Capítulo 2 Piensa bien las cosas

1496 Words
Lola Mis pies se movieron directo a la salida, apague el teléfono y lo guarde en mi ropa, mañana vendría a buscar mi ropa, todo lo que podía mientras él trabajaba. Lo haría en estos días, pero se acaba, no seguiría con él, no lo haría, termina con cualquier rastro de relación que podía haber entre nosotros. No merecía mi tiempo, no merecía nada. Camina con mis ojos llenos de lágrimas directamente a la salida, no había querido adoptar, no quería hacerse estudios porque él no era el problema, siempre tenía la culpa de todo yo, siempre era la responsable, ahora creo que jamás me quiso de la misma manera. Negué, tome mis zapatos, pero me quede a medio camino, mi brazo fue tomado y mi cuerpo girado con fuerza. Observé a mi esposo, el hombre que pensé que me acompañaría toda mi vida, el sujeto al que le entregue mi virginidad, mi vida. El mismo que había tenido la decencia de ponerse su ropa interior y que ahora me miraba con los ojos completos de furia. ¿Él era el ofendido? Esto debía ser una broma, todo esto debía ser una broma de mal gusto. — ¿Divorcio? — Lo que escuchaste —solté el agarre. —Esto se acaba. —me puse el zapato y me miro. — No, nada de eso, tú no te vas a divorciar de mí —subí una ceja. — ¿Quién dice que no? —mire al pasillo —Te esperan. Sus ojos se desviaron a Charlotte que lo observaba con la ropa puesta, seguramente esperando que me dejara ir, yo esperaba lo mismo, pero él no parecía dispuesto a eso. — Eres mi mujer, primero y principal —esto era una broma —Eres mi esposa y tienes que permanecer a mi lado, te gustó o no. — Yo no estoy donde no me respetan —apretó los dientes. — Así seas la tercera en la lista, tienes obligaciones, las tienes conmigo —era increíble —Amor, te amo, no eres la tercera, eres la primera, ella no importa —señalo a Charlotte —Tú tienes el anillo, me tienes viviendo contigo, eres a quién llevó a las reuniones. —tomo aire —¿No es suficiente? ¿Qué más quieres? ¿Viajes? ¿Otra luna de miel? Por hombres como mi esposo, yo me había hecho rica, por hombres como él las mujeres dejaban de creer en el amor. Ahora agradecía enormemente que mi padre me hubiera convencido de no compartir cuentas con el imbécil que tenía frente a mis ojos, porque ahora no solo estaría divorciada, sino que me quedaría sin nada, porque estaba segura de que no sería fácil. Tenía mis propias cosas, mis propios clientes y una cuenta bancaria que me permitía vivir sin trabajar algunos meses, sí era lo que quería, pero no me interesaba eso, simplemente divorciarme del idiota. — Eres un cabrón —me acerqué a él —No soy ni el segundo ni el tercer plato, ni la opción de nadie, soy la certeza —lo mire —No eres la última maldita gota de agua en un desierto, hay millones de p***s en el mundo, seguramente mejores que tú —lo mire de arriba abajo —Si no es contigo, seguramente será con alguien más —Me tomo del brazo- — No se te ocurra Lola, eres mía, solo mía —me acerco a su rostro —Nadie más toca lo que es mío, solo yo he tocado ese cuerpo y seguiré siendo yo el que haga con él lo que se le antoje —tire de mi brazo. — Nunca más —pelee de nuevo por salirme —ahora suéltame el brazo y espera que te llegue los papeles del divorcio, un divorcio que va a estar firmado. Me terminé de colocar los zapatos y caminé para tomar mi maletín, pero de nuevo mi brazo fue tomado y mi cuerpo llevado directamente contra la pared. Jadeo por lo repentino de su movimiento y pegó su rostro más cerca del mío mientras que su cuerpo se cernía evitando cualquier tipo de movimiento — Tú no lo has entendido cariño —negó mientras que pasaba su nariz por mi mandíbula —Eres mía, solamente mía, yo soy el único que puede verte sin ropa, soy el único al que atiendes, y no te vas a divorciar de mí, no importa cuántas pataletas hagas, cuánto quieras pelear por esto, al