Capítulo 6: El origen y parte del capítulo 7

1396 Words
Capítulo 6: El origen Me quedo atónita. —Este es el de Isabelle —me digo a mí misma hablando en voz alta, mirando el traje de baño completo que tengo entre mis manos. Es el traje de baño de la esposa de papá. Es nuevo, lo sé porque cuando me ofreció lavar mi ropa antes de venir para acá, dijo que lavaría el traje de baño antes de usarlo. Isabelle tiene esa manía con la ropa nueva, le gusta lavarla antes de usarla. Yo me negué a que lavara mi ropa. Ella se fue y dejó a un lado de mi ropa negra el traje de baño y yo debí de agarrarlo por error, pensando que era una prenda que me faltó por meter a la lavadora y terminé lavándolo junto a mi ropa. Lo suelto, y veo el bikini, este es muy sencillo; es de color azul claro y la parte superior parece un sostén deportivo, y ni hablar de la parte de abajo, igual, es muy simple y nada coqueta. «Con ese bikini no voy a impresionar a Aaron». Me sorprendo un poco al pensar así, ya que no soy de llamar la atención de ninguna manera, pero con él, quiero hacerlo, quiero que me mire. El traje de baño de Isabelle es muy sexy, pero no raya en lo vulgar. A pesar de ser completo, de una pieza, el diseño parece que fuese, pues la parte de abajo ajena a la de arriba porque es n***o, pero a su vez hay partes transparentes, y el n***o predomina. La parte del pecho es mi favorita. Como el color n***o oscuro predomina en la tela, los trazos que forman parte del diseño del traje de baño, estos parecen vendajes de momias, como si estuviesen envolviendo del ombligo para arriba a la mujer que se lo vaya a poner. En la parte de los senos, se deja ver en la parte transparente medio seno, pero sin mostrar el pezón o la aureola de este, y el otro lado si cubre casi todo el seno a excepción de un pequeño espacio arriba del mismo. Me lo pruebo, pero no tengo espejo para mirarme. «!Mierda!, de nuevo me olvidé de comentárselo a mis tutoras». Hoy tuve que ver mi reflejo en la bandeja que me trajo Vincent, logré verme a duras penas. «Tengo que averiguar por qué no tengo espejos y si me darán al menos uno a prueba de niños, lo necesito». Agarro una toalla limpia del baño y me envuelvo en ella. Abandono la habitación y me dirijo a la piscina. Observo a Aaron, se ha cambiado de ropa, tiene una bermuda para nadar y está sentado en el borde de la piscina con las piernas metidas en la misma. Se encuentra absorto leyendo un libro. Mis ojos se fijan en sus brazos, se ven fuertes. —Estoy lista —digo, ya que pensé en aclararme la garganta para captar su atención, pero no quiero quedar como una tonta, es mejor hablar y ya. —Oh, hey, no te sentí llegar —dice, y se pone de pie. Veo su torso desnudo, y en efecto, se ve que hace ejercicio. Deja el libro encima de una de las tantas poltronas que hay cerca de la piscina. —Bueno, ¿lista para entrar al agua? —pregunta, y me sonríe sin mostrar los dientes, pero es una sonrisa agradable. —Sí, me encantaría —respondo, intentando sonar natural y relajada. Me quito la toalla sin mirarlo, aunque quiero hacerlo, pero no quiero ser obvia. He dejado la toalla en la poltrona de al lado de la de donde él puso su libro. —Bueno, hoy puedes nadar como quieras, pero a partir de mañana, antes del mediodía, los pondré a todos a ejercitarse, pero será divertido, te lo aseguro. —Bien —respondo, y observo el agua. Es una piscina grande y rectangular. Camino hacia la escalera, solo hay una y está del lado contrario a las poltronas que tan solo son seis. Meto un pie en el agua y se siente cálida y deliciosa. Bajo los escalones, y no puedo evitar mirar de reojo a Aaron, está