[Paulina]
La celebración de la boda había durado muy poco, lo cual agradecía, Margarita su madre bailó con Francisco casi toda la noche, supongo que es difícil perder a su hijo, pero claro, no estaremos fuera ni lejos por mucho tiempo, cada uno de los invitados me felicitó, tuve una enorme sonrisa todo el tiempo como tenía que hacerlo, nadie sospechó que esto es un truco, un matrimonio a conveniencia, que fui comprada a mis dieciocho años por un gobernador que quiere ser presidente, Francisco me notificó que saldríamos de la ciudad para nuestra luna de miel, lo cual no esperaba para nada, nuestra luna de miel será en una pequeña isla en estados unidos, me sentía nerviosa en todo momento, me había cambiado el vestido por un traje sastre en color blanco, con zapatos de tacón con una fina pedrería en la punta, a partir de ahora había dejado mi ropa sencilla, por prendas de lujo, Francisco me miraba de reojo mientras íbamos rumbo al aeropuerto donde nos subiríamos a la avioneta de su propiedad
—¿no vas a decir nada? — me pregunta mientras veo por la ventana y giro el nuevo anillo que adorna mi dedo anular
—¿Cuánto tiempo durará el viaje? — pregunto aun sin verlo, cruzando la pierna, escucho que suelta una risa
—aun ni siquiera nos subimos a la avioneta, aun ni siquiera sales del país y ya estas pensando en el regreso? — lo miro de regreso, alzando una ceja, sonrío de lado y asiento
—¿cómo conseguiste que me entregaran mis documentos tan rápido? — pregunto ahora cruzándome de brazos, Francisco quita el vaso de lo que sea que esté tomando de su boca, dejándolo en el asiento
—usando mis contactos, ¿creíste que la luna de miel sería aquí? Los reporteros nos seguirán a donde sea, en estados unidos al menos tendremos un poco de… privacidad — me dice restándole importancia, asiento frunciendo los labios
El resto del viaje al aeropuerto fue en silencio, no teníamos nada en común, lo odio por haberme hecho lo que me hizo, lo odio por haberme mostrado la verdad de Pablo, lo único que le podría agradecer fue separarme de mi padre, porque él no se merece que yo siga ahí en su casa, en estos tres días Francisco ha hablado muy poco conmigo, digamos que este viaje será la primera vez que estemos juntos y solos.
Llegamos al aeropuerto y me quede totalmente impresionad cuando la camioneta estacionó en la pista de aterrizaje, ya nos esperaba una avioneta inmensa en color blanco, no podía negar que mis nervios también eran porque nunca había volado en una de esas ni en un avión, vivir en un pueblo y ser pobre solo te hace soñar con esto, la televisión y los libros te hacen imaginar que un día vas a poder ser una persona que se podría dar estos lujos, claro que yo jamás pensé que llegaría ese día y mucho menos que estaría casada con el gobernador de la ciudad y futuro presidente del país.
—bienvenidos señor y señora Diaz, soy Gabriela Nuñez y seré su piloto el día de hoy, cualquier cosa que necesiten, mi compañero el sobre cargo David Estrada estará a sus órdenes— dice una bella chica con su traje de piloto y una sonrisa encantadora, asiento, Francisco le da una sonrisa fingida y ruedo los ojos, es el típico machista que seguramente no cree que una mujer también puede hacer el trabajo de un hombre
El lugar era impresionante, todo estaba bellamente decorado en colores beige y marrón, había una barra de bebidas, asientos de piel, pequeños televisores en los asientos, puertas en la parte de atrás que no se a dónde lleven, sonreí por inercia, esto nunca lo había pensado ni en mis sueños más locos, yo era feliz montando caballos, corriendo por el bosque y yo realmente lo amaba, pero esto… esto era… diferente, una sensación totalmente diferente
—cierra la boca o se meterá una mosca y créeme que lo que quiero que sea lo primero que entre en esa boca respondona no sea algo tan desagradable, si no que… lo disfrutes— me dice sentándose en uno de los asientos y pidiéndome que me siente frente a él, ruedo los ojos, me senté del lado de la ventana justo frente a Francisco
