Capítulo 1 Divorcio

1504 Words
Lola Mi vida era agradable, todo funcionaba como las manecillas de un reloj, a tiempo, ordenado, siguiendo un ritmo. Exceptuando a mi cuerpo. Llevaba dos años y medio casada con un hombre maravilloso, dos años en un matrimonio sólido, lleno de compañerismo, lealtad y amor. Mi vida era perfecta, excepto por un pequeño detalle. Algo que cada día me molestaba más. Tenía un buen trabajo en un bufete de abogados, estaba catalogada como una de las mejores abogadas —mujeres —de Nueva York, era buena en lo que hacía, pero me falta algo, siempre falta algo. No importa que tan bien me fuera en todos los aspectos de mi vida. Uno nunca podía tener todo lo que quería, nunca ibas a poder tener todo lo que deseabas, aun cuando era capaz de dar todo mi dinero por solo una cosa. Un hijo. Durante el último año, lo único que había querido hacer, lo único que había soñado, era con encontrar aquello que tanto anhelaba, quería hacer uso de aquel milagro que solo las mujeres podemos disfrutar. Engendrar mi bebé. Quiero formar mi familia junto al hombre que amo, deseo ser mamá, tener un hijo o dos, terminar de ensamblar lo que tenemos y poder así, continuar con mis planes a futuro. Porque Marc no quiere adoptar. Mis planes no desean cumplirse. Durante toda mi adolescencia me concentré en solo una cosa. Mis estudios. Me mentalice en terminar con mis obligaciones para luego formar una familia. Terminé la universidad y empecé una relación con Marc, me enamoré, nos casamos y comenzamos a vivir aventuras juntos. Viajes, sexo a cualquier hora, cenas con amigos hasta que decidimos que había llegado el momento de dar aquel paso, ese gran paso que implica más amor y noches en velas. Hace un año y medio decidimos con mi esposo que lo haríamos, haríamos uso de nuestra gran vida romántica para comenzar a formar nuestro legado. Porque nos amamos. Porque lo soñábamos. Pero nunca llegó. Lo intentábamos en cada oportunidad que teníamos, dejábamos libres las riendas de la pasión al igual que nuestro corazón. Nos convertíamos en aquellos amantes que leí en mis novelas e intentábamos que aquel acto hiciera lo que necesitábamos, lo que anhelábamos, un bebé. Pero nunca pasó, con cada mes que llegaba, las desilusiones también, cada fecha marcaba todo lo que estaba perdiendo y cómo mi vida se iba a pique. Mis estudios habían dado bien, mi gineco-obstetra decía que todo estaba perfecto conmigo, me había dado pastillas para aumentar la fertilidad y venía preparando mi cuerpo con todo lo que se espera para poder hacer un buen embarazo. Pero no pasaba. Estaba frustrada, enojada y mi corazón dolía, pero estaba dispuesta a seguir adelante. Tomé aire mientras que salía de otra consulta médica y bajé en las escaleras para ir directo a mi auto y emprender el camino a casa, me había desocupado temprano el día de hoy, no tenía ningún caso hasta mañana y quería darle una sorpresa a mi esposo para poder, quizás, tener un momento en pareja como en los viejos tiempos. Las calles de Nueva York pasan a mi alrededor, la gente va y viene de un lado para el otro, completamente enfrascadas en su trabajo. Los trajes, personas en patineta, turistas, era algo que se acostumbraba a ver siempre por estos lugares, sobre todo cuando vives prácticamente en el centro de la ciudad. Marc es dueño de una empresa de automóviles reconocida, nuestra casa se encontraba en el último piso de un edificio, todavía veíamos en un pent-house, estábamos esperando a formar familia para buscar una casa para criar a nuestros hijos, algo que todavía no hacíamos pues la situación no había cambiado y de esta forma llegamos rápido al trabajo. Estaciono en mi lugar observando el auto de mi marido, salgo para subir al ascensor, los números pasan mientras que yo mando mensajes a distintos clientes diciéndole los próximos pasos que seguiríamos, mi maletín descansa en mi otra mano y la canción del ascensor llena el ambiente. El último piso llega, las puertas se abren y camino hasta la casa, el ambiente se encentra completamente despejado, el piso brilla, las paredes blancas reflejan la luz del sol que entra por el gran ventanal. Apenas pasé la puerta me