—Lo instalaron cuando se fueron todos a sus habitaciones. Se le olvidó a la persona encargada de ponerlo ahí.
—Misterio resuelto —digo, y vuelve a sonreírme con diversión.
—Hablando de misterios. Como sé que te gusta leer, quiero decirte que hay una biblioteca muy surtida, abajo. Hoy la puedes conocer. Hay libros fascinantes. Te recomiendo los de detectives.
Alzo una ceja.
—Pensé que tenía que ganarme las cosas.
—Sí, pero no todas.
Me deja pensando con esa última respuesta y se retira con un: nos vemos luego. Me acerco al carrito y observo lo que me ha traído para comer. Hay fruta variada y fresca, dos rodajas gruesas de pan de centeno tostado. Mermelada de fresa, mantequilla. Tres tiras de tocino, un huevo duro, queso mozzarella: dos rebanadas. Un poco de granola y yogur, están separados en dos pequeños boles. De resto, sal y pimienta en sobrecitos; y de tomar, zumo de naranja en un vaso plástico. Los cubiertos son para niños. Nada es de porcelana o de un material que pueda romperse fácilmente. Todo es de plástico y los cubiertos son de, al parecer, de acero inoxidable, pero se ve que son especiales para que los niños no se hagan daño. Los mangos son de goma. Al menos no tienen forma de animales ni nada de eso. Me dispongo a comer para luego ver qué tiene planeado hacer conmigo hoy, el doctor Costa.
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Cuando estoy terminando de comer escucho agua corriendo. Frunzo el ceño. «Pareciera que fuese la regadera de mi baño». Me pongo de pie y a medida que me voy acercando a la puerta del baño se puede oír más fuerte el agua cayendo. Trago saliva y abro la puerta. Nada, ya no se oye nada. «Puede ser el baño de la habitación de al lado o el de arriba», pienso racionalmente. Cierro la puerta y agarro un poco de granola con la mano. Me doy vuelta hacia la cama y veo hacia la pared, ya que ha captado mi atención una de las lámparas de estrella, «está encendida». Llaman a la puerta y doy un respingo. He abierto la mano en donde tenía la granola por el susto. Suspiro.
—¡Adelante! —respondo, y me agacho para limpiar lo que he ensuciado.
Vuelven a llamar. Me pongo de pie, me doy vuelva y por segunda ocasión me asusto, pero esta vez no suelto la granola que he logrado recoger. La puerta de la habitación está abierta completamente. Ahora sí, estoy muy asustada. Dejo la granola encima del carrito y me apresuro. Tengo que ver quién me está jugando una broma. Salgo al pasillo, pero no hay nadie. La puerta de la habitación número siete, esta está entre juntada. Muy molesta, me dirijo hacia la misma y entro sin tocar. Tan solo empujo con la mano para terminar de abrirla. No lo hago con brusquedad, pero sí, rápidamente. No hay nadie. Me dirijo hacia el baño, y golpeo dos veces. Nada. Coloco la mano sobre la perilla y grito cuando me tocan el hombro. Me doy vuelta lo más rápido que puedo y me pego contra la puerta del baño.
—¡¿Qué diablos te pasa!? —pregunto exaltada y empujo a Adam.
Él me mira con expresión confusa.
—¿De qué hablas? Te vi entrando a esta habitación. Dije: hola, pero ya veo que no me escuchaste.
Respiro profundamente y suelto el aire de mis pulmones.
—¿De quién es esta habitación? —pregunto con cara de pocos amigos.
—Ni idea. Yo estoy en la número cuatro —responde, y se ve sincero.
Abro la puerta del baño y no hay nadie. Frunzo el ceño.
—¿A quién estás buscando? —pregunta cuando cierro la puerta del baño.
No le respondo y me salgo de la habitación, pero no quiero ir a la mía, sin embargo, tengo que bañarme para poder bajar. Mis tutoras me dijeron ayer que quieren verme hoy a las nueve y media de la mañana.
