Monic Sinclair/ la empresaria caritativa.

2698 Words
Ese fue el primer encuentro con Dimitrix, la autoconfianza le jugó en contra, nunca pensó volverse a cruzar con el, más con el peso de las diferencias sociales...el medio corrompido que rodeaba a su estirpe. No había necesidad de ser un genio, para darse cuenta que su manejo no iba afine con los escrúpulos. Habían pasado dos semanas, desde el día que se le realizará la intervención quirúrgica a su hermano, ya se estaba recuperando de una manera satisfactoria. Lo que si no presentaba mejoría eran sus finanzas. La deuda se había excedido, su madre sin consultarle había decidido hipotecar la casa, para cubrir los medicamentos y saldar el costo de los honorarios médicos. Le fue más hiperactivo no deber un céntimo, al servicio de salud privado, de la costosa clínica. Cuando salió de la pequeña recámara que compartía con su madre, fue directo a la cocina, tomo una tostada y le unto un poco de mermelada. —Hija, siéntate. Cena algo decente. —Todo olía muy bien, pero ella no tenía tiempo. Esa noche tenía que asistir a un desfile de moda. Su jefa, confiaba en ella, al igual que en Roxana, para revisar los vestuarios antes de que las modelos suban a la pasarela. Era un evento de caridad, a cargo de una empresaria llamada Monic Sinclair. No la conocía, su única referencia era que había planeado ese evento para subastar las prendas, todo iría a un fondo de caridad para niños con discapacidad. —No tengo tiempo, le prometí a Laura llegar una hora antes al hotel donde se celebrará el evento. Pienso revisar las prendas y de paso recibir a las modelos.— Abrió la nevera, con vaso en mano, empezó a servirse un poco de jugo de naranja.—Habra una buena paga. —Todo gira alrededor del dinero, me gustaría que desaparezca esa mierda.—Su abuela Mechy hablo. Estaba sentada en su sillón vintage, intentando ensartar una aguja con manos temblorosas.—Junto con todas las vecinas chismosas. Si fuera más joven le prendería fuego a esas arpías. Tanto su madre como ella, cruzaron miradas. Se dió un sorbo sustancioso del líquido cítrico, dejo el vaso sobre la corta encimera, camino hasta donde estaba su abuela. Seguía balbuceando, empecinada en su labor. —Permítame, abuela. —Le quitó ambos objetos de la mano. Para hacerlo por ella. —Estas muy linda Melo. —Si algo agradecía era que su Mechy podía enojarse con el mundo, menos con ella. Ambas se amaban, siempre tenía las palabras más calidad y la mejor de las sonrisas.—Espero que tengas una cita con tú novio. —Abuela, no estoy saliendo con nadie...recuerda que hace apenas un año perdí a mi esposo.—Le recordó ese hecho traumático. Apenas llevaban una hora de casados cuando Jhonas murio. El había sido su único amor, quizás lo sería por siempre. —Tienes que darle vida al muertico.—Miro a su madre, estaba algo confundida. Su madre le hizo señas hacia abajo.—Hablo de tu v@gina, debe estar deprimida. Necesitas que te cojan duro. Cuando tenía tu edad, sí que me daba vida.—Su abuela suspiro con regocijo, siempre se había mostrado muy abierta a describir sus estados emocionas al igual que sus travesuras sexuales en el pasado. —Abuela, tendré que supervisar tus amistades. —No consideraba adecuado un vocabulario tan retorcido para una señora de su edad. Termino de ensartar la aguja y se la paso.—Ya está listo. —Gracias, ya puedes irte. Recuerda darte una escapada.—Le guiño el ojo, especiado con algo de picardía. Su abuela estaba fuera de control. Ni pudo cerrar la boca por el asombro, su madre al otro lado de la cocina solo reía. —¡Mamá!. Debemos estar más pendiente de la abuela, en especial de con quien se junta. Ese lenguaje no es apropiado para una señora de su edad.—Estaba escandalizada. —Tu abuela tiene nuevas amigas, no son de esta cuadra, además no deberías de asombrarte, siempre ha sido deslenguada.