Adam asiente con la cabeza y él y Vincent se van. Observo a Kristen se ve preocupada, y muy nerviosa.
—¿Estás bien? —le pregunto.
—¿Eh? —dice, y da un pequeño respingo—. Sí, sí…, estoy bien, solo me asusté un poco por lo que pasó con Adam y Jackson —dice.
Veo a Evan, este se ve pensativo.
Capítulo 5: Los nuevos
—Creo que llegué tarde —dice una chica entrando a la habitación, la cual el doctor dejó abierta antes de irse.
La chica tiene el cabello morado y rosado, una combinación de ambos. Un bonito cabello lacio lo trae suelto y lo tiene corto, ya que no le toca los hombros. Tiene volumen en el mismo. Parece una chica de las que salen en los anime. Tiene cara de chica problemática.
—Si buscas al doctor Costa, se ha ido —dice Evan.
La chica lo mira de una manera coqueta, y le sonríe con gracia. Me provoca rodar los ojos.
—Y ¿tú quién eres? —pregunta, y se sienta en unas de las sillas que continúan formando un círculo.
Se cruza de piernas y centra su atención solo en Evan, como si Kristen y yo no existiéramos.
—Evan —responde él.
—Evan, yo soy Joy.
—Bueno, Joy, nos vemos —se despide Evan, en tono relajado y se va.
Él es así, se ve relajado, pero también se ve que le gusta la soledad, ya que parece una persona solitaria.
Joy lo sigue con la mirada y se muerde una uña. Kristen se despide de mí y se va. Se ve como cansada, después le preguntaré si durmió bien, ya que no le creí cuando se lo dijo al doctor. Kristen es una persona retraída, pero no del todo, a mi parecer. «Espero que la ayuden aquí, me cae bien».
—Y quedamos dos —dice Joy, y la miro, ya que estaba pensando en Kristen.
—Tranquila, ya quedará solo una —respondo, y se ríe.
Una risa actuada. Se pone de pie cuando me dispongo a irme.
—Espera, no sé tu nombre.
La miro y ya no está comportándose como si fuese el centro del universo.
—Sam —respondo, y se rasca a un lado de la nariz.
—Escucha, Sam. Son los primeros huéspedes que conozco —dice y ha hecho el símbolo de entre comillas con los dedos de las manos cuando dijo: huéspedes.
No puedo evitarlo, me ha hecho sonreír. Me causó gracia el gesto que hizo con las manos. Me sonríe y ahora se ve genuina.
—Bueno, no somos muchos. Evan, Kristen, la chica que se fue recién; Adam, Jackson y yo. Ahora tú.
Frunce el ceño.
—Pensé que serían más.
—Lo mismo digo, pero no.
—Oh, hola, chicas. ¿Han visto al doctor Costa? —nos pregunta un hombre entrando a la habitación, pero solo ha pasado un poco del umbral de la puerta.
Es un hombre muy guapo. Es pelirrojo claro. No alcanzo a ver si tiene los ojos verdes o azules, porque está lejos de mí. Tiene una barba de tres días, que esta le da un toque sexy. No creo que tenga más de veinticinco años.
—No, se fue —respondo.
—¿Sabes para dónde? Disculpen, no me he presentado. Soy Aaron, profesor de educación física.
—No, la verdad, no sé, solo se disculpó por no terminar la media hora con nosotros, pero prueba buscarlo con el director —respondo.
No lo traté de usted porque se ve muy joven.
—Nosotras somos, Joy —dice alzando la mano— y aquí tenemos a Sam —dice, y me señala con ambas manos como si estuviese presentando a alguien en un show.
«Tenemos a una comediante entre nosotros», pienso mirándola.
Él sonríe con gracia, y nos ha mostrado una hermosa sonrisa.
—Bueno, gracias, señoritas. Hasta luego —responde, nos vuelve a sonreír y se va.
Pasado un par de segundos.
—No puedo culparte —dice Joy, y la miro como si le hubiese salido dos cabezas.
Suelta una pequeña risita, esta no es fingida. Frunzo el ceño.
—Te gustó Aaron, y la verdad es que sí, está buenísimo, y esa boina que llevaba, más la chaqueta de cuero y abajo el chaleco tipo suéter. Tienes buen gusto, Samy.
—¿Eh?
