★ Victoria
Mi matrimonio con Ethan estuvo marcado por momentos crueles y breves destellos de gloria. Vivíamos atrapados en una relación donde nuestras aspiraciones eran diametralmente opuestas. Ethan anhelaba formar una familia, mientras que mi única ambición era avanzar en mi carrera. Siempre me hizo sentir limitada, y nuestra incompatibilidad quedó en evidencia demasiado tarde. Cada discusión se volvía una batalla de voluntades y cada silencio una tregua incómoda en una guerra sin fin.
Recuerdo una noche en particular, cuando me ofrecieron una promoción en el trabajo que implicaba mudarnos a otra ciudad. Estaba emocionada y lista para aceptar el desafío, pero Ethan lo vio como una traición a nuestro supuesto sueño de estabilidad familiar.
—No puedo creer que consideres esto —me dijo, con su voz llena de desdén. —¿Acaso nuestra vida juntos no significa nada para ti?
Esa noche dormimos en habitaciones separadas, una práctica que se volvió cada vez más común.
El golpe final a nuestra relación llegó cuando recibí unas fotos de él entrando a un hotel con otra mujer. Mis manos temblaban mientras sostenía las imágenes, y mi corazón se rompía con cada vistazo. Debí enfrentarlo en ese momento, exigir respuestas, pero el dolor y la traición me paralizaron. Sólo pude decir "Divorciémonos". Ethan aceptó sin siquiera preguntarme los motivos; era obvio que ninguno de los dos deseaba seguir juntos. Su falta de resistencia fue una confirmación dolorosa de lo poco que quedaba de nuestro amor.
—Amiga, deja de pensar tanto —me dijo Alisson, mi mejor amiga, con una sonrisa que intentaba alegrarme.
—Al fin me divorcié de Ethan. Ahora soy una mujer libre —dije, mirando mi dedo anular donde aún quedaba la marca de mi anillo de matrimonio. Esa marca era un recordatorio de las cadenas que había llevado durante años, una señal de todo lo que había perdido y ganado al mismo tiempo.
—No te ves muy feliz. Deberías estar saltando de alegría. Mañana nos vamos a otro país, tú y yo, a vivir la vida que nos espera, el éxito y todo lo demás —comentó con entusiasmo, mientras sus ojos brillando con la promesa de un nuevo comienzo.
Había pensado en mudarme e iniciar de cero en otro país. Con la mitad de los bienes que me correspondían, planeaba invertir en una pequeña compañía que esperaba fuese reconocida mundialmente. Me imaginaba dirigiendo mi propia empresa, tomando decisiones audaces y viendo cómo mis sueños se convertían en realidad. La idea de ser mi propia jefa y no tener que responder ante nadie me llenaba de una alegría indescriptible.
—Sí, ya empaqué todo. Empezaré a subir las cosas a mi automóvil para que nada se me quede —mencioné mientras cargaba una de mis maletas y la subía a mi auto junto con las cosas que había recogido de mi ex casa esa mañana. Cada objeto que guardaba era un paso más lejos de mi vida con Ethan, un paso más hacia mi libertad.
—Deberíamos ir a beber para celebrar que ya no eres la señora Blackwell —sugirió Alisson.
La verdad, no tenía muchas ganas de celebrar, pero no porque estuviera triste. En realidad, nunca había sido tan feliz como cuando firmé los papeles del divorcio. Me di cuenta de que no sentía nada por Ethan Blackwell; el amor se había enfriado y todo a nuestro alrededor con él. Lo que una vez fue un fuego ardiente se había reducido a cenizas.
—No acepto un no por respuesta, Vicky. Tenemos que celebrar que ya no estás con ese infiel.
—Bueno, vamos —dije, y ella comenzó a dar pequeños brincos de felicidad en el mismo lugar. A veces, Alisson parecía una niña pequeña, pero no dejaba de ser mi mejor amiga. Su entusiasmo era contagioso, y no pude evitar sonreír ante su alegría.
Esa noche la pasaría en su casa, ya que mañana mismo nos íbamos a nuestra nueva vida. Comenzamos la celebración bailando y bebiendo en casa. Ambas estábamos ebrias, pero eso no detenía nuestra celebración. Cada canción que sonaba era una oportunidad para liberarnos, para dejar atrás las penas y abrazar el futuro con esperanza.
