Su rostro exotico se hizo claro en su mente «¡Era ella!», le gritó la voz más peligrosa y lujuriosa que gravitaba en su cabeza.
Se congeló al divisar que encajaba a la perfección con el de aquella zorra. Su pecho se agitó, desencajado, molesto. Todo su cuerpo hervía, igual que su enorme m*****o empezaba a latir, deseada a ese pequeño animal que se deslizaba con cierta elegancia y torpeza sobre el escenario.
Se saboreo, empezaba el intervalo de caza. Una coneja novata.
Chasqueó los dedos en dirección a su hombre de confianza. Nando se acercó rápidamente.
—Nando, es la zorrita, que me hizo caer en las escaleras.
—Esta rechula.—Su hombre al igual que otros parecían tener la respiracion algo agitada, gracias a los encantos de esa necia.—Hay que ver el cuerpo que se carga la condenada. Usted debería llevársela jefe. —Nando parecía estar olfateando sus intenciones. —Así la castiga por faltarle a respeto.— Este le guiño un ojo, antes de alejarse.
Esta se quitó el pareo por completo, de un estampado entre dorado y plateado, reveló el cuerpo más seductor que había visualizado en toda su jodida vida de cazador. Las piernas bien torneadas, de un dorado perfecto, un trasero bien redondo, en armonía con su silueta, además un vientre plano. Se regresaba al tope de la larga pasarela con sus protuberantes pechos, bien jugosos; ni hablar de su pequeña boca carnosa. Tenía hambre, su m*****o gruñía de deseo. El muy travieso comenzaba a despertarse; sin duda tenía una erección por culpa de esa condenada. No solo él.
Nando le hizo señas para que viera la reacción que tenían los otros hombres. La chica luego de modelar y tirar al aire su pareo con movimientos bastantes armoniosos y elegantes, igual aventar un poco su cabellera, se despidió con una sonrisa ingenua.
Tenía una elegancia sublime, más fina y sobria que las demás, pero había una sensualidad mucho más arrolladora en conjunto. No se conformaba con haberla visto con ese traje de baño dorado. Necesitaba conocer todos los lunares en su piel, sacarle a punto de gritos de placer, la disculpa por la ofensa pasada.
Está salió del escenario y lo dejo con deseos de más. Otras chicas volvieron a modelar; lamentablemente ella no volvió a subir. Ya al final se quedaron solo 24 chicas en el escenario y sus miedos se hicieron más notables, no solo los de el, otros clientes expresaron su incomodidad, por la ausencia de la coneja de oro.
Muy simple comenzó la subasta. Muchos se riendieron, aunque siguieron los murmullos de molestias por la ausencia de la chica.
Monic no dudó en decir que la chica estaba reservada, aunque eso lo dudaba. 20 minutos después, la marea bajó, su obsesión por tenerla en su cama no mermaba, exigió hablar con la proxeneta.
Tenía una exigencia; él sabía que Monic ocultaba algo más, deseaba explicaciones.
—¡Oh!, señor Berlusconi, un placer verlo aquí, lamento que no haya conseguido una conejista esta noche, pero le prometo que la próxima semana tendremos un evento igual, dónde exhibiremos otros ejemplares.—Tenia lengua de serpiente, engatusaba con sus palabras aterciopeladas, más cuando sabía que había dejado a un cliente en desencanto.
—Sí me gustó una.—La contradijo con un halo agrio en su entonación. —Me extraña que no la hubieras puesto en la subasta.
—Lo siento señor. —Esa puta se empezaba a poner nerviosa. —Ya me imagino de quien usted habla.
—Sí, de la última chica que modeló de último, la de cabello largo, grandes ojos y piel dorada.
—El problema señor Dimitrix, es que la chica no quiso entrar en el acuerdo por completo, simplemente cobró por modelar, le pagué los 3,000 dólares. 2,000, menos que a las otras. —Monic tenía un hablar presuroso, denotando su nerviosismo por culpa de su confrontación. —Se perdió de las grandes ganancias. Además, tal vez sea poco ético revelarlo, pero ya que usted es uno de mis más grandes clientes.
