Sabrina abrió los párpados muy despacio, después de pasar unas horas inconsciente. No podía ver nada pues la luz de la habitación deslumbraba su visión, pero si notó el calor que se desprendía de una mano que envolvía la suya con mucha delicadeza. Como alguien que sujetaba una flor con mucho cuidado para no dañarla. Ella pestañeó un par de veces para ver con más claridad preguntándose dónde se encontraba. Al ver que Riccardo estaba su lado se levantó sobresaltada. -¡No te acerques a mí! -gritó Sabrina mareada. -¡¿Dónde está Nayla?! Riccardo, que no se apartó en ningún momento de aquella cama, la miraba avergonzado. Entendía su miedo y el desprecio en sus ojos después de la barbaridad que había hecho al atacarla como un animal. -Sabrina debes calmarte, todavía no estás recuperada… -¡H