encontré sacándome los zapatos y dejando el maletín sobre la mesa que se encontraba justo al lado de está. Mis pies duelen por haber estado con tacos durante la sesión de la mañana, una sesión que pensaba que duraría hasta las cinco de la tarde, pero que se resolvió más rápido de lo que creía. Por lo que ahora, siendo las tres y media, me encuentro entrando a mi hogar, luego de pasar por mis estudios médicos. Paso a la cocina por un vaso de agua, me lo serví y miré todo, la casa estaba desierta, quizás Marc dormía, podía despertarlo con algunos juegos. Sonreí y me dispuse a ir cuando aquel pequeño, pero notable gemido, llego a mis oídos. El vaso quedó medio camino mientras juntaba mis cejas y apretaba mis dientes, me quedé callada, con el corazón latiendo frenético. Tomé mi celular y otro sonido igual de fuerte le siguió, temblando y con mis alertas encendidas dejé el vaso con cuidado de no hacer ruido y caminé despacio hasta la habitación. Mi oído zumbaba, mi respiración se volvió un desastre y todo a mí avisaba lo que parecía ser inevitable, lo que estaba a punto de descubrir. Quería cerrar los ojos y negar mientras que hacía de cuenta que esto no estaba sucediendo. Pero, a medida que avanzaba, los gemidos eran más audibles, a medida que avanzaba las palabras que salían de la boca de mi esposo se notaban más, haciéndolo real. Se entendía con claridad cada palabra. — Sí nena —el gemido de una mujer sonó —Eres única —gruño. Me paré en el marco de la puerta y no pude quitar mis ojos de la escena, como se encontraba ella de espalda, apoyada con las rodillas en el colchón mientras que él tomaba sus caderas y empujaba con fuerza. El golpe de la carne me hacía romper cada vez un poco más mi corazón. Observé aquella cartera que le regalé para su cumpleaños, sus botas largas tiradas en un costado, junto con el vestido que le acompañé a comprar unos días atrás. Ese que era para sorprender a su nuevo saliente, ese que ahora descansaba en un costado junto con la ropa de mi esposo, observé el condón usado en el suelo y negué mientras tomaba mi teléfono y apuntado directo a la cama. Era buena en el área, sabía cómo moverme y que necesita solo dos pruebas para esto, por lo que simplemente empecé a grabar y saqué unas imágenes mientras contenía los sollozos. — Es una linda imagen —mi voz salió dura mientras volví a limpiar mis mejillas —Por favor, no se detengan por mí —hablé cuando se quedaron quietos —Solo sonrían para la cámara. Marc maldijo en voz baja y giro mientras que abría sus ojos exageradamente, luego se salió de una sola vez dejándome ver en primer plano donde había estado unos momentos atrás. Me importó muy poco que ahora estuviera mostrando en imágenes su intimidad, tampoco que la de ella la viera la jueza, no era nada estrafalario como para escandalizar, tampoco chico como para pasar desapercibido, pero al parecer sí lo suficientemente bueno para la mujer que había dicho ser mi amiga. — Lola —tomó aire —Esto no es lo que parece —la voz de quién era mi mejor amiga retumbo en la sala y me reí sin ganas al escucharla. — No, entonces ¿Qué se supone que es tener el pene de mi marido metido entre medio de tus piernas? —me encargue de remarcar bien él “mi marido”. Saque otra foto. — ¿O es que las zorras ahora lo llaman de otra manera? ¿Esto tiene otro significado? —señale la escena —El acostarte con la pareja de tu amiga, lo siento, no me había enterado que se decía de otra forma. —la miré molesta —¿Puta? — A mí no me dices zorra ni puta —hablo molesta. — Te digo como quiero —mire la imagen. — Que tu marido prefiera acostarse conmigo, solo indica que no sirves para nada más que solamente calentar el lugar derecho de la cama. —la mire. — Cállate Charlotte —Marc gruño aquellas palabras —Amor —se acercó. — No me toques —me aleje —Quédate con la zorra. — No sirves para nada, por eso mismo que él terminó acostándose conmigo —siguió y Marc la miro molesto —Por lo insulsa que resultas en todos los aspectos. Abrí mi boca. — Charlotte deja de hacer una escena —Marc hablo y lo miré. —Amor, te amo, esto… — Eres un cabrón — gire —Quiero el divorcio.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD