te acerques —le dije, dando un paso atrás. Tropecé con un zapato y él me atrajo hacia él. —¿Por qué no? —murmuró. —Estamos desnudos y siento tu "arma" en mi vientre. —Dijiste que sería una despedida a nuestro matrimonio, pero no es justo, porque no recuerdo cómo llegamos a mi departamento. Así que deberíamos... Antes de que pudiera negarme, me atrajo más hacia su cuerpo y comenzó a besarme. Yo no quería corresponderle, pero al final lo hice. El me llevó a la cama y estuvimos juntos. Sus manos recorrían mi cuerpo y nuestras respiraciones se volvieron irregulares. Al terminar, me puse en pie y comencé a vestirme. —Esto estuvo muy mal, Ethan. Tú y yo estamos divorciados. —Esta tarde me depositan el pago de la casa. ¿A qué número de cuenta te transfiero tu parte? —preguntó mientras él también se vestía. —Te mandaré el número de cuenta por un mensaje. —Ok, déjame ayudarte —me di la vuelta y él subió la cremallera de mi vestido. —Alisson se va a morir cuando le diga que estuve contigo —mencioné y él sonrió. —Freddy dirá que me has hechizado, bruja. —Ja, ja, Freddy está loco. —Es un buen amigo. —Qué bien. Bueno, yo me tengo que ir, mi vuelo sale en unas horas. —¿Vuelo? Vicky, ¿vas a irte? —él parecía molesto. —Sí, me cambiaré de país. De hecho, tengo las maletas en mi auto. Alisson me alcanzará allá cuando termine sus pendientes, pensábamos viajar juntas… —detuve mis palabras. Ya no le debo explicaciones. Pero en el fondo, quizá deseaba que me dijera que no me fuera. —Que tengas un buen viaje —mencionó mientras acomodaba mi cabello. Tragué en seco y él se quedó viéndome a los ojos. —No hubiera funcionado, Vick. Tú y yo somos muy distintos. —Sí, no hubiera… Debo irme. Ten una buena vida, Ethan. —Igual —mencionó mientras se alejaba de mí y se colocaba su camisa. Comencé a caminar hacia la salida de su departamento y cuando estaba por abrir la puerta, él agarró mi mano y me pegó a la pared, comenzando a besarme sin parar. Yo le correspondí con la misma intensidad. Me subió a la mesita del recibidor y abrió mis piernas, posicionándose en medio de ellas mientras tiraba de mi cintura y yo desabrochaba su pantalón. Ladeó mis bragas y solté un gemido contra su boca. Mientras él entraba y salía de mí, yo no paraba de ahogar mis gemidos en su boca. "Pídeme que me quede" era lo único que gritaba una y otra vez en mi mente. Pero nunca lo hizo. Al final, me acomodé la ropa y salí de su departamento. —¿Así que llegué en mi auto? —murmuré al ver mi coche estacionado frente al departamento. Subí al auto y recargué mi cabeza contra el volante mientras una lágrima recorría mis mejillas. —¿Por qué no me pediste que me quedara? Ethan, eres un idiota… —comencé a golpear el volante sin parar. Hasta que vi que tocaban en mi ventanilla. —¿Todo bien? —era Ethan —¿No puedes hacerlo arrancar? —preguntó. —No, no puedo. —Si quieres, te llevo al aeropuerto —mencionó. —Claro… llévame. Abrí la cajuela y él comenzó a sacar mis maletas, subiéndolas a su auto. Condujo en silencio. Creo que ninguno de los dos quería decir algo y arruinar el incómodo silencio que estaba por doquier. Cuando llegamos al aeropuerto, al fin pude hablar. —Gracias por traerme, Ethan. —Sí… Vick… —parecía que él quería decirme algo, pero optó por quedarse callado. —Bueno, adiós. Me ayudó a bajar las maletas del auto. Lo dejé allí en el estacionamiento, no quería hacer las cosas más difíciles para ninguno de los dos. Me senté en las sillas de espera hasta que escuché que mencionaron el nombre de mi vuelo. —Adiós, Ethan —murmuré en voz baja solo para mí. —¡Vicky! —escuché que gritaron. Volteé a donde habían gritado y era Ethan. Él corrió hacia mí y me abrazó. —Ethan —mencioné. —Lamento que no haya funcionado nuestro matrimonio. Quizá nunca debimos habernos casado y hubiera funcionado —mencionó. —Creo que no estábamos destinados. Adiós, Ethan, cuídate mucho y… bueno, fue un placer conocerte. —Lo mismo digo. Cuídate y que tu nueva vida sea maravillosa. Colocó sus manos en mis mejillas, se acercó y me dio un beso en los labios. Me alejé de él y comencé a dirigirme hacia la puerta por la que comenzaría mi viaje. Ya no había vuelta atrás. Solía ser joven y estúpida, tomaba decisiones tontas. Pero ahora sigo tomando decisiones tontas y sigo siendo un poco estúpida. Han pasado 10 años desde mi adiós con Ethan. Ambos seguimos con nuestras vidas, no sé nada de él, solo lo que se dice en las revistas: que es un gran empresario y que sale con modelos. Con las inversiones de la venta de la casa, comencé un imperio. No era mucho dinero, pero lo hice crecer. En cinco años, me convertí en una exitosa empresaria textil. Interpraiss Blake es una estupenda compañía y, lo más importante, es mía. Recuerdo aquellos primeros años después del divorcio. Llegar a un nuevo país sin conocer a nadie fue un reto, pero también una oportunidad para reinventarme. Me sumergí en el trabajo, aprendiendo todo lo que podía sobre la industria textil. Mi primer gran logro fue un contrato con una cadena de tiendas de lujo, que catapultó mi empresa al éxito. Con el tiempo, fui construyendo un equipo de confianza, personas apasionadas que compartían mi visión. Juntos, enfrentamos desafíos y celebramos victorias. Cada nueva colección era un paso más hacia la consolidación de Interpraiss Blake como una marca reconocida mundialmente. En medio de todo esto, Alisson siempre estuvo a mi lado. Su entusiasmo y apoyo incondicional fueron fundamentales. Nos instalamos en un hermoso apartamento en el corazón de la ciudad, decorado con un estilo moderno y elegante, muy diferente a la casa que compartí con Ethan. Nuestros días estaban llenos de trabajo duro, pero también de risas y momentos de complicidad. A medida que mi empresa crecía, también lo hacía mi confianza en mí misma. Me di cuenta de que no necesitaba a Ethan ni a nadie más para sentirme completa. Aprendí a disfrutar de mi propia compañía, a valorarme y a priorizar mi felicidad. Recientemente, recibí una invitación para una gala benéfica organizada por una de las revistas de negocios más prestigiosas. Decidí asistir, no solo para apoyar la causa, sino también para celebrar cuánto había logrado. Esa noche, mientras me preparaba, no pude evitar pensar en Ethan y en cómo nuestras vidas habían tomado caminos tan distintos. La gala fue un éxito. Fui reconocida por mi trabajo y por mi contribución a la industria textil. Mientras agradecía el reconocimiento, sentí una mezcla de orgullo y nostalgia. Pero también sentí la mirada profunda de alguien hacia mi.
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