Mirarse las caras

2493 Words
POV Knox Luis parecía estar entretenido con algo, así que le hice sonar la bocina para que finalmente reaccionara. Lo observé a lo lejos confundido, mirando de un lado a otro como si buscara algo. Al no encontrarlo, simplemente regresó. —¿Qué te pasa? ¿Acaso estás loco o algo así? —No es eso, es solo que creo que de tanto discutir contigo ha hecho que mi mente esté viendo cosas que no son reales. —¿Cosas irreales? ¿De qué hablas? —Mejor no me hagas caso, no quiero que tu mal humor se convierta en violencia. En algunos momentos Luis era extraño, así que encendí el motor y nos marchamos. ———— POV Lucía Después de salir con Dianita y Ruth, nos dirigimos al parque de diversiones. En el camino, Nico me había llamado preocupado por la discusión que tuve con mi hermano,, así que al decirle dónde nos encontrábamos, no tardó en llegar. —¿Dónde está mi princesa favorita? —¡Tío Nico! —Dianita saltó muy feliz al ver a quien ella consideraba su tío. —Creí que estarías muy ocupado, de verdad no te hubieras tomado las molestias —le comenté. —¿Molestias? Para nada, soy muy feliz de estar cerca de mi princesa favorita. Estaban muy sonrientes cuando de repente mi celular recibió una llamada. Le pedí a Nico que se quedara con Dianita mientras yo contestaba, ya que al revisar el número, se trataba del laboratorio. —Descuida, yo me encargaré. Ve tranquila a contestar, seguro es algo muy importante. —Gracias, trataré de ser breve y me reuniré con ustedes de inmediato. Me di la vuelta unos minutos para poder responder sin que el ruido me afectara tanto. —Esa es una estupenda noticia —sonreír con las mejillas anchas —Hacer estos tratos directos con los hospitales nos beneficia mucho. Como apenas nos estamos dando a conocer, debemos demostrar que nuestra calidad es total, así podremos tener más tratos con otros hospitales. —Y no solo es eso, señora, hemos logrado hacer trato con otros tres hospitales más. Así que el día de mañana, tendremos que estar todos presentes para hacer la firma de los contratos. —Totalmente de acuerdo —entonces, recordé a mi hermano—. Y bueno, además, voy a necesitar hacerles un anuncio. —¿Un anuncio? —Así es. No se los digo ahora por medio de la llamada, pero sí lo haré el día de mañana personalmente. —De acuerdo, señora. Será como usted ordene. Mientras tanto, le enviamos a su correo la lista con los hospitales que mañana haremos el contrato. —Perfecto, nos vemos mañana —colgué. Después de la llamada, me di cuenta de que Ruth, la empleada, estaba entretenida en un puesto de dulces. Aunque no había nada de malo en que se antojara de algún dulce, debía tener cuidado con Dianita. Al buscarla, me di cuenta de que Nico la había llevado a algún juego. Sin embargo, me sentía algo inquieta y miré de un lado a otro buscando a Nico y a Dianita. Me acerqué a Ruth y le pregunté dónde estaba mi hija. Ella respondió que Nico la había llevado al carrousel, lo cual me tranquilizó. Sin embargo, cuando los encontré, mi aliento casi se detiene. Corrí rápidamente y logré alcanzar a mi hija. —¡Dianita! —Mami. —Cariño, ¿qué haces con este algodón de azúcar? Sabes que no puedes comerlo. —Pero mami, muchos niños lo están comiendo y no parece tener tanta azúcar. —¿Dónde está Nico? —Tío Nico estaba comprando un osito de peluche para mí. Me dio una moneda y me dijo que me podía comprar lo que más me gustara. —Qué bueno que terminaste tu llamada, Lucía. Mira, ¿qué te parece este pequeño osito? —Nico, ¿tú le diste una moneda a Dianita? —Así es, había tantos juguetes que pensé que podía comprarse lo que ella más quisiera. Señalé con la mirada lo que mi hija aún tenía en las manos, y cuando Nico se percató, palideció. Tuve que colocarme en cuclillas para estar a la misma altura de mi hija y colocando mi mano sobre su manito pequeña, la miré a los ojos. —Mi niña, aunque el azúcar no se note, este algodón está hecho de algo que tú no puedes consumir. —No lo sabía, mami, pero el color y la textura se ven tan agradables. Además, muchos niños parecen felices al comerlo. —Lo sé, mi amor, pero... Ella bajó la mirada con tristeza y asintió. —Lo siento, mami, no quise que te asustaras. —No, cariño, no estoy enojada. La levanté en mis brazos para hacerle entender que simplemente estaba preocupada. —Ya sé, te prometo que te prepararé un dulce muy similar que sí podrás comer. —De verdad, mami. Sus ojitos se iluminaron, mientras pensaba en mi mente cómo encontrar una sustancia similar para poder