La belleza rumana que llevaba un par de meses calentando la cama del capo, bailaba para él con total sensualidad. Movimientos lentos y provocativos, que buscaban despertar la pasión desenfrenada de Riccardo, pero que no ganaron ni tan siquiera una simple mirada de este. No recibió absolutamente nada de su atención, a pesar de su harto empeño en seducirlo. Los ojos grises de Riccardo estaban sumidos en el líquido que llenaba su copa, y el hielo que se derretía en él. Pensaba en Sabrina, en el azul de sus ojos y en el calor de su frágil cuerpo. Era desesperante saber que no podía sacar su voz, su olor, su maldito rostro de sus pensamientos. Riccardo era un hombre de mundo. Después de perder a su familia se dedicó a evadir los malos recuerdos de cama en cama con una infinidad de mujeres, pe