11. Mal presentimiento

1421 Words
[Paulina] “…Cuando tengas a tus propios hijos entenderás el amor tan grande que los padres sentimos por los hijos, entenderás los sacrificios que a veces los padres hacemos, cuando crezcas harás cosas de las que te arrepientas, pero de todo será aprendizaje, te amo…” Las palabras de mi mamá vienen a mi mente, el estómago se me revuelve y mis pensamientos regresan a mí, salgo del hospital —vamos al centro comercial más cercano— pido a Huerta sin verlo, él asiente y arranca el auto, no me hace preguntas y eso lo agradezco, se queda en confidencialidad jefe-empleado Huerta deja el auto en el estacionamiento y me abre la puerta trasera, me acompaña a la plaza comercial, pero a una distancia prudente para que yo pudiera pensar a solas y sin ninguna presión, camino entre las tiendas pensando en qué puedo hacer para sorprender a Francisco, porque si le diré sobre mi nuevo estado será con algo especial, al igual que él hizo conmigo hace unos días entregándome el relicario, llevo mis manos al cuello en donde lo tengo y lo aprieto entre mis manos cerrando los ojos, recordando las palabras que me dijo mi marido cuando me lo dio “…Cuando tengamos nuestra primera hija, pondrás una foto de ella aquí, cuando tengamos a un segundo hijo quitarás la mía y pondrás la suya, cuando crezcan les entregaremos uno igual y ellos lo pasarán a sus hijos y sus hijos a sus hijos, será una tradición familiar…” Podría ser un relicario, un babero con la leyenda “el mejor papá del mundo”, una sonaja, una caja con globos, todas las ideas se me juntaban, tal vez podría revisar en internet las mejores formas de decirle a tu pareja que estás embarazada, pero entonces todo se aclaró, en mi mente se apareció la respuesta, busqué entre las tiendas que estaban cerca de mi y sonreí cuando encontré la que estaba buscando. Llegue a casa por la tarde, dejando las bolsas de las compras en mi recámara, le pedí a Amalia que me preparara un té para calmar mis nervios —¿mi marido ya llegó? — pregunto dando pequeños sorbos, ella niega —por favor en cuanto llegue avísale que necesito hablar con él con urgencia— le pido, sentándome en el escritorio y revisando mi tableta para organizar el siguiente evento, ella asiente y sale de la habitación. Revisaba el reloj constantemente, Francisco no se había reportado, ni había llamado, ni nada y eso me preocupaba, normalmente no pasa ni una hora cuando ya me está llamando para saber mi localización, pero ahora nada, vuelvo a dejar mi teléfono sobre la cama, fastidiada de tanto esperar. No se cuanto tiempo me quedé dormida, pero desperté en medio de la noche, revisando el lado de la cama de Francisco, pero nada, no estaba aquí, reviso el reloj, son casi las tres de la mañana ¿por qué no ha llegado? Marco a su teléfono pero me manda a buzón de voz, lo cual me desespera por completo, él siempre quiere que yo esté localizada, pero él si puede estar sin responder P (¿sabes algo de mi marido?) Mando el mensaje a Lorena, tal vez estuvo con Mauro en alguna reunión importante y se terminó su batería, pero no hay respuesta, es comprensible, son las tres de la mañana, seguramente ya debe estar dormida… Bajo las escaleras para saber si aún puede haber alguien despierto, pero no, ninguna luz encendida, en la cocina no hay ruido, no hay nadie despierto, solo yo y mi estómago rugiendo debido al hambre, abro el refrigerador y me preparo algo rápido para poder volver a subir a mi habitación, seguramente Francisco no tarda en llegar y yo estoy haciendo un escándalo en mi cabeza. La luz del sol se asomaba por la ventana, un rayo de luz me pegaba de golpe en el rostro «amaneció» digo en voz alta, estiro mi mano y Francisco ya está en su lado de la cama, respiro con un poco más de tranquilidad ¿Por qué me preocupé tanto? Sonrió y trato de abrazarlo