—Vamos, no te hagas la que no. Tu manera de actuar, de responderle. Descuida, tu secreto está a salvo conmigo. El guapo profesor no lo sabrá de mí.
Niego con la cabeza y me obligo a sonreírle con gracia.
—No sé de qué hablas, Joy, pero en fin —digo, y me pongo en marcha.
—Sí, vaya, vaya. Nos vemos, Samy —la escucho, pero sigo caminando.
«¿Tan obvia fui?», pienso dirigiéndome al jardín en el que estuvimos ayer, ya que tengo que reunirme con mis tutoras. Al jardín se llega saliendo por dos puertas, las mismas son como las de un gimnasio escolar. Una de las dos puertas está abierta; salgo y disfruto del sol. Me dirijo al área techada, y veo solo a Camila, está esperando por mí.
—Buenos días, Sam —me saluda.
—Hola, buenos días.
—Toma asiento, por favor —dice, y eso hago.
—Bueno, quiero saber, ¿cómo dormiste anoche?
No puedo mentirle, lo va a saber.
—Bueno, es extraño, ya que, creo que, por haber sido la primera noche, pues regular, si te soy sincera —admito, pero no me atrevo a contarle lo de la pesadilla.
«Tengo que lograr salir pronto de aquí, la universidad espera por mí».
Me sonríe comprensivamente.
—Sí, me lo supuse, pero es cuestión de acostumbrarse y de tener la mente ocupada. Por eso te cité hoy. ¿Sabes nadar? ¿Cierto?
—Sí, tomé clase desde los tres años.
—Muy bien. Nadar es muy sano, y aunque estamos en septiembre, la piscina que hay aquí, justamente allá —dice mirándola—, está climatizada y lista para usarse. Quiero que organices una fiesta de cumpleaños.
Frunzo el ceño y eso hace que ella se detenga.
—Lo sé, he saltado de la piscina a una fiesta de cumpleaños —se ríe porque le ha parecido gracioso—, pero es que, sé que cumples los dieciocho años el quince de septiembre. Aunque estemos a siete de septiembre y tu cumpleaños será el jueves, la fiesta será el viernes en la noche. Es una actividad social y es parte de tu recuperación.
—Disculpa, pero no entiendo, ¿en qué me va a ayudar celebrar mi cumpleaños con un montón de extraños?
—Velo de esta manera. Quiero que te imagines en la universidad. Tu compañera de cuarto, te propone hacer la fiesta, aunque te conoció el primer día de clases, y eso fue hace poco, muy reciente. Eres joven, inteligente, linda y es tu oportunidad para hacer amigos, para tener una experiencia universitaria.
Suspiro.
—Si no me queda de otra —respondo como sintiera que no tengo escapatoria.
«Irónico».
—Escucha, yo quiero. Mi propósito contigo es que salgas rehabilitada y feliz de aquí. No estoy para obligarte a hacer nada que a ti no te guste, aunque ahora lo veas así, te puedo asegurar que no es así.
Asiento con la cabeza, siento que puedo confiar en ella y eso es rápido para mí, pero tengo que confiar en alguien aquí, o al menos intentarlo.
—Volviendo al tema de la piscina, ¿puedo nadar? —me animo, ya que me ha provocado.
—Sí, pero con supervisión. Oh, hablando de supervisión, aquí está el entrenador. Aaron, hola —dice, y se pone de pie—. Recomendado por mí. Es el mejor amigo de mi hijo —agrega con tono muy maternal y rodea la cintura de Aaron con uno de sus brazos.
—Hola, Camila —le responde, y le da un beso en la mejilla—, y Sam, ¿cierto? —pregunta mirándome.
—Sí, tienes buena memoria —respondo, y sé que se me ha formado una sonrisa boba en la cara.
—Bueno, Sam, ve, ahora ve a cambiarte. Aaron va a supervisarte. Cuida bien de ella —le dice, y él le regala una linda sonrisa a Camila, y asiente con la cabeza.
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Busco entre mis cosas y me alegro demasiado de haber traído dos trajes de baño, un bikini y un traje de baño completo. No tengo complejos con mi cuerpo, pero tampoco soy una persona que le guste ser el centro de atención. «!Hmmm!, ¿cuál me pongo? No quiero verme obvia. Bueno, traje de baño completo será».