—La enfocó, estaba muy concentrada, en el suéter que cocía, de ella había heredado el amor por la costura. Sus manos a pesar de los temblores habituales por la edad, tenían memoria, hacia cruzar la aguja en el punto perfecto, con uniformidad y un lineado perfecto.—Ahora que estoy desempleada, la mantendré vigilada. Eso la dejaba algo más tranquila, fue por su cartera. Antes de salir de su habitación, vió con detenimiento, su reflejo ante el espejo. Su rostro estaba aceptable, nadie diría que tenía días sin dormir, con un buen maquillaje había tapados sus ojeras y resaltado sus ojos grises. El delineado resaltaba la forma almendrada, a la vez le quitaba un poco de atención a su labios gruesos. Odiaba cuando algunos hombres hacían comentarios en torno a ellos o a las curvas de su cuerpo. Se puso su gabardina, vino tinto. El vestido n***o, bastante ajustado al cuerpo se lo habían entregado en la tienda, sería su uniforme. Su 1.77 metro de estatura no se los agradecía, tenía las piernas largas, el vestido le parecía corto. Su difunto esposo se hubiera infartado de verla así. Siempre fue muy conservador, de paso la respeto siempre, amaba el decoró, la decencia. En ese momento sentía estar vestida como una vagabunda clasuda. La necesidad por ganar dinero era peor y ese pequeño hogar que para todos en casa era una fortuna lo valía. Tiro algunos mechones de su larga cabellera negra hacia atrás, tomo su cartera y salió. No se olvidó en despedirse de su hermano, cuando entro a su habitación comprobó que yacía dormido con unos ronquidos de temer, le dió un beso en uno de sus cachetes antes de salir. Ya lo peor había pasado. Salio de la casa cuando la unidad de taxi le tocó bocina al frente. Ese día usaría ese servicio, le tocaba llegar en el mejor estado al hotel, en su bolso llevaba algunas herramientas de trabajo. Respiro profundo. «Será un buen día Melody», de dijo así misma. Para que su interior se llenará de fortaleza y buenas vibras. Avanzó con pasos tranquilos, en completa karma, la atmósfera no daba para más, apenas se oscurecía y las bombillas titilantes empezaban a resurgir. Entró al despacio cerrado del Interior del coche, luego de un saludo cortés, el taxista puso el vehículo en marcha, como de costumbre miraba hacia todas partes, sacó el dinero de su cartera, lo tocaba con un poco de pereza, era un gasto casi innecesario, pero también debía pensar, iría a uno de los hoteles más importantes de la ciudad, no podía darse el lujo de llegar rodando en un simple autobus; es más, de dañar su aspecto acicalado, en un evento tan importante que podría abrirle puertas en un futuro cercano la presentación, un imágen impoluta era esencial. Más que nunca necesitaba el dinero, incluso su hogar estaba en peligro. Por suerte su abuela no sabía de ese acontecimiento, estaba ajena a su tétrica situación económica. Cuando el auto paro frente al enorme hotel, cerró los ojos, respiró profundo, le pasó el dinero al taxista, este lo recibió con gratitud, luego abrió la puerta y salió. Apenas sus tacos tocaron el asfaltado, sentía la diferencia en su firmeza, el aire en esa parte de cuidad olía a caro, incluso era normal ver coches exclusivos. Desde ese punto visual, se le manifestaron indicios de que estaba en otro mundo, un mundo muy apartado de ella, fino, costoso, donde las carencias no limitaban a las personas, todo lo contrario, parecía bañarse en oro. Caminó hasta la entrada, pasó por el pequeño lobby, luego de que presentará el carnet de identificación que le había entregado Laura un día antes. No pudo evitar inspeccionar a algunas personas y tratar de reconocer a las empleadas de la tienda de costura, en la que trabajaba, no vio a nadie. Las luces, el techo firme, las columnas gruesas, todo emanaba un lujo exquisito, y de inmobiliario, ni que decir, solo en revistas había tenido oportunidad de ver algo semejante. Se detuvo en la recepción para poder ubicar el salón donde se llevaría a cabo el evento, no había publicidad, ni señalización que le indicará a dónde dirigirse. Una de las chicas le dio confianza, su rostro ameno, la ánimo acercarse, parecía de las personas que se podían abordar con facilidad, le daba esa sensación de cercanía. Fue directo a ella, para pedirle que le indicara en el salón, que se llevaría a cabo el evento. —Buenas noches.