Sara despertó lentamente, sintiendo un dolor de cabeza insoportable. Vio que estaba acostada en una cama grande, incluso más grande que las camas en las que había dormido en Glenthon; la cama era cómoda, tenía cobijas rojas y negras muy suaves y abrigadas, y a cada lado de la cama había un candelabro que iluminaba la habitación, y otro cerca de la puerta. De repente, todo llegó a la mente de Sara como un flash: la lucha entre los ángeles y demonios, y cómo un demonio la llevaba hacia un portal. Se levantó rápidamente de la cama, sintiendo a su vez un frio que le caló los huesos, por eso era que estaba arropada, porque en aquel lugar hacia mucho frio. No le importó, se dirigió hacia la puerta e intentó abrirla pero le fue imposible. -¡Déjenme salir! ¡Déjenme salir por favor! – gritó, dánd