Riccardo no aguantó la emoción, lo único que su corazón le pidió fue tenerla entre sus brazos. Ella y el bebé que estaba esperando. -No tienes idea de la felicidad que me estás dando. -dijo Riccardo decidido a pasar el resto de la noche haciéndole el amor. -Por supuesto que lo sé, porque puedo sentir la magnitud de esta felicidad en mi corazón y creciendo dentro de mí. Sí, sucedió exactamente lo que Riccardo deseaba. Hicieron el amor en la playa, entraron en la mansión cubiertos por el agua salada y en el salón volvieron a entregarse a la pasión. Dejaron un recorrido de lujuria y deseo por los pasillos de su hogar hasta llegar a su habitación, en donde se entregaron el uno al otro sin reservas una vez más hasta que el cansancio, y la calma de la noche los envolvió. La dulce Vittor