Dimitrix Berlusconi, disfrutaba el aroma de su costoso habano "Cohiba Behike".
Antes de encenderlo, lo acercó a su nariz para apreciar la esencia más pura del tabaco fermentado. Con un chispazo de fuego atraído por su encendedor, empezó la inhalación del humo, dejo que este reposara unos segundos en el interior de su boca antes de exhalar.
Le gustaba sumergirse en ese ritual con lentitud para no dañar la estructura del sabor dentro de su boca
El rastro del humo del habano que consumía en su oficina se quedó suspendido en el aire como una bruma oscura. Le gustaba sentir ese aroma narcótico revolotear en su cercanía, incluso la estela que le daba a ese pequeño espacio en su negocio, uno de los tantos que tenía y que lo habían hecho tener libertad financiera total, aunque sus escrúpulos estaban en juego y muchas personas lo consideraban un ser duro y estar ligado a la mafia siciliana, como gran parte de su familia. Giró su asiento, se regodeaba en su propia abundancia.
Merecía esa paz, esa pequeña tranquilidad luego de haber pasado una de las navidades más funestas de su vida. Lo primero había sido el pequeño atentado en contra de su familia, en especial su madre se había visto afectada por leves heridas. Luego, cuando llegó al hospital, tuvo un pequeño contratiempo con una pequeña zorra que se interpuso en su camino. Le generó rabia y frustración el recuerdo de ese episodio. Por suerte no la había encontrado nuevamente, aunque ganas no le faltaba de salir a buscarla y darle su merecido.
Su rostro lo había sorprendido entre recuerdos esporádicos, cuando follaba una que otra zorra de las que frecuentaba. No podía negar que en una ocasión había soñado con esa impertinente.
En parte le gustaban las mujeres atrevidas y ese pequeño traspiés que tuvo en la escalera no era para olvidarlo.
La colilla de su habano la destrozó dentro del pequeño cenicero que tenía sobre su escritorio; miró su reloj, en menos de una hora sería el evento de Monic Sinclair, una vieja prostituta que ahora había se ha convertido en una gran empresaria y era una de sus más grandes suplidora de carne viva.
Le encantaban sus catálogos, la variedad de coños que se podían encontrar en estos, era de las mayores ventajas del servicio s****l, valía cada centavo, todos de la mejor calidad. Se saboreó luego de respirar un poco y tomar un último solo de su exquisito whisky escocés.
Decidió salir; se colocó un esmoquin. Esa noche todos los clientes eran VIP, exclusivos, grandes pejes, incluso influyentes políticos y funcionarios del país. Le tocaba ir ataviado con uno de sus mejores trajes de diseñador, incluso sus zapatos de diseñador sobrepasaban los 10 mil dólares.
No era de los que se vestían con las ropas más caras. Lo único en lo que le gustaba gastar mayormente su dinero era en casas lujosas, yate, comida de primera y sobre todo en buenas putas.
Tampoco era un hombre de compromiso, aunque sí en algún momento se le había pasado por la mente llegar a tener alguna relación seria, pero por el momento le gustaba su estado civil, estar con quien quiera y cuando quiera.
Abrió la puerta con su maletín en mano, dos de sus guardaespaldas estaban ahí, al pendiente de que saliera a su próximo compromiso.
—¡Andando!, hoy toca diversión. Incluso ustedes, si se portan bien, tal vez le consiga una conejita.—Estos mostraron mejor ánimo, sabían que cumplía lo que prometía. Todo hombre debía tener palabra.
—Claro patrón, usted sabe que somos fieles a usted —Dijo Nando, uno de sus hombres más leales y con el cual tenía mayor trato.
No era para menos; tenía el mayor tiempo con él, velando por su seguridad y la de todo el personal de sus negocios, especialmente en los hoteles y los casinos que tenía en Italia y parte de Europa e islas exóticas del Caribe.
—Hoy le tocan sus carnes, así que pórtense bien y ordenen al chofer conducir lo más rápido posible. —Su otro seguridad Vinar, se veian más ansioso que Nando. —Quiero encontrar un buen puesto en las primera lineas de asientos. Deleitarme viendo todos esos lindos coños desfilar. Las puestas serán grandes. —Le pasó el maletín lleno de efectivo a Vinar.
Cuando llegó al hotel, como era de costumbre, siendo un evento privado y por demás de carácter ilícito, le tocó entrar por la parte de atrás. Aún la navidad estaba un poco presente en ese hotel; algunos miembros del personal sacaban por la parte de atrás los adornos navideños, le hizo mueca a todo eso. La navidad para él apestaba, siempre le pasaba algo trágico en esa temporada, qué suerte que ya había terminado dos semanas atrás y ese día prácticamente estaba en busca de sus reyes, unas buenas nalgas para azotarlas toda la noche.
Entró al área del evento, ya habían algunos pejes gordos; apenas se miraron en señal de respeto. Todos ellos sabían quién era él y él también los conocía. Eran sus secretos, sus pequeños placeres de estar con putas de alta categoría lo que los unía en complicidad silenciosa.
Algunas no eran precisamente putas, sino jóvenes a las cuales intentarían cazar en el momento, la trampa para atraerlas era el billete, este podía abrir las piernas de la más recatada monja.
Cerca de su asiento se le permitía tener a sus hombres de confianza para cuidar su espalda, igual los otros hombres de negocio que estaban a su lado. En total no había más de 20 cazadores; todos pagarían una gran suma de dinero.
Habían exactamente 25 chicas en oferta. Miró el catálogo, pasó la hoja de lado a lado, tomó un sorbo de coñac, cortesía del evento y la puta anfitriona.
Lo agradeció; no era tan bueno como el licor que solían mandarle exclusivamente para él, desde Escocia, más no se quejaba, sin duda era de gran calidad. No esperaba menos del monic Sinclair; era una anfitriona número uno. Cuando las luces se apagaron y escuchó la voz seductora de la proxeneta, supo que la diversión comenzaría. Se coloco su máscara, para resguardar su identidad de las conejitas de caza.
No terminó bien de repasar las fotos de las chicas cuando la primera hembra entró al escenario ataviada con una linda lencería color negr0. Se saboreó, aunque la encontró algo delgada para su gusto; ese día quería un poco más de carne y tal vez una piel más bronceada, la que se exhibía era muy pálida. La segunda paso; era rubia y estaba cansada de las mujeres con tez delicada. Por lo regular, en los últimos años habían sido en su mayoría su platillo principal: puras rubias lampiñasa. La tercera le pareció muy frondosa; si quisiera levantarla y tirarla por los aires, para clavarla en el aterrizaje, sería difícil.
Ya estaba cansado de mirar con desilusión, bajó la vista un poco para ver las últimas chicas que tenía el catálogo. Le pareció que ese día no iba a ser fructífero; algo le decía que sus intereses estaban en otra parte.
Cuando entró la última chica, algo en él se despertó. Miró bien su rostro; no parecía precisamente una puta. Su larga cabellera, los grandes ojos se veían hasta un poco ingenuos, apartando la fiereza de su expresión seductora.
Se le notaba que era de esas pocas conejitas engañadas con el sueño de modelar. Al ver su cuerpo y su rostro más de cerca, se le hizo agua la boca; le dio una pequeña horcajadas el picor extraño en su pecho que empezaba a sentir, sus dientes se apretaron y empezó a buscarla en el catálogo. La miraba alumbrados por un deseo irracional, hacia volar las hojas de catálogo con violencia, para confirmar su número; tenía que ubicarla, ya.