—Saludo con cortesía. —Buenas noches, señorita. ¿En qué puedo servirle?.—Fue una respuesta rápida, con una cordialidad, reflejada en su impecable sonrisa. —Me gustaría saber, dónde se realizará el evento de caridad, para los niños con discapacidad, en específico el desfile de moda.—Sus palabras salieron rápidas, sin tomar pausa. —Ah.—La chica permaneció unos segundos en silencio, mostrándose algo dubitativa. Como si la información llegara retrasada a su mente.—Perfecto, me imagino. ¿Usted trabajará en ese evento?.—Redundo sin nada conciso. La pregunta estaba de más, no tenía cara de invitada. —Sí, señorita— Afirmó, intentado mantener su buen ánimo. —Le daré su identificación, puede pasar todo el pasillo a la izquierda, luego cuando se encuentre en el salón Blue, rodea ese espacio y ya al final encontrará el salón dorado. Es un espacio privado reservado solamente para clientes exclusivos, ya allá le atenderá un personal encargado de dicho evento caritativo.—Tragó en seco, apenas entendió las indicaciones pero asintió como si en verdad comprendiera todo. Lo peor fue ver la sonrisa maliciosa de la chica al terminar de darle la información. —Gracias.—Se alejo con dudas. Se anudo ambas manos en su andar, era lo que hacía cuando estaba nerviosa. Hizo un esfuerzo por recordar las indicaciones. En el trayecto le volvía a parecer extraño, no ver ningún tipo de publicidad cercana que anunciara dicho evento, todo le parecía tan curioso, tan misterioso, sin embargo no estaba en ese lugar para poner entredicho la reputación de dicho evento, su finalidad era trabajar, buscar dinero, intentar sacar a su familia el abismo en que se encontraban. Tomó su rumbo, intentó seguir las indicaciones o por lo menos recordar lo que la chica le había dicho. Por suerte a mitad de camino se encontró con Roxana, era una de las costureras de la tienda de Virginia. —¡Ay, qué alivio encontrarte aquí!.—Se saludaron como de costumbre, con afecto recíproco. —No sé siquiera dónde tengo puesta la cabeza. —Estás en buenas manos Melody, la jefa está a la espera de nosotras. —"¿No hablas de Virginia?".—Aunque Laura era quien atendía el atelier de alta costura, la propietaria la señora Virginia Basti. —No, hoy nos tocará trabajar con Monic Sinclair, es la empresaria encargada del evento, ya las modelos están por llegar. Sería bueno que revisáramos las prendas que usarán. —¡Perfecto! Incluso traje algunos materiales en mi bolso, debemos asegurarnos de que no haya ningún tipo de percance, que todo salga perfecto.—Respondio con premura. Avanzó por el exquisito pasillo, detrás de Roxana, en esa parte del hotel era aún más lujoso, las alfombras no eran rojas sino de color dorado, las paredes rústicas tenían unos filos verticales intercalados, las lámparas eran más altas, con unas cúpulas frondosas, su brillo más claro. Todo ese lujo era desbordante. El salón donde se llevaría a cabo el evento, aún estaba vacío, miró su reloj, faltaban casi dos horas para dar inicio. Cuando entraron a la pequeña habitación continua detrás del escenario donde estaban las prendas que habían diseñado, se encontró con una sorpresa. En un principio pensó que para ese evento de caridad, dedicado para niños, se modelarían piezas más formales, más discretas, recatadas. Todo lo contrario, se encontró con los diseños de la última colección de trajes de baño, incluso lencería finas, que ella misma había elaborado unas semanas atrás. Se había