Capítulo 3 Sexo de Venganza

1553 Words
Lola — Ese miserable cabrón Su cuerpo sigue moviéndose de un lado al otro mientras balbucea al menos una docena de insultos, luego se detiene un segundo y vuelve a maldecir mientras sigue caminando. Quisiera decir qué me asombra su reacción, pero no es cierto, ella lo odiaba. Lo detestaba tanto que solía decir a diario las formas en que lo lastimaría, a mí me solía resultar gracioso aquel odio que sentía por mi marido, sobre todo porque pensé que era celos, nosotras solíamos ser muy unidas y cuando me casé aquello continuó, pero ya no tan seguido. Mary detestada a Marc, ellos simplemente no se podían ni ver, ella era de aquellas personas que pasaban por el lado y te decía idiota sin siquiera dudarlo. Marc al principio decía que lo entendía, en varias oportunidades solo dijo que estaba celosa de mi excelente vida. Ahora solo creo que simplemente él sabía que ella lo detestaba por alguna razón en particular, que ella sabía lo que él hacía y por eso intentaba ignorar el hecho de que mi amiga soltara comentarios, porque los ignoraba, decía que no importaba, que lo entendía, pero también evitaba salir con ella. Creo que en algún punto todo lo que sucedió, cada cosa que pasó, fue mi culpa. Yo confío en él más de lo que debía, yo creí en sus palabras y esperé más, aun cuando sabía que no sucedería, porque inconscientemente lo sabía, que el embarazo, mis felices por siempre, no llegaría tan fácil. Cada parte de mi relación se veía simplemente afectada porque nosotros no estábamos predestinados a estar juntos. Yo me aferré a eso como si fuese la solución, — Es que yo debería ir a su casa y cortarle las pelotas —me mira —Tendría que ir hacia allá y triturar cada parte de su cuerpo tan despacio como fuera posible —aprieta el puño contra su mano —Jodido idiota, quiero asesinarlo, quiero matarlo, quiero… quiero acabar con cada maldita parte de su sistema ¿Puede acabar con cada parte de su sistema? —me miró. — Creo que no vale la pena —su ceja se arqueó y movió la cabeza despacio. — Crees que no vale la pena —me observó como si tuviera tres ojos en la cara —¿No lo tendrías que haber pensado cuando te dije que no te tenías que casar con él? —ahora era mi turno —Claro que es algo que tendrías que haber visto y meditado cuando te dije que ese sujeto no era para ti, que te arruinaría la vida —pasó la mano por su rostro —ah no, pero tú estabas con eso de "Oye estoy enamorada" —algo voló mi cabeza y me golpeó directo en la frente. Me toqué la zona con cuidado y la miré molesta mientras que ella simplemente me ignoraba, sus ojos estaban cargados de furia, su mirada dura me observaba fijamente, sabía que me había dicho que no me casara, que lo conociera más tiempo, que había algo en él que no la convencía. Hablo de que no lo conocía, me había dicho todas las razones por la que era una completa locura lo que hacía, mi padre estuvo de acuerdo en alguna de ellas y yo simplemente les pedí que confiaran en mí. Sabía que mi amiga había tenido una infancia dura, su padre la había abandonado y su madre se había desvivido para hacer lo mejor que podía con ella, ambas eran muy unidas. Mary había quedado súper desconfiada con todo el sexo masculino, para ella los hombres eran sinónimos de dolor y sufrimiento. Por lo que no los quería jamás en su vida, era por eso mismo que yo siempre tomaba con pinzas lo que ella decía. — Tú crees que es mi desconfianza hacia los hombres y sí, puede ser que tenga desconfianza hacia ellos, pero no tiene nada que ver con lo que ese hombre proyecta Me apunto con el dedo. — Se notaba que era un mujeriego, vamos que he conocido muchos en el transcurso de mi vida, hasta que me di cuenta que no era algo que quisiera, las relaciones no son lo mío —se sacudió —De igual forma, ahora nos olvidaremos de aquel animal rastrero que te dañó e iremos a tomar algo, nos emborracharnos y olvidarnos de los hombres —aplaudió —Uy creo que esa es la mejor parte de todo esto, los duelos suelen ser gratificantes. Negué varias veces entre risas, pero ella no apareció imputarse por mi negativa, en su lugar tiró de mi mano y me levanto para llevarme directo a la ducha, me quejé al menos unas seis veces mientras que