final te tendré en mi cama de nuevo, solamente que ahora un poco más dócil. Lo empujé con mis manos directamente de su pecho y él llevó la suya a mi cuello, lo miré con pánico, pero la subió hasta mi mandíbula y me dejó mirándolo. — Eres mía —su boca rozó la mía y sentí asco. — ¿Qué mierda haces? —lo golpeé en su brazo. — No lo entiendes mi amor, estarás conmigo hasta que la muerte nos separe, no puedes simplemente irte y dejarme, tú eres completamente mía. Su boca volvió a rozar la mía y de nuevo las náuseas recorrieron mi cuerpo, estaba segura que había besado a Charlotte momentos atrás y me negaba rotundamente a participar de esto, no quería que me tocara —bajo ningún concepto —no quería que volviera a poner las manos encima. — Me das asco —hablé con enojó y tomó aire. — Sé que no es cierto cariño, tu corazón todavía se desespera cuando me tiene cerca —las ganas de llorar volvieron —es mi nombre es el que estuviste gimiendo anoche mientras estabas encima de mi cuerpo —lo mire directo a los ojos —Como yo solo gimo el tuyo cada noche cuando nos vamos a dormir —cabrón, desgraciado. — No solamente el mío —mire a un costado cuando trata de besarme. — En eso te equivocas, si es solamente el tuyo, mereces que así sea, solo tú —mire a Charlotte que parecía dolida —eres la dueña de cada uno de mis sonidos —lo volví a correr —esto no significa nada, te amo, lo hago, pero tengo necesidades que tú no puedas cumplir, porque jamás te rebajaría a ese punto cariño —lo volví a empujar. — Bien déjame decirte que no me interesa que me amas, es más ya no me interesa ser la única que merezca nada de ti, se lo puedes dejar a la primera zorra que te aparezca por enfrente, lo nuestro simplemente se acabó —tomé mis cosas y lo empujé de nuevo —No te quiero ver nunca más. Di unos pasos y abrí la puerta. — Si sales por esa puerta más sobrará que tu vida sea un infierno —lo mire. — No me interesa ninguna de tus amenazas Marc, lo nuestro se acabó. Salí escuchando sus gritos e ignorarlos por completo, mis pies se movieron hasta el ascensor para bajar directo al hall donde el chico que atendía la puerta me observó nervioso y con pena. — Mañana vendré a buscar mis cosas, por las dudas que te diga que no me dejes pasar —miro atrás. —El departamento es de ambos. — ¿Quiere que le pida un camión de mudanza? —afirmé despacio. — A las diez de la mañana, por favor. —sonrió. — Me encargo señorita Price —giré y salí. Me muevo por inercia a la salida no sé si estaba abandonar este lugar de una vez por todas, y no tenía idea donde me había quedado esta noche, al menos sabía que podía recurrir a una persona que no me negaría la entrada. Me subí a mi auto y emprendí viaje a la casa de Mary, mi amiga desde la preparatoria, nunca nos habíamos dejado ver a pesar de que ambas hicimos nuestra vida, ella seguía siendo soltera y viviendo en un departamento modesto apenas terminaba la parte central de Nueva York. Yo había cometido la vida antes de casarme aun cuando ella me había dicho al menos una docena de veces que él no era para mí. Estacioné en su casa y me bajé despacio, mis pies se movieron mientras que procesaba todo lo que había pasado, no me permitía derramar ni una sola lágrima, no las merecía, ninguna de ellas, ni siquiera un poco de dolor. Lo había arruinado todo y yo me negaba rotundamente a ser partícipe de eso, yo no era la opción de nadie, no tenía que obligar a nadie a amarme y respetarme, la persona que quisiera estar conmigo lo haría por sí sola, aunque claramente esta no era la situación. La puerta se abrió, sus ojos me analizaron un momento antes de abrir sus brazos, no lo dude, solo di dos pasos y me rompí en sus brazos, como tantas otras veces, con el mismo dolor. — Ay Lola, cuanto lo siento —susurró. Pero yo no respondí, solo me rompí un poco más.
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