encargado de diseñarlas sin ningún tipo de reconocimiento, era uno de los precios que debía pagar por ganar un poco más, o por lo menos en el apuro, todo su trabajo era anonimato. Todos los laureles de su entrega creativa se los llevaba Virginia, ella simplemente era una simple costurera, una abeja laboriosa que le entregaba su talento por unos simples pesos. Llegó incluso a cuestionarse que no debió estudiar diseño de moda, tal vez de ser maestra hubiera podido tener un trabajo más estable, no ser abusada ni castrada en sus intenciones de labrar una carrera rentable en ese mundo banal. Tocó todas las piezas, Roxana por igual, se veía algo extrañada. —Esto es tan raro, no creo que estas lencerías y estos diminutos trajes de baño estén acordes para un evento de caridad.—Su formas de pensar estaban en la misma sincronía.—¿Estará Virginia al tanto de esto?. Le preguntó Roxana si salir del asombro. —Debe estarlo. Al final de cuentas, ella simplemente le entrega al cliente lo que piden. —Saco unas diademas gatubelas, quedó horrorizada. Parecían los complementos.—Imagino que la señora fue esto lo que le pidió.—Dejo el objeto a un lado. Mientras revisaban las costuras de las prendas, una señora de un aspecto imponente y algo robusta entró al área. De una se voltearon para prestarle toda su atención. Ella no se limitó en mirarla de arriba abajo. Era una mujer que a pesar de su edad era de buen ver, conservaba una buena figura aunque algo voluptuosa. Su rostro no le causó tanta desconfianza, por lo menos se veía afable y se mostró respetuosa con ellas, aún más que sus propias empladoras. —Hola linduras, me imagino que ustedes son las primeras modelos en llegar.—Se miraron una a la otra con extrañeza.— ¿Oh me equivoco?— Replicó, con interronte la mujer. Poseedora de un tono bastante aterciopelado, parecía más bien una encantadora de serpientes. —No señora. —Fue la primera en contestar, simplemente somos algunas de las costureras. "Nuestra jefa nos pidió estar aquí a tiempo para poder encargarnos de revisar la prenda y que no haya ningún tipo de error ni de ruptura en las piezas a exhibir...es más una prevención." —Cuando termino el discurso, la mujer la señaló con el dedo anular. —En especial tú.—Retuvo su dedo en alto, casi la hipnotiza el brillo de su anillo, con una inmenso piedra roja, que resplandecía más que su futuro. —¿Quién diría qué no eres modelo? Esas piernas interminables son una locura. Es más, si en algún momento quieres dejar ese trabajo gafe, te puedes unir a mi agencia de modelos exclusivas. Primor. Roxana la miró algo extrañada, ella de por sí tenía una intuición más afilada, tal vez por la edad, sin embargo no lo tomó a mal, simplemente sintió que la señora era bastante amable y le dio crédito a sus cumplidos, solo para elevarle el autoestima. —Gracias, pero en verdad, más que gustarme, me apasiona mi trabajo señora Sinclair." —Bueno, respeto ese interés por tu humilde oficio, pero te aseguro que si me falta alguna modelo hoy, te voy a seleccionar, eres un encanto primor.—La mujer no dejaba de observarla con mucho detenimiento, hasta cierto punto se sintió incómoda. La mujer se giró en torno a ella, giró para verla en todos los ángulos. —En verdad eres una belleza, ya veremos, en caso de, que te puedo pagar extra, si te atreves a modelar una de estas lindas prendas para mis invitados caritativos. Abrió la boca, pero no gesticuló, las palabras no le salieron, cuando le mencionaron la palabra dinero, todas sus alarmas se encendieron, quizás eso podía ser una posibilidad, pero luego calló, prefería seguir el camino más claro y no adelantarse a los acontecimientos. —Piénsalo pequeña.—Fueron la últimas palabras que le lanzo la mujer antes de salir de esa área. Unas que la dejaron pensando desde la perspectiva de la necesidad.
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