Al fin me sentía realmente yo. Sin las ataduras de un matrimonio fallido, sin la presión de cumplir con expectativas ajenas. Era libre de ser quien quería ser, de perseguir mis sueños sin miedo al juicio.
—Salgamos de casa, despidámonos de esta ciudad como es debido —dijo Alisson, mientras yo suspiraba y le daba un trago a mi bebida.
Fuimos un poco imprudentes, ya que, aunque estábamos bastante ebrias, decidimos que la mejor opción era manejar por la ciudad. Terminamos en una discoteca, bailando y bebiendo sin parar. La música vibraba a nuestro alrededor, y por una noche, todo parecía posible.
Varios hombres se acercaban a bailar con nosotras, y nosotras bailábamos con todos, pero cuando querían algo más, simplemente marcábamos nuestro espacio. No estaba lista para nada serio, sólo quería disfrutar de mi libertad recién adquirida.
La noche se convirtió en bailes y bebidas. No recuerdo ni cuándo volví a casa, pero lo más impresionante fue sentir los enormes y fuertes brazos que me sujetaban por la cintura a la mañana siguiente. Era una sensación cálida y reconfortante, algo que no había sentido en mucho tiempo.
¿Pasé la noche con un hombre? Bueno, soy una mujer divorciada y me iré hoy mismo a otro país, así que, ¿qué más da? Me merecía un poco de diversión antes de empezar de nuevo.
Me giré y no podía creer lo que veía hasta que esos impresionantes ojos grises me miraron.
—¡Aaaaaaaa! —gritamos los dos al mismo tiempo.
¿Por qué demonios estaba en la cama con mi exesposo?
—¿Qué haces tú aquí? —no terminé de hablar cuando mi vista se dirigió a sus músculos. Dios, Ethan está tan... Me mordí el labio inferior mientras lo observa.
Después caí en cuenta de que yo estaba desnuda y me tapé con una sábana hasta el cuello. Ethan se quedó mirándome y luego observó su propio cuerpo.
—¿Qué haces en mi cama? —preguntó Ethan, su tono estaba lleno de incredulidad.
—No, ¿tú qué haces en la casa de Alisson? —pregunté, mirándolo mal.
—Victoria, estás loca, este es mi departamento.
Miré a mi alrededor y entonces vi que estaba en un lugar que desconocía y de pésimo gusto. Las paredes estaban pintadas de un color insípido, los muebles parecían sacados de diferentes catálogos sin ningún sentido de la armonía.
—Tus muebles no combinan.
Ethan comenzó a reír por mi comentario.
—¿De qué te ríes? Es la verdad, no combinan ni un poco. Deberías hablarle a alguien para que escoja bien tus muebles.
Él seguía riendo, y por un momento, me recordó al hombre del que me enamoré, al hombre con el que compartí sueños y esperanzas antes de que todo se desmoronara. Fue un instante de nostalgia que pasó tan rápido como vino, recordándome que ese hombre ya no existía.
Ethan, siempre fue tan terco como yo. En el fondo, su obstinación me había atraído desde el principio, pero también fue lo que nos desgastó. Ahora, desnuda en su cama, no podía evitar recordar esos momentos.
—Eres insoportable. Ahora recuerdo por qué me divorcié de ti —pronunció.
—Ethan, volvamos a lo importante. ¿Por qué estoy desnuda en tu cama? —pregunté, tratando de mantener la calma.
—Porque tuvimos sexo, aunque no recuerdo cómo sucedió. Pero eso no importa.
—Sí, tienes razón, eso no importa. Tú y yo estamos divorciados, veamos esto como un adiós definitivo.
—Sí, veámoslo como un adiós —dijo, recostándose en la cama mientras yo me ponía de pie, envuelta en la sábana.
Me volví para mirarlo y me quedé con la boca abierta, lo destapé impulsivamente.
—Cierra la boca, se te van a meter las moscas. ¿Parece que nunca me hubieras visto desnudo? Dame la sábana si no me quieres ver.
—Sí, ten.
Me quité la sábana y se la arrojé. Ahora él era quien no me quitaba los ojos de encima.
Me miré a mí misma y noté las marcas en mi cuerpo, una clara muestra del deseo que nos había envuelto la noche anterior.
—Madre santa, voltéate, Ethan —grité, sacándolo de su mirada profunda en mi cuerpo.