—quiero que nuestra convivencia estas dos semanas sea… pacifica, tu dejaste muy en claro lo que quieres y ahora yo te diré lo que quiero— lo interrumpo
—ya las dejaste claras, las conozco, necesitas una esposa, ahora la tienes, la boda fue en dos días como lo solicitaste, me enseñaron a usar los cubiertos, a vestirme de forma adecuada, a sonreír, te serviré, seremos el matrimonio perfecto y los hijos… vendrán cuando te lo pida el líder del partido para el cual sirves, no discutiré, obedeceré siempre y seré amable con todo el personal de la casa— digo sin respirar, mirándolo fijamente y con el mismo tono de voz que utilizó conmigo cuando recién lo conocí
—las ultimas cosas no las has cumplido, has sido… terca, has discutido conmigo, me has quitado la paciencia en varias ocasiones, le gritaste a Lucero y…— lo vuelvo a interrumpir
—técnicamente Lucero no pertenece al personal de la casa, ella es tu… perrito faldero, hace todo lo que le pides, pero no vive en la casa, así que, a ella, no tengo porque tratarla bien— respondo con autosuficiencia, Francisco aprieta los puños con fuerza
—¿cómo es posible que me saques tanto de mis casillas, que te atrevas a hablarle a si al gobernador y que…— me pongo de pie para interrumpir de nuevo
—no eres el gobernador, cuando estemos juntos, eres mi esposo, ¿eso fue lo que querías que aprendiera no? Pues que, entre bien en la cabeza, yo soy tu esposa— Francisco también se pone de pie y me toma del brazo
—eres… eres una…— un temblor extraño nos sacude, haciendo que me ponga nerviosa al instante y me separe de Francisco, volviéndome a sentar
—¿nunca te has subido a un avión? — pregunta cuando ve que me eh aferrado a los reposabrazos de mi asiento, niego
—en lo más alto que eh viajado es en un caballo— respondo cuando veo que toma asiento y se abrocha un tipo de cinturón, así que trato de imitarlo
—tranquila el piloto se está preparando para despegar, se sentirá un poco de movimiento, pero así, solo metes el lado más largo en este gancho de metal y listo— me trata de explicar y trato de seguir su paso, siento sus miradas sobre mí, está burlándose de mi falta de experiencia
—así que ¿un caballo? — dice rompiendo el hielo, asiento
—se llama…ba Altanero— digo calmando mi respiración, suelta una risa
—le queda el nombre al igual que al jinete, no sabía que montaras, ¿te gusta mucho? — se cruza de brazos, asiento
—si, mi madre me enseño a montar cuando era niña, me regaló un caballo cuando cumplí quince años y después, cuando entré a la florería a trabajar y Clara me pedía que fuera al campo de flores, me iba en Altanero para traerlas de regreso— digo sonriendo, recordando mis últimos recuerdos con mi caballo, asiente
—¿cómo es que ustedes que no tenían dinero si tuvieran para un caballo? — me pregunta alzando una ceja
—si teníamos, pero todo se nos fue cuando mi padre… cuando mi madre murió, papá se gastó su herencia en bebida, apuestas y poco a poco fuimos perdiendo todo, Altanero fue lo único que me permitió conservar, luego de eso tuve que trabajar de sol a sombra para poder mantener la casa, mi padre jamás vió por mi— digo bajando la vista, Francisco se queda en silencio
—Paulina— me llama, giro mi vista hacia a él, nos miramos fijamente
—mira por la ventana— dice señalándola, hago lo que me pide y no puedo creerlo, ¡ya estamos volando! Sonrío ampliamente y entonces veo que se pone de pie y camina hacia el bar, frunzo el ceño de nuevo temiendo por mi vida
—ya es seguro quitárselo, por nuestro futuro Paulina— dice extendiéndome una copa de champagne, paso saliva, me quito el cinturón y me pongo de pie, se acerca a mi para que podamos brindar
—junto a mi no te volverá a faltar nada, si no quieres volver a ver a ese estúpido ser que te llamaba hija no lo harás y por mi cuenta corre que no vuelva a recibir un solo centavo— me dice viéndome fijamente, mi respiración es agitada al sentirlo tan cerca de mi «es un acto Paulina, no es real, no es real» me repito muchas veces
—ven— me toma de la mano aunque estoy nerviosa y temblando, lo sigo hasta llegar a unas puertas corredizas, sé a donde vamos, sé lo que sigue en esta relación, pero ¿estaré lista?