—¡Habla!, con tu incompetencia me pusiste de mal humor.—En verdad lo estaba, le daban ganas de comenzar a destrozar toda la oficina.
—La joven no es precisamente una de mis chicas, ni una puta, tampoco una modelo, es simplemente una costurera de la "Casa Virgi". La tienda que me alquilo las prendas.—Eso ya lo sabía.—Al faltarme una chica, tuve que usarla para no reducir el grupo.
—Lo sé, ya conozco esa zorra, la quiero en mi cama y tú me vas a ayudar.—Le contestó sin vacilar.—Debes ir pensado como vas a lograrlo.
—Es imposible señor, ya debe estar alistándose para irse, incluso le pagué por su servicio.—Ella se acercó a el de forma temerosa, quizás pensaba que con palabras dóciles quebraría su necesidad por la coneja costurera.— No me gusta tampoco forzarlas, obligarlas a hacer lo que no quieren, daña el placer del oficio. Me gusta que lo hagan con amor, que complazcan a mis clientes, por algo soy la mejor en el negocio.
—Tampoco digas estupideces Sinclair, ninguna puta folla por amor. Al menos no con sentimientos. Todo se basa en dinero.
—El primer ministro me ofreció un 1,000,000 de dolares por ella, la muy estúpida rechazo la oferta.—Eso delataba la falta de honestidad de Sinclair.
—Si deseas seguir este negocio, más te vale, negarsela a quien te pregunté por ella. —Saco su pistola, para acariciar los cachetes regordetes de esa canalla.—Tengo mucho que no la uso. No me hagas hacerle un favor al mundo y desaparecerte.
Era bueno amenazando. Tenía la ventaja de convivir con mafiosos, eran parte de su clan y linaje retorcido.
—Haré lo que me pida, señor Berlusconi.—Eso deseaba, su cooperación.
—Sé que eres la mejor del mercado y que me vas a satisfacer en ese pequeño capricho, solo dime, ¿cuánto quieres?, ¿cuánto crees que pueda pedir esa zorra?
—¡Ay señor!, creo que va a ser difícil, aunque si usted me permite investigarla, descubrir sus necesidades, posiblemente podamos convencerla y hacer un trato.
—Perfecto, tú encárgate de ponerla mis manos y yo te daré un cheque en blanco, por lo que pidas.Ok.
—Yo me encargo de que la tengas lo antes posible con usted.
—No lo antes posible, la quiero en menos de tres días, ni antes ni después. Además, en este momento de estrés, podría hasta matar a una persona. Quizás a tí.—Le señalo la pistola que en esos momentos reposaba sobre el escritorio.
Ella puso cara de horror, sabía que era una de las personas que no hablaban por hablar, que podía ejecutar fácilmente.
—¿Dónde está?.—Le nacio esa curiosidad de repente.
—En una de las habitaciones, creo que está sola, empacando las prendas del desfile.
—Llevame hasta ella, quiero darle una pequeña sorpresa.
—Controlese señor, no es correcto que intente forzarla dentro de este hotel.
—Sé lo que hago, tampoco me la voy a follar en el piso, no tiene cara de puta.—Aunque su lado primitivo no estaba de acuerdo con esa confesión poco honesta. Le daban ganas de follarla tan fuerte hasta que pida clemencia. —Simplemente le daré una pequeña sorpresa, un adelanto de todo lo que le haré, cuando me intercambie su cuerpo por dinero.
Esa zorra le había hecho pasar muy mal momento semanas atras, vió un vaso lleno de licor sobre la superficie del escritorio, no vaciló en tomarlo, llevárselo a los labios, sentía la garganta seca, producto de la ansiedad, su miembr0 bastante duro y palpitante.
Cuando lo dejo seco, se lo entrego a Mónica Sinclair. La mujer temblaba.
—¡Andando!, necesito ver a la conejita.—Le ordeno a la mujer. Adelantando su paso a la salida.