Reencuentro

1052 Words
Rachel sintió una oleada de emociones difíciles de manejar. No podía seguir negando la existencia de la magia y que era muy probable que él fuera un hombre lobo. Sentía su corazón latir agitado cuando este le dijo que Alexander debía estar en alguna parte de la criatura, aunque no sabía cómo. “Olvida toda la lógica que te enseñaron toda tu vida, Rachel,” pensó con los nervios a flor de piel. Lyall se acercó lentamente a ella, su comportamiento era sereno y no amenazante. Rachel respiró hondo y decidió dejar que se acercara más. Cuando el lobo estuvo a su lado, extendió la mano temblorosa y acarició su pelaje suave. Lyall ronroneó con satisfacción, una señal de confianza y consuelo. Rachel se sintió conmovida. La presencia de Lyall, tan cercana y reconfortante, le daba un atisbo de esperanza. Se arrodilló y rodeó al lobo con sus brazos, sintiendo el calor de su cuerpo y el latido de su enorme corazón. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas mientras acariciaba el pelaje del lobo, encontrando en él un extraño consuelo. —Tengo tanto que decir y ni siquiera sé si me entiendes —se atrevió a hablar con voz temblorosa—. Estos días he descubierto un mundo fantástico y desconocido para mí, uno que va más allá de mi imaginación. Lyall gimió, echando sus orejas hacia atrás, aguardando que ella continuara. —Lo siento tanto —murmuró Rachel entre sollozos—. No quería dejarlos, pero no sabía qué más hacer. El lobo pareció entenderla. Se quedó quieto, permitiendo que Rachel llorara en su pelaje. —Ahora estoy más abierta y dispuesta a escuchar lo que tienes para decirme —confesó con una pequeña sonrisa, pensando en la ironía del asunto—. Aún no comprendo muy bien esto de la conexión, así que si puedes hablar, prometo no salir corriendo despavorida. Lyall se rió y Alexander suspiró al escuchar sus palabras, así que hizo una señal de asentimiento con la cabeza y luego corrió hacia los árboles. Una ligera sensación de vacío llenó el pecho de Rachel y trató de ignorarlo, porque no se sentía con derecho a esperar nada de él, aunque una parte de su ser quería creer que estaba allí porque ella le importaba. "Seguro es demasiado noble como para echarme a patadas de su vida, aunque es lo que realmente me merezco", pensó con pesar. No esperaba que él la buscara, todavía sentía que esa escena era irreal o que estaba metida en un sueño. Se sentía culpable todavía por haber huido sin explicación, y los recuerdos dolorosos la inundaron. ¿Qué diría Alexander? ¿Cómo podría enfrentarlo después de todo lo que había sucedido? Después de unos momentos, el lobo se convirtió en un hombre alto, varonil y fuerte, con los ojos intensos de Alexander. Rachel contuvo la respiración, su corazón latía con fuerza solo con verlo. Alexander se acercó a ella y, sin decir una palabra, la abrazó. Rachel se derrumbó en sus brazos, sintiendo que todas sus defensas se desmoronaban. —Alexander, lo siento tanto —repitió con voz quebrada, aferrándose a él. Él la sostuvo firmemente, susurrando suavemente en su oído. —Rachel, no tienes que disculparte. Solo quiero saber que estás bien. Ella se apartó un poco, mirándolo a los ojos, buscando cualquier señal de resentimiento o ira. Pero solo encontró comprensión y algo más intenso que le dio escalofríos. Se sintió abrumada por la mezcla de emociones que la invadía, sobre todo porque ni siquiera intentaba retenerlas como antes. Estas atravesaban cada fibra y coyuntura de su cuerpo, llenándola de un algo que la hacía estremecer hasta los huesos. —Pensé que nunca querrías verme de nuevo —dijo en voz baja. Alexander sacudió la cabeza, acariciando su rostro con ternura. —Nunca dejaría de buscarte, Rachel. Tenía 3 días corriendo en el bosque para poder encontrarte. A pesar de que sus palabras la llenaban de una indecible alegría, ella sacudió la cabeza, apartándose de él por el recuerdo de la culpa aplastando su pecho. —No lo merezco, Alexander —habló abrumada—. No sé siquiera por qué estás aquí después de lo que hice... Se preguntaba si él ya sabía lo que había intentado hacerle Lucas y si eso era así, si tomaría represalias en su contra. En el fondo quería que pagara por su crimen. De todas maneras eso ya no le importaba, porque sentía que la culpa recaía sobre ella en mayor medida y que era quien merecía el castigo del desprecio. Alexander no supo qué decir. Las palabras se le atascaron en la garganta, y la confusión se reflejó en sus ojos. Quería consolarla, hacerle entender que no tenía la culpa, pero las palabras simplemente no salían. En ese momento, Elara apareció con sus pasos resonando en el frondoso bosque. —Sabía que mis instintos no podían estar equivocados —habló con una sonrisa—. Había sentido una presencia poderosa en el bosque… y no me equivoqué. Alfa, bienvenido a mi humilde morada. Elara notó la tensión en el aire y la expresión sombría en el rostro de Alexander. Sus ojos se encontraron brevemente antes de que ella dirigiera toda su atención a Rachel. —Elara… —la saludó con tono respetuoso y Rachel se dijo que ya nada la debería sorprender a esas alturas. Elara era una bruja, Alexander un hombre lobo y su pareja destinada… ¿Qué más evidencia necesitaba de que había estado oponiéndose a algo que se escapaba de sus manos? Alexander, aprovechando la distracción, se apartó un poco, dándole espacio a Rachel. La confusión y el desasosiego todavía latían en su pecho, pero sabía que ese no era el momento para resolverlo. —Creo que tienen muchas cosas de qué hablar, pero primero vamos adentro para relajarnos un poco con un poco de té, ¿quieren? —dijo la anciana, extendiendo su arrugada mano hacia Rachel. Ella, al comprender la situación y que le estaba dando un pequeño respiro, asintió lentamente. —Está bien, Elara. Vamos. Ella dirigió una última mirada a Alexander, como una silenciosa promesa de que hablarían más tarde, y luego se giró, guiando a Rachel hacia el interior de la cabaña, lejos del peso de la culpa y las palabras no dichas.
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