prendía la bañera y me informaba que saldríamos sí o sí. Ya no le encontraba sentido a quejarme, porque estaba segura que no importaba cuánto lo hiciera, simplemente me ignoraba, tenía todas las intenciones de hacerlo y lo sabía, por su cara. — Te voy a prestar ropa mía, vas a salir hecho una diosa egipcia —sonrió —Puedes conformarte con una noche de sexo alocado y un hombre guapo de esos que ves una sola vez y te olvidas —movió la mano —ya sabes, sexo de resentida, en realidad de rehabilitación, dudo que ese hombre sepa satisfacer bien a una mujer. —abrió la boca —Sexo de venganza —aplaudió. — Estás loca. Me quejé mientras ella comenzaba con un ritual de belleza —propio de programa de televisión —la observé sacar mascarillas y distintas cosas mientras que me acomodaba en la bañera. Mary era asesora de imagen, ella se encargaba de vestir a varias celebridades y tenía un gran repertorio de clientes junto con muchísimos cursos, tenía plata —bastante —pero se negaba rotundamente a cambiar su estilo de vida, eso incluía vivir en otro lugar que no sea su departamento. Sabía que no lo cambiaba porque le recordaba sus orígenes, su madre y el esfuerzo que implementó para hacerla vivir mejor. En este departamento había crecido y se negaba a venderlo o cambiarlo por algo un poco más moderno, sus recuerdos estaban aquí y ella se quedaría aquí para atesorar cada uno de ellos. Cuando se hizo la noche, me encontraba dentro de un pequeño vestido blanco brillante, mi boca se abrió grande al darme cuenta de cómo dejaba la vista mi cuerpo. Mi cintura era pequeña, lo suficientemente como para poder rodearlo con un brazo y ahora se notaba más, no era muy alta, media exactamente un metro sesenta y ocho, mi cabello rubio tenía ondas desenfadadas, mis ojos eran claros y brillaban, al menos lo hacían antes, porque ahora se veían apagado. Se habían consumido, pero yo me negaba a estar triste, a perder mi esencia por él, no lo merecía. — Mira, esto es lo que pasará, beberemos todo lo que queramos, si te vas con un hombre tienes que avisarme —me apunto con su dedo —no importa lo caliente que estés en el momento, necesito que me avises, porque me voy a preocupar y tú no quieres que yo me preocupé —su tono era de amenaza. — No —balbuceé. — Porque eso sería empezar a llamar gente y quizás si meto el dedo mal y termine llamando a tu ex, diciéndole que desapareciste, ebria, seguramente con algún hombre guapo de cuerpo marcado —ladea el rostro y la miré antes de negar. — No puedes hacer eso, porque todavía no me divorcio, voy a volver contigo —suspiro decepcionada —simplemente trata de no hacer ningún comentario, lo digo en serio, necesito divorciarme de él y para eso tengo que mostrar que él ha sido infiel, no yo. — Él es el perro —afirmó —Entiendo, será secreto — No puedo hacer nada, porque eso complicaría el asunto —soltó el aire bruscamente y se quejó en alemán. Sonríe cuando ve que no entendía nada de lo que dice, ella había aprendido idiomas para poder maldecir a sus clientes en algún idioma que no entendieran, eras así. Salimos de su casa entre risas, había dejado que me pusiera esto, que apenas me tapaba. Estábamos camino al lugar, que, según mi amiga, era lo último en tendencia, donde hombres adinerados y solteros iban en busca de mujeres capaces de complacerlos. Estaba prácticamente segura de que exageraba y de que la mitad de lo que decía era mentira, pero ella simplemente dijo que tenía que verlo con mis propios ojos. Le creí apenas pasé la puerta. Me encontraba en un bar que gritaba glamour por todos lados, hombres de traje hablaban con puros en su mano, mi boca se abrió enorme al corroborar que lo que había dicho era cierto. Ella me miró con su famosa cara de "te lo dije perra". Bebí, baile y me encargué de tomar cualquier trago que aparecía frente a mis ojos, quizás era por eso que ahora me negaba a levantar la almohada que tapaba mi rostro, porque ver la luz solo iba a traer más dolor a mi sistema, porque la jaqueca no sirve para los borrachos y ahora estaba lo suficientemente ebria para maldecir. Porque sí, todavía permanecía alcohol en mi sistema como para maldecir a mi amiga entre gritos.
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