hacerle un algodón de azúcar a mi niña, pero no importaba cuánto tardara. Ver a mi hija con esa brillante sonrisa en sus labios hacía que cualquier cosa valiera la pena. La noche se hizo más oscura, así que tuvimos que regresar a casa. Nico insistió en acompañarnos, y tras acostar a mi hija en su habitación, bajé a la sala para despedirlo. Ruth ya se había ido a dormir, pero él insistió en querer hablar conmigo. —Lamento mucho lo que ocurrió esta noche, Lucía. Debí haber sido más precavido. Dianita apenas es una niña y es evidente que aún desconoce del todo lo que debe y no debe comer. —Prefiero no pensar en eso en estos momentos, Nico. Aún estoy nerviosa por lo que pudo haber pasado. Lo hablaremos después ¿quieres? Se que no tuviste malas intenciones. —Te juro que no quería que pasara eso. Hubiese sido precavido. Estuve a punto de causar un gran accidente. —No quiero pensar en eso. Solo te pido que si en algún momento estás con ella, no le vuelvas a dar una moneda o que al menos estés muy cerca de ella. El parque de diversiones es un lugar muy grande y pudo haberse perdido. Aunque es muy inteligente, no deja de ser una niña pequeña. —Lo comprendo, y te juro que no volverá a pasar. —Quiero que sepas que no estoy enojada contigo, Nico. Solo me encuentro algo cansada. Mañana tengo que reunirme con los socios del laboratorio y luego firmar los contratos para los hospitales. —Entiendo, Lucía. Siendo así, me retiro. Debido a todo el agotamiento, no me dio tiempo de revisar los contratos que me habían enviado al correo, Ya lo haría cuando me reuniera con los demás, aún tenía que pensar en la forma en que explicaría el ingreso de mi hermano. Al día siguiente, Ruth ya se encontraba en la cocina preparando el desayuno. —Buen día, señora. Ahora mismo le serviré su desayuno. —No te preocupes. Tómalo con calma. Aún me quedan unos minutos. Debo esperar a mi hermano. —El señor Filipo llegó hace unos instantes. —¿Cómo? —Así es. Le pedí que esperara en la sala, pero no quiso hacerlo. Se quedó afuera en su auto. Caminé hasta la ventana y efectivamente, ahí se encontraba el auto de mi hermano. —Bueno, supongo que esto del trabajo debe ser un insulto para él. No me sorprende, pero que haga lo que quiera. Si quiere quedarse afuera, por mí está bien. Tomé el desayuno que preparó para mí y al terminarlo preparé las últimas cosas que me faltaban para llegar a la reunión. Creo tener casi todo listo. Solo me faltaba un pequeño detalle, el detalle más hermoso. Entré a la habitación de mi niña, donde la encontré aún durmiendo plácidamente. Al ver su carita tan risueña y angelical, sentí unas inmensas ganas de quedarme, pero no podía hacerlo. Me acerqué para darle un beso en la mejilla. —Mami. Entonces, ella abrió los ojos y me rodeó con sus bracitos alrededor de mi cuello. —Oh, eso es trampa. Estabas fingiendo dormir. —Desperté cuando entraste, mami. Así que quería sorprenderte. —Pues lo hiciste. La abracé cálidamente, llenándola de besos en sus mejillas. —¿Ya te vas, mami? —Así es, cariño. Mami tiene trabajo que hacer. Pero te prometo que al regresar, haremos ese fabuloso algodón. —¿Lo dices en serio, mami? Asentí, sin tener la remota idea de cómo lo haría, pero ya pensaría en algo. —Mientras tanto, quiero que obedezcas a Ruth. Desayuna y luego ella te llevará a la escuela. —Sacaré muchas estrellas, mami. —Sé que lo harás, mi amor. Confío totalmente en ti. Le di un último beso en la frente antes de despedirme de ella. … —Honestamente, no creí que llegarías tan temprano —le comenté a mi hermano cuando pasé por su auto. —Si hay dinero en juego, me tomo las cosas muy personales. —Bueno, en ese caso, no perdamos más el tiempo. Llegamos temprano a las instalaciones del laboratorio, donde los demás integrantes de LuxLab nos recibieron con total formalidad, aunque no dejaban de mirar a mi hermano. —Me alegra que estén todos presentes, y sé que en estos momentos deben estarse preguntando quién es el señor aquí presente —aspiré hondo—. Bueno, el señor es Filipo Lucchelli, es mi hermano, y desde el día de hoy empezará a trabajar con nosotros. Pero no quiero que reciba un trato especial por ser mi familia. Él será igual que cualquier otro empleado y se encargará de llevar mensajes y otras tareas. Ya me encargaré de hablar con él. —¿Mensajero? — Filipo toma mi muñeca — ¿De qué estás hablando? Mejor ponme a limpiar los pisos —dice indignado. —Bueno, es una opción. —Debes estar bromeando. Soy tu hermano. No voy a ponerme a