por la espalda, pero se remueve un poco y se pone de pie, frunzo el ceño, paso saliva y también me pongo de pie, esto no era una buena señal y un mal presentimiento se apodera de mi pecho —¿a que hora llegaste anoche Fran? No te sentí— digo sonriendo y llegando hasta el armario donde ya se encontraba buscando su ropa —tarde— es lo único que responde, cortante y sin verme a los ojos Una sensación extraña se apodera de mi cuerpo, algo me está ocultando y necesito saber que es —¿pasa algo? — pregunto con la voz baja, intentando acercarme a él, pero se mueve hacia la habitación de nuevo, ruedo los ojos —nada, solo… tengo mucho trabajo, me daré una ducha, te veo en el comedor— dice dándome un beso en la frente y entrando al baño Suelto un resoplido e intento entrar al baño, pero por alguna extraña razón Francisco le ha puesto seguro a la puerta, ruedo los ojos y camino de nuevo a la cama, tendré que esperar a que se le baje el mal humor para poder decirle sobre mi noticia L: No querida, secuestré a Mauro toda la noche y fue una completa locura ¿apareció tu marido? ¿le diste la noticia del miniFran? El sonido del teléfono me distrae y veo la respuesta de Lorena, ruedo los ojos y aviento el dispositivo de nuevo a la cama, tengo un dolor de cabeza horrible, después de un rato Francisco sale de la ducha, usando solo la toalla que cubre solo la parte baja de su cuerpo —¿trabajaras en sábado? — pregunto alzando una ceja, asiente —el país no descansa, yo tampoco, cuando sea presidente…— lo interrumpo —aun no lo eres, ¿Por qué no trabajas aquí en casa? Solo por hoy si gustas, quiero… decirte algo importante— digo poniéndome de pie, queriéndome acercar a él y tocarlo, pero Francisco se aleja, entrando al cambiador y eso comienza a molestarme Decido entrar a la ducha también, si Francisco no piensa hablarme, entonces yo tampoco lo haré, el agua caliente me ayuda a relajarme, pero de nuevo las nauseas se apoderan de mi y termino vomitando en la regadera. Salgo después de un rato y me coloco un vestido floreado y unas zapatillas bajas, es sábado así que podré olvidarme un poco de la oficina y pasar tiempo con mi jardín —¿el señor se fue? — le pregunto a Amelia entrando a la cocina, ella asiente y me sirve un poco de café en mi taza favorita —no puedo tomar café Amelia, por favor, desde ahora solo jugo o… solo leche— digo regresando la taza —¿se siente mal señora? ¿puedo hacer algo por usted o…? — se detiene cuando mira mi sonrisa y mi mano en el vientre Amelia comienza a gritar, inundando la cocina de alegría y acercándose a mí a toda prisa —¿puedo? — dice estirando sus brazos, asiento y nos abrazamos por un momento demasiado largo Amelia comienza a gritar, inundando la cocina de alegría y acercándose a mí a toda prisa —¿puedo? — dice estirando sus brazos, asiento y nos abrazamos por un momento demasiado largo Este abrazo me hacia sentir segura, ella es tan buena conmigo, ojalá, mi madre, pudiera compartir este momento conmigo, supongo que esto es lo más cercano que tendré a un abrazo materno —¿el señor Francisco ya lo sabe? ¿Cuánto tiempo tiene? No lo puedo creer— me pregunta con entusiasmo, niego —tengo dos meses y medio, me enteré hace unos días y se lo iba a decir anoche, pero… llegó un poco… tarde y no pude hacerlo y hoy en la mañana no quise hacerlo— digo bajando la vista, Amelia coloca su mano en uno de mis hombros —yo la ayudaré, tranquila— me dice sonriendo y elevando mi cabeza para verme fijamente Estoy segura de que la sorpresa para Francisco será genial, estoy tan nerviosa por todo esto, me causa demasiada alegría compartir esta noticia y… joder, este niño nacerá en un lindo hogar, un hogar donde los padres… no se aman, pero estarán felices de tenerlo en su vida, aún no te conozco bebé, pero… te amamos
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