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—Buenos días, chicos. Me encanta verlos a todos. Sé que en media hora tienen que ver a sus tutores, pero quiero saber, ¿cómo pasaron su primera noche? —nos pregunta el doctor Costa.
Nos encontramos en la habitación grupal.
—Bueno, yo dormí como un bebé —dice Adam.
El doctor sonríe.
—Excelente, ¿qué hay de ti, Kristen?
Adam juega con el anillo que tiene colgado en el cuello. Es un anillo con una piedra negra. Sigue vistiendo como cuando lo vi más temprano, jeans azules que se ven como nuevos, y una franela sin mangas, ajustada y de color blanco. Nota que lo estoy mirando y me sonríe de medio lado. Dirijo mi atención al doctor. Kristen no ha dicho mucho, solo que ha dormido bien.
—¿Ustedes revisan las grabaciones de las cámaras? —pregunta Jackson, y me sorprendo.
—Por supuesto —responde el doctor.
Jackson se ve muy serio, apoya sus ante brazos encima de sus piernas.
—Usted sabe que mi habitación es la número dos, en el piso dos. O tienen una falla con el sistema de la puerta o en este lugar hay fantasmas.
Me sorprendo porque lo ha dicho con mucha seriedad.
El doctor se ríe, una risa suave. Como si hubiese escuchado a un loco hablar.
—Jackson, descuida. Mandaré a revisar tu puerta. ¿Fantasmas? Respeto si crees en ellos, pero te aseguro que aquí no hay nada paranormal. Los únicos fantasmas son los recuerdos del pasado.
Observo a Jackson y continúa con la mirada seria. El doctor mira el reloj de su muñeca y se pone de pie.
—Los veré en el almuerzo. Disculpen que no haya cumplido con la media hora, pero hoy antes de la cena nos toca una hora de sesión, es individual.
El doctor se va, y ya todos nos hemos puesto de pie. Me acerco a Jackson, pero Adam se me adelanta.
—¿Quién lo diría? ¿Le tienes miedo a los fantasmas? —lo chincha Adam.
Jackson golpea con el puño a Adam en la cara. Evan se acerca y sujeta a Jackson, ya que no le ha bastado con tumbar al suelo a Adam. Todo fue muy rápido. Los ojos de Jackson, él se veía ido, ausente, pero la reacción, antes de golpear a Adam. Rabia, en sus ojos había rabia. Evan logra sujetar con algo de dificultad a Jackson, aunque Jackson es un poco más alto que Evan, pero Evan se ve más fuerte que él.
—¡Eh! —dice Vincent entrando a la habitación. Ha entrado corriendo.
Sujeta a Adam, porque este, quien es más alto que Jackson y el más musculoso de los tres chicos, ya se ha puesto de pie y quiere regresarle el golpe a Jackson.
—¿Qué ha sucedido? —pregunta Vincent.
Evan suelta a Jackson cuando ha visto que se ha calmado. Jackson se va de la habitación.
—Supongo que los van a botar —digo con seriedad.
—No, Sam —responde Vincent, también serio y con voz pausada.
Me encojo de hombros.
—El doctor Costa, nos leyó las reglas —digo.
—Sí, hay reglas, pero créanme, hay cosas para tomar en cuenta. Hay que analizar qué pasó, y necesito que me lo digan ahora mismo —exige Vincent.
Adam se limpia la sangre del labio inferior.
—Bueno, el drogadicto se molestó porque le pregunté en broma si le tenía miedo a los fantasmas y su respuesta fue un labio partido, pero se ve que quería molerme a golpes —dice Adam con expresión molesta, más no furioso.
Quién lo diría, Jackson tiene cara de niño bueno y Adam de chico fiestero, y resulta que el de cara de niño bueno, tiene su lado sensible y oscuro, aparte de que es un c*****o. Se veía tan serio con el tema de los fantasmas, «qué le habrá pasado a Jackson para ponerse así».
—Escucha Adam, te voy a llevar a enfermería, pero tienes que venir conmigo después de eso. Tú y Jackson. Tengo que reportar esto y ustedes tendrán que vérselas con el director y el doctor Costa.