Capítulo 1: El divorcio

1243 Words
★Ethan —¿Están seguros de que desean firmar el divorcio? —preguntó el juez frente a nosotros con una mirada severa. Volteé a ver a Victoria, quien ni siquiera lo pensó antes de abalanzarse sobre la pluma como si estuviera firmando un cheque multimillonario. —Sí, es lo mejor —respondió con voz firme, firmando los papeles que acabarían con este absurdo matrimonio. —Firma, Ethan. Tomé la pluma y me incliné para poder firmar. Sentí un nudo en el estómago mientras daba la firma que me separaba de Victoria Blackwell, mi exesposa. Ahora volvería a usar su apellido de soltera. La división de los bienes se haría en partes iguales, al igual que la de nuestros fracasos. No éramos una familia muy adinerada ni teníamos un alto estatus, pero para nosotros, en su momento, habíamos sido ricos en amor. Desde que conocí a Victoria me enamoré de ella. Ante todo el mundo, incluso ante mí mismo, era la mujer perfecta y su belleza deslumbraba como el mismísimo atardecer. Sus ojos brillaban como estrellas y su sonrisa iluminaba cualquier habitación. Nos conocimos en nuestros años universitarios, cuando el correr para pasar el semestre era lo que nos motivaba a todos. Solíamos estudiar juntos en la biblioteca, ella con su concentración implacable y yo tratando de impresionarla con chistes malos. —Con el poder que me confiere el Estado, señor y señora Blackwell, yo los declaro oficialmente divorciados —anunció el juez con firmeza. Victoria y yo nos miramos. La felicidad que ambos sentimos en ese momento se asemejaba al día de nuestra boda, cuando el juez, en aquel día lluvioso, nos casó. Hasta el clima nos decía que no lo hiciéramos, pero nosotros éramos estúpidos y estábamos enamorados. No nos importó pararnos en el jardín mojándonos, mientras los invitados corrían a resguardarse de la lluvia. Éramos realmente felices, y esa felicidad la sentí al escuchar las palabras del juez: «Con el poder que me confiere el Estado, yo los declaro marido y mujer. Señor Blackwell, puede besar a su novia». Qué estupidez. Debí haber hecho caso al clima y no haberme casado con esa loca. —Al fin me libré de este infierno, Ethan. Espero no volver a verte jamás… —dijo Victoria, estirando su mano en señal de despedida y cierre de nuestro trato. —Lo mismo digo, Victoria. Espero no volver a verte nunca más —respondí, tomando su mano mientras sonreía de oreja a oreja. Victoria se apresuró a salir de los juzgados y yo salí detrás. Caminé al estacionamiento y cuando estaba por subir a mi auto, vi a Victoria peleando con su coche. Era de esperarse. Le dije un millón de veces que su auto no aguantaría mucho y que necesitaba llevarlo a revisión, pero siempre explotaba con sus típicas excusas de que no tenía tiempo. Me alejé de mi auto y caminé hacia ella. —¿Todo bien, exesposa? —pregunté con un toque de sarcasmo y ella volteó a verme con furia en los ojos. —Esta maldita cosa no prende —mencionó, dándole una patada al neumático con una frustración visible. —Si lo tratas como una fiera, jamás harás que funcione —dije. —Abre el cofre, revisaré por qué no prende. —Bueno. Abrió el capó y comencé a revisarlo. Al parecer tenía pegado el arrancador. —Enciende el auto —le pedí y lo hizo rugir. —Gracias, eres el mejor exesposo. —Sí, ya me voy. Cuídate, Victoria, y lleva esta cosa al mecánico. —Sí, adiós, Ethan. Vi cómo se alejaba mientras yo solo suspiraba y me dirigía en silencio a mi auto. —Bueno, ahora comienza mi nueva vida. Conduje a la que era nuestra casa. Tenía que ir a recoger mis cosas antes de que todo fuera vendido para dividir los bienes. —¡Ethan, al fin eres un hombre libre! —dijo Freddy, quien traía una botella de champán para brindar por el gran acontecimiento, exagerando su entusiasmo con una risa estruendosa y una especie de baile ridículo. —Sí, ahora muévete, tengo que ir por mis cosas. —Aún no puedo creer que hayas aceptado vender la casa. Te correspondía a ti, tú la compraste. —Freddy, Victoria y yo nos casamos con bienes compartidos. Era normal que ella se quedara con la mitad de la casa, ya que era lo que le correspondía por tantos años de matrimonio —expliqué y él torció los ojos, pero no perdió la sonrisa. —Creo que siempre fuiste muy bueno con ella. —No, si lo hubiera sido, aún seguiríamos casados. —¿Quién quiere seguir casado con esa bruja? —apunté hacia atrás, donde estaba Victoria con los brazos cruzados, pero Freddy continuó hablando, aparentemente sin miedo—. Deberías estar feliz, al fin te libraste de esa mujer. Además, era horrible. Existen muchas sirenas en el mar... —Yo que tú, me callaba —le advertí. —No me digas que aún le tienes miedo, pobre de mi amigo... —Freddy, cállate —dije, apuntando para que se girara. —Ella está detrás de mí, ¿verdad? —preguntó, tragando saliva y abriendo los ojos como platos. —Sí. —Hola, mi linda amiga Victoria —dijo Freddy con una radiante sonrisa mientras se giraba para enfrentarla. —Freddy, siempre tan hablador —pronunció Victoria pasando a su lado con desdén. —¿Qué haces aquí? —pregunté, tratando de mantener la calma. —Solo he venido a recoger unas cosas que me hacen falta. Veo que tú hiciste lo mismo. —Sí. —Disculpen, ¿qué hacemos con este cuadro? —preguntó uno de los empleados que contratamos para sacar la basura o cosas que no nos llevaríamos a nuestras nuevas vidas. Ambos nos quedamos viendo el cuadro de nuestra boda. Amábamos ese cuadro ya que mostraba lo simple que era la vida antes de que el infierno se desatara en nuestro matrimonio. —¿Disculpen, qué hago con este cuadro? —preguntó de nuevo el empleado al ver que ninguno de los dos respondía. —Bótalo —mencionamos al mismo tiempo. Después, ambos nos dimos la vuelta y comenzamos a caminar a nuestras respectivas habitaciones. Tomé mis cosas, ya que Freddy me había ayudado a empacar, y lo que faltaba lo guardé en ese momento. Salí de la casa y no volví a ver a Victoria. —¡Vamos a celebrar! No puedes decir que no. Al fin te has librado de la bruja, así que esto se tiene que celebrar a lo grande —mencionó Freddy mientras me acompañaba a mi nuevo departamento. —Sí, está bien, no todo el tiempo me convierto en un hombre libre. —Sí, conozco un lugar donde van hermosas mujeres. Ahora que eres divorciado no dirás que no irás, ya que no hay nada que te detenga de disfrutar los placeres de la vida. Victoria te dejó sin sexo por dos años. —¿Cómo sabes eso último? —pregunté, interrumpiendo. —Las mujeres hablan entre ellas y mi exnovia me lo dijo. Bueno, pues es hora de que uses esa arma que llevas guardando por dos años. Es momento de que las hermosas mujeres conozcan al hombre que las hará gritar en la cama —concluyó Freddy mientras alzaba sus manos en el aire como si estuviera proclamando una gran verdad. Estar divorciado es lo mejor que me pudo suceder, de eso no tengo dudas.
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