pendiente de mí, pero sé que es su trabajo. Sin más me zambullo dentro del agua. Salgo a la superficie y echo la cabeza hacia atrás. Miro las nubes y de inmediato me siento relajada. Cierro los ojos por unos segundos. —¿Qué tal está el agua? —me pregunta Aaron, y lo miro. —Bien, muy relajante. Me sonríe ampliamente. —Me alegro de oírlo. Le sonrío mostrando los dientes porque su sonrisa me ha contagiado. Veo que Aaron gira su cabeza y yo hago lo mismo. Evan está vistiendo una bermuda y trae una toalla guindada en el hombro. —Bien, tenemos a otro voluntario para el agua. ¿Tú eres, Evan? ¿Cierto? —Sí —responde él. —Bien, Evan, yo soy Aaron, profesor de educación física, pero puedes decirme Aaron. —Ok —responde Evan, y se saca la franela que tiene. Evan siempre se ve relajado, a veces, aburrido y podría decirse que otras veces: distante, en su mundo, pero así estamos todos, pensativos, metidos en nuestros asuntos. Se lanza al agua y me sorprendo, ni se molestó en probarla primero. Observo por un momento a Aaron, está muy pendiente de nosotros. «Claro, sabe que nos intentamos suicidar». Evan está de pie en la piscina, está en la misma parte que yo, pero él es más alto que yo y por eso toca el fondo. Nado hacia el borde de la piscina y me sujeto con una mano. —Esta noche nos llevarán al bosque —me dice Evan. —¿Cómo lo sabes? —respondo. —Escuché a Vincent hablando con el director cuando me dirigía hacia acá. —Bueno, me imagino que será para ponernos alrededor de una hoguera y cantaremos canciones, todos felices —digo con sarcasmo. Evan me sonríe de medio lado. —Bueno, yo espero que cuenten cuentos de terror. Mi sonrisa se esfuma y él frunce el ceño. —¿Crees en los fantasmas? —me pregunta con curiosidad. —No, pero, no creo que lo hagan, el contar cuentos de terror, porque se supone que quieren que evitemos ponernos ansiosos. —Sí, tal vez, puede ser, pero el terror es parte de la diversión, si no, no hubiese películas de terror, suspenso y misterio —dice. —Me encantaría poder usar Internet para saber más de este sitio —digo más para mí que para él. —¿No investigaste antes de venir? —de nuevo me pregunta con expresión de curiosidad. —No, no me dio tiempo —respondo, y me da rabia recordar que estoy aquí en contra de mi voluntad. Papá no me dijo el nombre, prácticamente me trajo y ya. Apenas tuve tiempo para empacar mis cosas. —Este lugar ha sido varias cosas —dice, pero ha bajado el tono de voz. Lo miro ya que estaba mirando hacia ningún lugar, me quedé pensando. Veo a Aaron y este continúa sentado en una de las poltronas de la piscina, leyendo. —¿Cómo qué? Se acerca un poco más hacia mí, pero ahora sí, le ha tocado nadar porque estoy en la parte más honda de la piscina. Se ve que lo que quiere decirme, quiere decírmelo en privado, aunque Aaron está del otro lado de la piscina y no creo que nos haya oído hablar todo este tiempo porque estamos hablando sin necesidad de alzar la voz. —Un hospital, antes del hospital, era un hotel, pero comenzó siendo un complejo de cabañas. Capítulo 7: Psiquiatra Llaman a la puerta, todavía no son las siete, son las seis de la tarde. —¡Adelante! —digo. Vincent abre la puerta. —Sam, el doctor Costa, espera por ti. —Y ¿bien? Frunce el ceño. —¡Oh!, cierto. Casi me olvido —dice, y saca del bolsillo de su camisa de enfermero un espejo de mano. Hoy está vistiendo esa camisa, de color gris y un mono deportivo. Sonrío cuando lo veo. —Es un vidrio especial, no se rompe. Me pongo de pie y él ya ha entrado más a la habitación. Me lo tiende y lo acepto. —Gracias, es hermoso —digo mirándolo.
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