hacer un trabajo inferior a mi posición. —Cualquier trabajo es digno, Filipo. Además, ¿qué trabajo pensabas que te iba a encomendar? —Pues ser uno de los socios, parte de la directiva. —Esta gente está muy bien preparada para los cargos que tienen. Tú apenas has entrado a la universidad y no terminaste tus estudios en economía. —Esto es una burla. Entonces fue en vano ponerme un traje. —No lo veas así, Filipo. Vas a ir adquiriendo experiencia, lo cual te permitirá ir ascendiendo. No puedo darte una oficina en tu primer trabajo. —Pues yo soy tan eficiente como todos los demás. —Bueno, si es así, demuéstralo. Fui muy clara contigo, Filipo. No voy a regalarte nada. Vas a conseguir las cosas con tu propio esfuerzo, como todos los que estamos aquí, ya que nada ha sido fácil. —Muy bien —me miró con unos ojos asesinos—. Estás haciendo todo esto para que yo renuncie al dinero que me corresponde. Pues no te vas a librar tan fácilmente de mí, querida hermanita. Seré mensajero —aceptó de muy mala gana— Me voy al baño —salió de la sala de juntas. —Lamento que hayan tenido que presenciar esto, señores. Bueno, ya que estamos todos aquí, ¿podrían informarme a qué trato se llegó con los hospitales? —Por supuesto que sí, señora. Hemos hecho trato con una lista de hospitales muy reconocidos en el país. Le di una revisada al documento y mientras leía el nombre de los hospitales y en qué se especializaban, llegué a uno que creía haber leído mal. —¿Kofler? —pregunté. —Oh sí, es un hospital muy reconocido. Comparándose con los demás, este tiene mayor prestigio. Cuentan con una tecnología impresionante, por lo que al haber hecho trato con este nos beneficiará increíblemente. Mientras ellos hablaban, mi mente se puso en blanco. —Señora, ¿está bien? —me preguntan. —Eh... sí, todo está de maravilla —contesté—. Si me disculpan, voy ahora mismo a ir con los servicios. —Por supuesto que sí, señora. Pero recuerde que luego debemos ir al hospital para realizar la firma directa con ellos. En este caso, nos estará esperando el señor Knox Kofler. Asentí, necesitaba unos segundos para poder procesar esto. Al entrar a los servicios, refresqué mi rostro con agua. ¿De verdad esto estaba pasando? En fin, Había una gran probabilidad de que esto sucediera, pero no creí que fuera tan rápido. Me miré al espejo. Knox Kofler era solo otro cliente y será tratado como tal. No existe ningún riesgo de que él y mi hija vayan a encontrarse. Minutos después, ya nos encontrábamos frente a las instalaciones del hospital. —Un momento, ¿hospital Kofler? —preguntó Filipo—. ¿Que no es tu…? —Solo es otro cliente, ¿de acuerdo? Así que andando. ——————— **POV Knox** —¿Qué haces aquí repentinamente? —Luis entra a mi consultorio. —Estoy trabajando. —No me refiero a eso, hablo de que deberías estar en la sala para la reunión. —¿Qué reunión? —¡Por todos los cielos! Te envié un documento para que plasmaras tu firma digital; hoy se harán las demás. LuxLab está esperándonos. —Maldición —me levanté de mi escritorio. No tenía ánimos para discutir, así que fui directamente a la sala de juntas. Mientras más nos acercamos descubrí la presencia de alguien, no quedaba duda de cierta persona que aunque solamente la hubiera visto una sola vez, era imposible de confundir, ya que su actitud era única. —¿Tú qué haces aquí? —Trabajo para LuxLab. —Tiene que ser una broma. ¿Qué sabes de trabajo? —¿Te sorprende mi presencia, Knox? Entonces, más te sorprenderá ella. —Filipo señala y es cuando la veo. Hablando con los demás de la directiva del hospital se encuentra ella. Agita su cabellera oscura para acomodarlo detrás de sus hombros con total tranquilidad, desenvolviéndose sin la misma impresión que a mí me estaba embargando en ese momento. El piso parece haberse vuelto de lodo pues mi cuerpo siente que se está hundiendo. —Lucía… —murmuro, no estoy muy seguro. Pues mis ojos no podían creerlo de modo que entro, y ella y yo cruzamos miradas. Han pasado 6 años desde la última vez que nos vimos. Había creído que jamás volvería a verla, y encontrarla ahora en mi hospital parecía ser una mala jugada del destino. Las palabras no salían de mi boca cuando contemplé más su cambiada figura. ¿Qué había pasado con la antigua Lucía? La de cuerpo delicado, la niña tímida. ¿Quién era esta mujer? —Señor Kofler, lo estábamos esperando —dice ella con total calma, pareciera que ni me conociera—. ¿Comenzamos con la firma de los documentos?
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