-¡Preparen los malditos helicópteros, las lanchas y mi yate! -ordenó Riccardo caminando a toda prisa de un lado a otro dentro de aquella gigantesca caja fuerte en donde guardaba todo un arsenal, digno de las fuerzas especiales del ejército. -¡Avisen a todos mis hombres, quiero que toda mi flota regrese a la isla en este preciso momento! -¡Ahora mismo jefe! -respondió su general tomando una de las ametralladoras que Riccardo estaba repartiendo. Enzo observaba todo aquello con tristeza, sabiendo que era inútil. -Riccardo…Riccardo por favor escúchame… -¡Ahora no Enzo, tengo que proteger a mi familia! -bramó con impaciencia. Enzo podía notar toda la tensión en su cuerpo. Su mejor amigo se estaba preparando para una batalla que ya estaba perdida. Entonces lo agarró por los hombros. -¡Riccar